Imagina todo lo que en tu vida normal puedes hacer en 36 horas. Ahora, imagina que esas 36 horas las pasas con tres personas más, atrapado debajo de toneladas de escombros.
Eso fue lo que les ocurrió a Segundo Pin y su esposa, Vanessa Baque, tras el terremoto de 7,8 grados que arrasó la zona de mercado de Tarqui, en Manta, Ecuador, el 16 de abril del 2016: cuando iban a comprar una vela, quedaron atrapados entre las paredes y columnas caídas y los fierros.
Fueron horas que pusieron a prueba la resistencia y la determinación de vivir. Segundo y Vanessa, tras el desplome del centro comercial Felipe Navarrete, quedaron aislados del mundo en un pequeño espacio en el que estuvieron casi en posición fetal por ese tiempo tan prolongado. Nunca se rindieron y trataron por todos los medios de que los bomberos que estaban afuera luchando por salvar vidas se dieran cuenta de que había vida abajo.
Asfixia y desesperación
“Como a las cuatro o cinco horas yo ya comenzaba a asfixiarme porque me hacía falta el aire por la incomodidad, y la gente con la que estaba comenzaba a fallecer, comenzaban a gritar, a gritar”, recordó Vanessa Baque en diálogo con CNN en Español. “Comencé a acobardarme. Segundo me agarraba de la mano”.
“Traté de calmarla. Le dije que no gritara, que no se desesperara, que era peor porque, por el poco aire que teníamos, nos hacía agotar demasiado. Sólo gritábamos cuando escuchábamos a algo o alguien cerca. Desde adentro sí lo escuchábamos todo, pero afuera no nos escuchaban nada”, aseveró Segundo Pin.
Hasta el límite para sobrevivir
Mientras las otras personas que estaban cerca de ellos perdían la batalla contra la adversidad y morían, Segundo y Vanessa se resistían a ello y, para no deshidratarse, llegaron a consumir su propia orina.
“Tomamos nuestra orina porque ya estábamos deshidratados. El día domingo, como nosotros no veíamos nada, estaba todo oscuro, nos dijeron que hubo un sol demasiado fuerte y adentro nos moríamos de calor. Yo andaba con una camisa y no sé cómo hice para sacármela y quedarme sólo en camisetilla. Esta no me la saqué para poder aguantar… me cortaba mucho (la piel). Con ella aguantaba un poco las cortadas”, dijo Segundo.
“Una columna me pasó rozando”
Aún hoy Vanessa camina con un cuello ortopédico. Ese día 16 de abril, mientras el piso se deshacía bajo sus pies y caía, una columna del Felipe Navarrete le pasó rozando la cabeza. “En el instante en que nosotros nos íbamos hundiendo, a mí me rozó un pedazo de columna. Sólo me rozó, porque donde me agarre, me destapaba. Me fracturé el cuello y la pierna. Botaba mucha sangre y pensaba que me había descalabrado la cabeza”, afirmó.
El rescate
“Escuchábamos como que estaban taladrando cerca de nosotros”, relató Pin. “Ahí fue donde les dije (a los bomberos) que si nos iban a rescatar, que no nos dejaran ahí. Que tenía que quedarse una persona para vernos. Ahí ya dijeron que no se iban a ir, que se iban a quedar hasta cuando saliera. Cuando ya nos sacaron, me sentía muy contento porque nos habían rescatado, a pesar de estar con el dolor de todas esas heridas que tenía. Gritaba por las heridas, que ya las tenía enconadas. Pensé en mi familia, estaba preocupado porque no me encontraran. Desesperado porque pensaba que no me iban a encontrar, o cómo me iban a encontrar, tal vez ya fallecido”.
Los héroes del rescate
Los integrantes del Cuerpo de Bomberos del Distrito Metropolitano de Quito hicieron presencia tan pronto pudieron en la zona del desastre en Manta, especialmente en el mercado Felipe Navarrete en Tarqui. Dedicaron horas, días enteros a tratar de hallar vida entre la tragedia, entre las toneladas de escombros.
“Mi esposa encontró un fierrito de esos que a veces hay en los locales. Ella comenzó a golpear el piso, a golpearlo, y yo le dije que no golpeara más porque se agotaba demasiado. En la parte de afuera era de noche, no hacía mucho ruido, entonces escucharon los golpes. Allí yo creo que fue que emplearon el protocolo de hacer silencio para oír de dónde provenía el golpe y ahí fue cuando dieron con nosotros”, aseguró Pin.
“Desde el hueco que hicieron hasta donde nosotros estábamos había casi un metro, pero de ahí no podíamos avanzar porque eso estaba lleno de puros escombros. Tuvieron que utilizar una sierra para cortar donde nosotros estábamos, halar todos esos escombros para poder salir por un camino estrecho que nos hicieron”, añadió Pin.
El video del rescate de Segundo Pin y su esposa Vanessa rápidamente se volvió viral en las redes sociales.
“Para nosotros, escuchar la alerta que hizo Segundo dentro de la estructura colapsada fue una alegría incalculable”, le aseguró a CNN en Español el coronel Eber Arroyo, comandante del citado cuerpo bomberil. “Una alegría que no le podría describir qué es lo que sentimos los del equipo de rescate al cual yo me encontraba al mando. Nosotros habíamos hecho ya un trabajo previo en el Hotel Panorama (otra estructura colapsada) y lo que hicimos fue juntar a los bomberos de Quito con los de Manta y formar cinco patrullas de trabajo. Cuando yo llego Navarrete, puedo ver que era un colapso en el que habían pocas posibilidades de vida, porque los espacios vitales eran muy reducidos. Era un colapso en forma de empinamiento”.
El testimonio de Arroyo sobre el rescate es emocionante, dramático. “El equipo de penetración ingresa a la estructura colapsada. Yo estaba dando indicaciones, estábamos haciendo algunos procedimientos internos, y en eso escuchamos unos golpes. Créame que no tengo palabras para describir la emoción que sentimos con el equipo. En ese momento no medimos absolutamente nada. Lo demarcamos dentro de los protocolos de seguridad y empezamos a perforar la loza, de aproximadamente unos 40 centímetros de concreto. Era tan grande la loza que al principio comenzábamos a trabajar diez minutos y cambiábamos, así. Pesaba unos 40 kilos”.
“Seis horas después pudimos perforar el primer orificio dentro de la estructura, tomamos contacto, oíamos apenas golpes, pero no podíamos llegar donde Segundo. Teníamos unas columnas de por medio que nos impedían pasar por ahí. Era imposible pasar por ahí. Lo que hicimos fue medir unos cuantos metros y comenzar de cero otra vez a partir loza. Trece horas y veinte demoramos en romperla. Después de trece horas y veinte minutos, salió Segundo”, finalizó el comandante Arroyo.
Trece horas en las labores de rescate, 36 horas de angustia total. Un rescate inolvidable.