(CNN) – Una nueva encuesta de la Universidad de Quinnipiac tiene un resultado sorprendente: el 49% de las personas dijo creer que el presidente de EE.UU. Donald Trump es racista, mientras que el 47% cree que no.
Haz una pausa y digiere eso: la mitad del país —LA MITAD— cree que el presidente electo de Estados Unidos alberga puntos de vista racistas.
Ese es un hallazgo notable. Punto final.
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¿Qué explica esto? Nada.
Estas son las dos opciones más obvias.
1. Esta pregunta, como todas las preguntas relacionadas con Trump, es efectivamente una medida de si amas u odias al presidente. De este modo, el 86% de los republicanos dice que Trump no es racista y el 86% de los demócratas dice que sí. Los independientes, que ven a Trump ligeramente más negativamente que positivamente en general, tienen una opinión similar sobre si es racista: el 50% dice que sí, el 44% dice que no.
Los números “racistas” no son un facsímil directo de los números de aprobación general de Trump, por supuesto. Más personas piensan desfavorablemente sobre el desempeño laboral de Trump (55%) de las que dicen que es racista (49%). Pero está cerca.
2. Trump ha jugado repetidamente con lenguaje y sentimientos racistas y xenófobos, desde sugerir que México está enviando violadores y criminales a Estados Unidos a argumentar que la violencia supremacista blanca en Charlottesville era un asunto de “ambos lados” hasta sugerir que la representante afroamericana Maxine Waters es un “individuo de CI muy bajo”.
Cuando te aventuras en el racismo casual, ya sea deliberadamente o accidentalmente (y es difícil saber qué hace Trump en cada caso), un grupo de personas de un tamaño decente creerá que eres, espera, un racista.
La respuesta de Trump al hallazgo consistente de que la mitad del país cree que es un racista (Quinnipiac descubrió que el 49% dijo que Trump lo era en febrero) no solo consiste en decir que no es racista, sino que, en una típica exageración trumpiana, que él es la persona menos racista del mundo.
- “No, no, no soy racista. Soy la persona menos racista que has entrevistado, puedo decírtelo”.
- “Número uno, soy la persona menos antisemita que hayas visto en toda tu vida. Número dos, racismo, la persona menos racista”.
- “Soy la persona menos racista que has conocido”.
Las acciones, por supuesto, hablan más fuerte que las palabras. Y las acciones de Trump, como mínimo, plantean preguntas sobre sus opiniones sobre la raza.
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Es posible que a Trump no le importen estos hallazgos, que no son una excepción, sino una señal consistente de que la mitad del país se siente de esta manera. ¿Por qué no le importa? Porque el 86% de los republicanos cree que no es racista y aún más personas lo aprueban. Y Trump ha dirigido una presidencia centrada en su base de principio a fin.
Por supuesto, hay algunos problemas que deberían trascender el mero cálculo partidista. Es indudablemente algo malo, sin importar con qué partido se identifique, que la mitad del país piense que el principal líder electo del país es un racista.
A Trump puede no importarle. Pero debería hacerlo. Debería importarle mucho.