Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Camilo. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – “Hay una leyenda sobre un pájaro que canta solo una vez en su vida, y lo hace más dulcemente que cualquier otra criatura sobre la faz de la Tierra. Desde el momento en que abandona el nido, busca un árbol espinoso y no descansa hasta encontrarlo. Entonces (…) se clava él mismo en la espina más larga y afilada. Y, al morir, envuelve su agonía en un canto más bello que el de la alondra y el del ruiseñor (…) todo el mundo enmudece para escuchar, y Dios sonríe en el cielo. Pues lo mejor solo se compra con grandes dolores… Al menos, así lo dice la leyenda’’.
Así comienza El pájaro espino o El pájaro canta hasta morir, la novela que hizo de la escritora australiana Colleen McCullough un icono de la cultura pop de finales de la década de los 70, gracias a la televisión, que se apropió del texto y lo convirtió en una serie, y gracias al II Concilio de Letrán, que en el siglo XII estableció el celibato de los sacerdotes católicos de rito latino. Porque lo que cuentan el libro y la serie es la historia de un buen hombre que es, además, cura católico y que ama a una mujer en las llanuras australianas de finales del siglo XIX.
Cuarenta y un años después de publicada, El pájaro espino sigue siendo un relato delicioso y conmovedor sobre la lucha entre el deseo y el compromiso, la pasión y la razón. Y por encima de todo, la libertad. La libertad suprema del hombre para amar y ser amado.
Uno de los personajes de la novela dice: “Cada uno de nosotros llevamos dentro algo que no se puede negar, aunque nos haga gritar hasta morir. Somos lo que somos y eso es todo”.
Lo podría haber dicho también el protagonista del programa de este jueves. Pero a su modo: directo porque directo es; sin la vacuidad de las grandes palabras y con una pizca de jocosidad porque alguien me contó que ni en los peores momentos, cuando en 2009 lo podían haber trucidado el navajeo informativo, la malquerencia de unos y el cariño de otros, este hombre dejó de sonreír.
El padre Alberto Cutié, conocido en EE.UU. y en América Latina por sus programas de radio y televisión, protagonizó una suerte de tsunami —sobre todo mediático— tras la publicación de unas fotografías que delataban una relación con una mujer. Como un mortal más. Como cualquier otro ser humano.
Nueve años después, el padre Alberto ha rehecho su vida en la Iglesia Episcopal, cría a sus dos hijos con su esposa. Dice que sigue siendo un cura de parroquia. Y aunque, como le escribió al papa Francisco en 2015, ahora forma “parte de una rama más pequeña y menos influyente”, pero sigue “en el mismo ejército del Señor y con el mismo deseo: que la gente viva en paz, que todos vivan y dejen vivir”.