Washington (CNN) – En una conferencia de prensa conjunta con el presidente de Colombia Juan Manuel Santos este jueves, al presidente de Estados Unidos Donald Trump le hicieron una pregunta muy sencilla: ¿Exhortó al entonces director del FBI James Comey a desacelerar o detener una investigación del FBI al destituido consejero de Seguridad Nacional Michael Flynn?
“No. No. Siguiente pregunta”, respondió Trump.
Terminó en un abrir y cerrar de ojos. Pero en esas cuatro palabras, Trump apostó la viabilidad de su presidencia.
¿Por qué? Porque contradijo de manera directa el informe sobre un memorando que Comey escribió tras la reunión del 14 de febrero en la que Trump le dijo que encontrara alguna manera de terminar la investigación en contra de Flynn, según reportó primero The New York Times y luego confirmó CNN.
Ambas cosas no pueden ser ciertas.
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Se espera que en algún momento y en un futuro no muy lejano Comey, quien fue despedido por Trump hace 10 días, se presente ante el Congreso para testificar sobre sus reuniones con Trump. Y las importantes comisiones del Congreso ya han pedido el memorando del 14 de febrero, así como cualquier otro memorando –CNN ha reportado que hay más de ellos– que Comey haya escrito sobre sus interacciones con el actual presidente.
Entre su testimonio y los memorandos, saldrá el lado de la historia de Comey. Y, suponiendo que lo que sabemos sobre el memorando del 14 de febrero es verdad, el exdirector del FBI de Trump estará entonces discrepando directamente, y de manera oficial, con la versión de los hechos que ha dado el presidente.
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Al negarlo todo, Trump queda con muy poco margen de maniobra. Para que Trump pueda salir ileso, no puede haber evidencia que apoye el lado de la historia de Comey. Cualquier cosa que muestre que Trump no era del todo sincero con su respuesta de “no, no, siguiente pregunta”, pondría en tela de juicio su credibilidad en un amplio espectro de temas y bien podría abrir una rebelión interna, en su propio partido.
La situación de Trump no es muy distinta a la del gobernador de Nueva Jersey Chris Christie, uno de los primeros conversos de Trump. Luego de que se destapó la noticia de que dos de los principales asesores de Christie estuvieron involucrados en una venganza política que implicó cerrar vías de circulación en Fort Lee, Nueva Jersey, el gobernador dijo públicamente que no sabía nada de esa conspiración.
Si se hubiera conocido algo que probara que Christie se había equivocado incluso solo un poco en esa negación completa, hubiera sido el fin de su carrera política. Nunca se supo nada… y Christie sobrevivió. (De cualquier manera, el escándalo del Bridgegate ató de pies y manos a Christie y él nunca fue un factor real en la carrera presidencial del 2016).
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En resumen: la historia del encuentro del 14 de febrero es, actualmente, una historia de “él ha dicho, él ha dicho”. Si nunca pasa de ahí, es casi seguro que Trump sobrevivirá, políticamente hablando. Habrá muchos reclamos de los republicanos, muchos de los cuales han elogiado públicamente a Comey como un hombre de confianza y un servidor público competente, pero poca evidencia que pueda inclinar la balanza a favor de Comey. Y así será muy difícil salir de Trump.
Si, por el otro lado, surgen grabaciones –como aquella que Trump dijo que podría tener sobre sus conversaciones con Comey– o cualquier otro tipo de evidencia documentada que destruya la negación en cuatro palabras de Trump, él y su presidencia estarán en serios problemas.
Donald Trump es un jugador por naturaleza. De manera repetida durante su campaña, y ahora en la Casa Blanca, ha tirado los dados y ha reaccionado una vez que se han asentado. Pero, incluso si se dio cuenta en ese momento o no, Trump hizo la mayor apuesta de su carrera política este jueves.
Ahora debe esperar si le rinde frutos o si se quiebra.