Nota del editor: Jen Psaki, una comentarista política de CNN, fue la directora de comunicaciones de la Casa Blanca y la portavoz del Departamento de Estado durante el gobierno del expresidente Barack Obama. También es la vicepresidente de comunicaciones y estrategia en el Carnegie Endowment for International Peace. Puedes seguirla en @jrpsaki. Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente de ella.
(CNN) – El equipo de Trump, así como tantos otros gobiernos que vinieron antes de ellos, se ha estado preparando para resaltar los logros de su primer año de mandato. Pero, con el cierre del gobierno, estos esfuerzos serán irrelevantes porque todo terminará eclipsado por el impacto de la pérdida de servicios gubernamentales en el público y por un debate sobre quién es el responsable.
Pero, en caso de que quieran intentarlo, ya sabemos básicamente lo que dirán: Donald Trump y los líderes republicanos son los responsables de un auge económico que está ayudando a los trabajadores, así como de los máximos históricos en el mercado accionario y de la baja tasa de desempleo.
Ahora, no mencionarán que muchos economistas atribuyen el desempleo y las tendencias de crecimiento laboral a los desarrollos que se pusieron en marcha durante la recuperación de ocho años de la presidencia de Obama. Y, sobre el aumento del mercado bursátil, muchos consideran que esta subida corresponde al incremento en las ganancias de Boeing y a los ingresos inesperados para las corporaciones por cuenta del proyecto de ley fiscal: no se debe a ninguna política ideada por Trump que vaya a ayudar a los trabajadores a largo plazo.
Habrá debates sobre las consecuencias de eliminar el mandato individual y notablemente sobre si el presidente de Estados Unidos es racista o no.
Pero el legado más duradero y alarmante del primer año de Trump al poder puede estar en el frente internacional, donde la disfunción en la Casa Blanca y la devaluación de la diversidad y los derechos básicos en el país envían el mensaje al mundo de que el indispensable Estados Unidos está retrocediendo en sus valores básicos. Y el liderazgo errático y sin estrategia del presidente ha hecho que esta nación sea menos segura de cuatro maneras principales.
Primero –y tal vez el más evidente– es el impacto de la retórica grandilocuente del mandatario y su actitud displicente frente las armas nucleares y el uso de la fuerza. La Casa Blanca dirá que Trump hace las cosas de manera diferente, que no teme hablarles duro a sus enemigos y adoptar un enfoque nuevo. ¿El problema? La posibilidad de errores de cálculo y falta de comunicación –como lo han advertido muchos anteriores altos funcionarios de seguridad nacional– deja a Estados Unidos más vulnerable. Kim Jong Un no ha mostrado indicios de que los insultos y los tuits del presidente lo estén empujando a la mesa de negociaciones. Por el contrario, parece estar llegando al límite con más pruebas y más retórica propia.
En segundo lugar, aunque la Casa Blanca todavía está limpiando el desastre que dejó Trump cuando llamó a los países africanos “ países de mierda”, el impacto más duradero será que este hecho lleva a que para muchas naciones africanas sea más difícil trabajar con Estados Unidos. ¿Por qué esto es importante? Porque grupos terroristas como Boko Haram, ISIS y Al Qaeda cuentan con una fuerte y creciente presencia en África, y Estados Unidos necesita la cooperación y el apoyo de los líderes africanos para desplegar sus esfuerzos militares y de seguridad nacional en múltiples países.
Tercero, como Trump y su equipo han expresado su rechazo a mantener el acuerdo nuclear con Irán, esto deja a los europeos y otros socios en el pacto en la situación imposible de probablemente renegociar un tratado en apenas unas pocas semanas, cuando llevó años enteros asegurarlo. Lo que también conlleva a que sea más difícil para los líderes europeos trabajar con Estados Unidos porque simplemente no pueden permitirse el lujo de confiar en que se apegará a sus compromisos. Y poner en riesgo el acuerdo con Irán podría dejar a los estadounidenses preguntándose ciegamente qué tan cerca estaría Irán de adquirir un arma nuclear.
Y, por último, la afinidad de Trump con los dictadores extranjeros –como el presidente egipcio Abdel Fattah el-Sisi–, los violadores de los derechos humanos –como el presidente de Filipinas Rodrigo Duterte– y los líderes que intentan dañar a Estados Unidos –como el presidente ruso Vladimir Putin– ha dejado a muchos las capitales extranjeras preguntándose quiénes son exactamente los amigos y adversarios de Estados Unidos. Esto deja al país en una posición precaria en la que debe confiar en aliados de larga data para formar una coalición en torno a una amenaza, como ocurrió con ISIS en 2014, o incluso en la construcción del apoyo global para una iniciativa que era considerada importante, como lo hizo con la Acuerdo de París para el cambio climático.
Estados Unidos es un país que ha sobrevivido mucho más que una presidencia tumultuosa, pero el daño causado en el frente internacional solo durante el primer año de gobierno de Trump es una advertencia sobre cuánto más se podrá hacer en un plazo de cuatro años.