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Nota del editor: Sreedhar Potarazu, un oftalmólogo y empresario, es el fundador de Enziime, una compañía de software enfocada en proveer aplicaciones de la ciencia de datos para evaluar la prestación de servicios del cuidado de la salud. Él es el autor de “Get Off the Dime: The Secret of Changing Who Pays for Your Health Care”. Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente las del autor.

(CNN) – El día después de Acción de Gracias, un pistolero entró a un edificio de Planned Parenthood en Colorado Springs, Colorado, y abrió fuego, un ataque en el que tres personas murieron y otras nueve resultaron heridas. Cinco días después, una pareja de San Bernardino, California, dejó a su bebé de seis meses con la madre del esposo, y fuertemente armados, condujeron a un edificio y abrieron fuego, en un ataque en el que 14 personas murieron y otras 21 resultaron heridas.

Sreedhar Potarazu

En los días que transcurrieron en medio de esos asesinatos masivos, el director ejecutivo de Facebook, Mark Zuckerberg, y su esposa, la Dra. Priscilla Chan, se convirtieron en padres de una bebé a la que llamaron Max y anunciaron que tienen planificado donar el 99% de su fortuna —que actualmente está calculada en 45.000 millones de dólares— a fin de hacer que el mundo sea un lugar mejor para su hija recién nacida.

Creo que ellos deberían limitar su horizonte. Si los Chan-Zuckerberg verdaderamente quieren hacer que el mundo sea un lugar mejor, deberían leer el primer párrafo de esta columna de opinión, e invertir parte de sus 44.500 millones de dólares en soluciones a fin de detener las matanzas en casa. Lo mismo aplica para Bill y Melinda Gates, Warren Buffett, y la Fundación Clinton.

En lugar de gastar tanto dinero en resolver los problemas del Tercer Mundo, ellos podrían asignar un poco de su dinero a resolver el mayor problema que tenemos aquí: la violencia por el uso de armas. Se trata de un problema de seguridad pública y seguridad nacional, y puede ser erradicado con la combinación de una inversión masiva y personas influyentes clave, en lugar de solo el gobierno.

Los datos que existen

Considera que Tashfeen Malik, quien llevó a cabo el ataque en San Bernardino con su esposo, Syed Rizwan Farook, le había prometido alianza a ISIS en una publicación en Facebook, dijeron funcionarios estadounidenses. Considera que Robert Lewis Dear, el sospechoso en el ataque de Colorado Springs, había sido acusado de violencia en contra de las mujeres y sus vecinos le tenían miedo.

Considera que James Holmes, quien disparó en un cine en Aurora, Colorado, Adam Lanza, quien asesinó a 20 alumnos de primer grado y seis adultos en Newtown, Connecticut y Seung-Hui Cho, quien asesinó a 32 personas en Virginia Tech, todos tenían serios problemas de salud mental.

Había datos disponibles sobre cada uno de estos individuos antes de que empezaran a disparar. Pero lo que no teníamos —y aún no tenemos— es lo que podría haber impedido todos esos asesinatos en primer lugar: una infraestructura que nos habría permitido combinar datos relevantes de varias fuentes e integrarlos para darnos más señales en tiempo real acerca de un peligro inminente. Construir una red de este tipo requerirá miles de millones de dólares de personas como Zuckerberg y Gates, quienes entienden cómo hacerlo.

No estamos poco acostumbrado s a usar datos personales para hacer evaluaciones de amenazas. Las compañías analizan nuestros historiales de conducción para determinar cuánto deberíamos pagar por el seguro de nuestros autos. Los bancos evalúan nuestros récords crediticios para determinar si nos dan o no una hipoteca. La privacidad es importante, pero rutinariamente rendimos un poco todos los días. Sin embargo, cuando se trata de la violencia por el uso de las armas —literalmente un asunto de vida o muerte— inexplicablemente estamos más interesados en proteger nuestra privacidad que en proteger nuestras vidas.

