(CNN) – La escena: marzo de 2016. Donald Trump y Ted Cruz están enzarzados en una feroz batalla antes de las primarias del 5 de abril en Wisconsin.
Ingresa el National Enquirer, que publicó una historia de portada alegando que Cruz se ha involucrado en relaciones extramatrimoniales con una serie de mujeres.
Cruz se mostró absolutamente frontal, negando la acusación e insistiendo en que la historia del Enquirer fue el resultado de la estrecha relación personal de Donald Trump con David Pecker, director ejecutivo de la compañía matriz del Enquirer. Cruz llamó a la historia “basura”.
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“No apoyo a las personas que atacan a mi esposa y atacan a mi familia”, dijo Cruz. “Y Donald Trump no será el candidato republicano”. (Cruz ganó las primarias de Wisconsin, pero Trump se convirtió en el candidato republicano).
En ese momento, justo después de que el Enquirer respaldara la oferta de Trump en 2016, un portavoz del medio estadounidense dijo en un comunicado a CNN que “nadie influye” en los informes de la revista sensacionalista “aparte de nuestros propios periodistas y editores”.
Trump negó haber tenido algo que ver con la historia a través de un comunicado que decía:
“No lo sabía, y aún no lo he leído. Del mismo modo, no tengo nada que ver con National Enquirer y, a diferencia del mentiroso Ted Cruz, no me rodeo de farsantes políticos ni esbirros y luego pretendo total inocencia. El problema de Ted Cruz con el National Enquirer es suyo y solo suyo, y aunque tenían razón sobre OJ Simpson, John Edwards y muchos otros, ciertamente espero que no tengan razón sobre el mentiroso Ted Cruz. Espero pasar la semana en Wisconsin, ganando la nominación republicana y finalmente la Presidencia para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grandioso”.
Enfócate específicamente en esta línea: “No tengo nada que ver con National Enquirer”.
Ejem.
Tenemos una prueba en audio de que la declaración de Trump es inexacta. Es una conversación grabada secretamente entre el entonces candidato presidencial y su entonces abogado personal, Michael Cohen.
“Necesito abrir una empresa para la transferencia de toda esa información sobre nuestro amigo David”, se escucha a Cohen decir en la cinta de septiembre de 2016 obtenida exclusivamente por CNN, una referencia a la compra de Pecker, un mes antes, de los derechos exclusivos a la historia de una explaymate llamada Karen McDougal, quien asegura que tuvo una aventura con Trump. (Pecker nunca publicó la historia, usando un truco sensacionalista llamado “atrapar y matar”, lo que significa que pagó por la historia de McDougal a sabiendas de que nunca la usaría, pero que podría usarla como chantaje).
Si Trump no tuvo “nada que ver” con el National Enquirer en marzo de 2016, ¿por qué no se confundiría en absoluto unos meses más tarde cuando Cohen se refirió a la necesidad de transferir dinero a “nuestro amigo David”? (Trump no terminó pagando a Pecker por los derechos de la historia de McDougal.) Y por qué Cohen testificaría, bajo juramento, que había ayudado a organizar el pago tanto a McDougal como a la estrella porno Stormy Daniels, quien también confesó que tuvo una aventura con Trump, bajo la “dirección” de Trump. Trump ha negado repetidamente los supuestos asuntos.
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La verdad es que la relación de Trump con Pecker es larga y cercana. Como escribió Jack Shafer en Politico, sobre el National Enquirer y Trump el año pasado:
“En otra época, la historia de negocios sin escrupulos y gustos grandiosos de Trump lo habrían convertido en un villano sensacionalista perfecto. Pero en esa época, todos los tabloides no habrían sido propiedad de una sola persona, que era amiga de Trump. Esa persona es David Pecker, director ejecutivo de American Media, la editorial con sede en Nueva York propietaria del Enquirer, otros tabloides y Radaronline, su tabloide digital. Ambos trabajaron juntos a finales de la década de 1990 en Trump Style, una revista para invitados de las propiedades de Trump, cuando Pecker fue ejecutivo de una revista en Hachette Filipacchi Magazines. Pecker reconoce su cercanía personal”.
La idea, dada toda esa historia, sin mencionar la cinta de Cohen, de que Trump no sabía nada del Enquirer en marzo de 2016 es ridícula. Y es un ejemplo más de que Trump no dice la verdad cuando se enfrenta a una situación en la que la verdad haría las cosas incómodas para él.