Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Camilo. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – El informe de casi 2.000 páginas del jurado investigador de Pensilvania que documenta 300 casos de “sacerdotes depredadores” que habrían abusado sexualmente de más de 1.000 chicos desde 1940, es lo más parecido a una granada que le ha estallado en las manos al papa Francisco.
El líder de la Iglesia católica dice que asume tales atrocidades ”con vergüenza y arrepentimiento”.
No voy a repetir aquí lo que denuncia ese texto ignominioso y terrible.
Me asquea y me indigna hacerlo. Ni voy a generalizar y decir que esa es la Iglesia de Roma, como le oí vociferar a uno que pasa por comentarista en una radio.
Francisco, que a pesar de que para millones de fieles es su santidad, se reconoce tan hombre como yo, estará pendulando entre la decepción y quien sabe si el arrepentimiento por el modo en que en octubre de 2015 respaldó a Juan Barros, un obispo chileno acusado de encubrir abusos sexuales.
El papa entonces llegó a exclamar que era cosa de los zurdos, o sea de la izquierda, lo que se había tejido contra su defendido.
Dos años y tres meses después, un Francisco menos soberbio y más terrenal y cercano, admitía que había errado y pedía disculpas a las víctimas de abusos sexuales en Chile.
Barros acabó renunciando, aunque siempre negó saber de los abusos. Yo no sé si todas las victimas habrán eximido al papa, pero cuando Francisco les dio la espalda habrán sentido, una vez más, el zarpazo de la fatuidad del poder. Que no debe ser el de Dios, digo yo.