CNNE 598aa2a2 - 140204133630-01-vladimir-putin-cult-0204-horizontal-gallery

MOSCÚ (CNN) —- Las primeras heladas invernales ya cubrieron de hielo a la espectacular ciudad de San Petersburgo. El aire se siente cortante, frío. Los rusos van a toda prisa por los elegantes bulevares, bien cubiertos para soportar el frío inclemente. El invierno ruso, el profundo congelamiento anual, ha comenzado. Pero este año hay más que una sensación de frío en el aire. Durante los nueve meses anteriores, las relaciones con Occidente también se han congelado.

Una de las aristas del problema es Ucrania.

Occidente respaldó un levantamiento popular en ese país en marzo, con el que se derrocó a un gobierno amigo del Kremlin. Furioso, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, se anexionó la estratégica península de Crimea, donde tiene una base naval estratégica.

Desde entonces lo han acusado de alentar una rebelión separatista en el este del país, cuya población se compone principalmente de rusos. Esa inestabilidad ha cobrado más de 4.000 vidas.

Estados Unidos y Europa han impuesto costosas sanciones y restricciones a los viajes. La respuesta son más amenazas.

En el escenario internacional, Rusia quedó excluida del G-8, un grupo de países industrializados. En la reciente cumbre del G-20, en Brisbane, los homólogos occidentales del presidente Putin lo ignoraron.

Sin embargo, el líder ruso parece inmutable y su política respecto a Ucrania no ha cambiado.

Una explicación fascinante al por qué las sanciones y regaños de Occidente no han logrado cambiar la conducta de este vasto país podría ser la mentalidad, la visión del mundo que tiene su presidente forzudo.

Yo soy uno de los pocos periodistas occidentales que se ha reunido con Vladimir Putin.

Me reuní con él en su residencia de las afueras de Sochi en 2008, justo después que Rusia invadiera Georgia.

En ese entonces le pregunté si podría garantizar que las tropas rusas no volverían a invadir otros estados anteriormente soviéticos como Ucrania.

Reaccionó con mucha furia y dijo que objetaba mi pregunta. Dijo que los rusos eran quienes deberían recibir garantías de que nadie los atacaría.

El comentario revela, creo, la forma en la que Vladimir Putin ve el mundo que rodea al Kremlin.

Para él, Rusia está bajo la amenaza constante de Occidente. La expansión de la OTAN hacia los países del antiguo bloque oriental ha socavado la seguridad de Rusia. La posibilidad de que Georgia se uniera a la alianza militar, sin mencionar a Ucrania, para él es impensable.

En su opinión, la Guerra Fría nunca terminó realmente; seguimos viviendo en la década de 1980.

Occidente, y en particular Estados Unidos, sigue intentando “subyugar” a Rusia. El presidente Putin repitió esto hace apenas unos días en Moscú.

Las sanciones eran la consecuencia inevitable de la resistencia de Rusia a esta subyugación. Ucrania fue el motivo, pero si no hubiera sido por Ucrania, probablemente hubiera sido por otra cosa.

Desde el punto de vista de Occidente, parece una distorsión cínica de los hechos, un plan del Kremlin para confundir y ofuscar.

Pero eso podría ayudar a explicar por qué Rusia hace lo que hace y por qué las sanciones no están cambiando (y tal vez nunca cambien) las políticas del Kremlin.

También podría ayudar a explicar por qué, en una época de dificultades para el crecimiento económico, el presidente de Rusia sigue siendo tan popular en casa.

Su visión del mundo es la de ellos. Al igual que el hostil frío del inminente invierno ruso, el enfrentamiento con Occidente es inevitable y debe soportarse.