No tienes que ser un genio para entender que cuando uno de cada cinco estadounidenses sufren de una enfermedad mental cada año, y uno de cada tres estadounidenses tiene en propiedad al menos un arma, tiene que haber un porcentaje bastante alto de la población estadounidense que pertenece a ambos grupos.

Este es un problema de seguridad nacional. Si le sumas el riesgo del terrorismo internacional, y esto corrobora la necesidad de integrar datos masivos a fin de hacer que las evaluación de amenazas sea más sofisticada.

Todos estos datos ya existen. Simplemente no estamos haciendo uso de eso de una forma que maximice su potencial.

Cuando las personas que han sido diagnosticadas con esquizofrenia o con un trastorno bipolar severo y otros que están en listas de alerta terrorista de Estados Unidos pueden adquirir armas de fuego sin que se les haga una revisión de antecedentes penales —cuando las personas alineadas a organizaciones terroristas pueden expresar sus intenciones en las redes sociales— no estamos siendo proactivos en protegernos a nosotros mismos. Simplemente nos quedamos de brazos cruzados, apretamos las manos, ofrecemos nuestras oraciones e ignoramos todas estas señales de importancia fundamental, esperando a que el próximo tiroteo ocurra.

El verdadero riesgo es más que solo las armas

El cirujano general de Estados Unidos, el Dr. Vivek Murthy, como todos saben ha sugerido que las armas son un riesgo para la salud pública. Sin embargo, el verdadero riesgo no son las armas solamente: es la combinación de las armas con la enfermedad mental o con el extremismo político o religioso.

Necesitamos hablar seriamente sobre determinar quiénes en nuestro país están en riesgo de tomar un arma y matar a otras personas. Es cierto que no todos los propietarios de armas son una amenaza, así como no todas las personas que tienen una alta presión sanguínea están en riesgo de sufrir un derrame. Y es cierto que no todas las personas que padecen de una enfermedad mental son una amenaza, al igual que no todos los que tienen el colesterol alto tendrán un ataque al corazón. Pero la combinación de la posesión de armas y la enfermedad mental —como la combinación de una alta presión sanguínea y un colesterol alto— evidentemente aumenta las probabilidades. Esta es una combinación identificable que tiene que desencadenar una evaluación de amenazas que puede salvar vidas, y los datos requeridos para hacer esa evaluación ya están disponibles.

Entonces, ¿por qué nadie golpea el escritorio con el puño y afirma que va a invertir sus recursos a fin de educar al público, para combinar los datos y dar un paso en serio con el propósito de ponerle fin a esta epidemia nacional?

Necesitamos unir a las personas más acaudaladas de Estados Unidos, quienes tienen acceso a los datos, y a funcionarios del gobierno que quieren resolver el problema de la violencia por el uso de armas… no quitándole las armas a las personas responsables, y no sacando a las personas que tienen una enfermedad mental de la sociedad, sino encontrando formas para evaluar quién representa una amenaza para el resto de nosotros.

Sí, existen derechos constitucionales que deben ser protegidos, pero todo derecho constitucional tiene sus límites. Tenemos libertad de expresión, pero no podemos gritar “fuego” en un cine abarrotado. No creo que nuestros Padres Fundadores escribieran la segunda enmienda con una masacre en una escuela en mente. Si mantenernos a salvo en lugares públicos significa sacrificar un ápice de privacidad, vale la pena. Esto no es el “Gran Hermano”. Es sentido común.

La información ya está ahí. Con una inversión substancial, nuestras mentes más brillantes pueden idear una forma para combinar y compartir nuestros datos criminales, nuestros datos de alerta por el terrorismo, nuestros datos de salud y nuestros datos de posesión de armas —de manera responsable, y sin comprometer gravemente la privacidad— a fin de que podamos tener una evaluación mucho más precisa de las amenazas y los riesgos que ya tenemos hoy en día.