Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Camilo. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – Nada como la gente cuando sale a la calle a decir lo que piensa.
El sábado dos marchas, una en Washington y otra en Buenos Aires, me recordaron unos versos de Mario Benedetti que Nacha Guevara canta como un himno, pero con toda la alegría de vivir: “Wue la gente viva feliz, aunque no tenga permiso…”
La Marcha por nuestras vidas, liderada por los sobrevivientes de la masacre que dejó 17 muertos en una escuela secundaria de Florida, dejó a la clase política de Estados Unidos muy mal parada. Los chicos les han pedido a los adultos que actúen como adultos.
Pese a la cuota de quijotismo, me resultó muy alentador ver a esos jóvenes; nada hipotecó mi alegría: ni siquiera los zarpazos de sus críticos y mucho menos, el malabarismo político de algunos legisladores republicanos intentando estar a bien con todo el mundo incluida la Asociación Nacional del Rifle.
Eso sí, corroboré que algunos de los que critican a estos jóvenes lo hacen como cualquier autócrata: ignoran los argumentos para centrarse en la descalificación personal. Con unos criterios salvajemente provincianos ( y fascistas) como el origen étnico o la militancia sexual. ¿No les resulta familiar?
En Buenos Aires, entre tanto, transcurría la marcha de los hijos desobedientes.
Cuarenta y dos años después del golpe militar que permitió a los fascistas hacerse con el poder, los hijos de los represores salieron a las calles a repudiar a sus padres.
Póngase en sus zapatos. Supongo que estarían nerviosos, pero la gente les arropó en una ovación cálida como un abrazo.
No nos alcanzará la vida para entender la grandeza de unos y la abyección de otros.
Entre tanto, que “que la gente viva feliz, aunque no tenga permiso…”