Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los expresidentes Alejandro Toledo, de Perú; Vicente Fox, de México; y Álvaro Colom, de Guatemala. Izurieta también es analista de temas políticos en CNN en Español.
(CNN Español) – Las cifras se interpretan, pero no se cambian. La de la Cámara de Representantes fue la única votación en todo el país. El Senado sólo renovó 35 de los cien escaños —un tercio de esa instancia se renueva cada dos años— y se escogieron a 36 de los 50 gobernadores. Los demócratas lograron retomar el control de la Cámara de Representantes al ganar hasta ahora al menos 23 escaños más. En el Senado los republicanos añadieron escaños a su mayoría con al menos 51 representantes. De los 35 asientos en disputa en el Senado, los demócratas defendían 26 (o sea, era muy cuesta arriba). En las gobernaciones se eligieron 18 candidatos republicanos (defendían 26, así que la tenían más difícil) y por lo menos 16 candidatos demócratas, con tres estados pendientes de definición por escasa diferencia de votos.
La completa renovación de la Cámara de Representantes nos da una buena medida del valor político para cada uno de los partidos. Los republicanos tenían mayoría hace 8 años, y ahora los demócratas los superarán con alrededor de 30 representantes más. O sea, lo demócratas ganaron amplio territorio.
Pero, ¿qué nos dice esta elección? La noche del 6 de noviembre cada uno cantó victoria y obvió la del oponente; todos llamaron a la calma y a la unidad. Fue una buena jornada para el país y para la democracia. El mismo mercado de valores amaneció entusiasta y recuperó valor. Pero todo cambió a partir de la tarde del miércoles y de ahí en adelante. Solo basta ver la reacción del mercado de valores desde la tarde de ese día. La rueda de prensa de Donald Trump y lo que pasó con el periodista Acosta de CNN fue claramente una vergüenza. Horas más tarde Donald Trump despedía a su secretario de justicia, Jeff Sessions.
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El presidente está en su derecho en pedir la renuncia a cualquier miembro de su gabinete. Ese no es el problema. El problema es que ese miembro del gabinete estaba a cargo de supervisar al departamento que lleva la investigación especial del fiscal Robert Mueller sobre la interferencia rusa, o de Putin, para ser más exactos, en la última elección presidencial.
En dichos comicios participó Donald Trump. Algunos de los miembros de su campaña ya están enjuiciados y otros han admitido su participación en esa interferencia u otros delitos. Esa investigación que dirige Mueller no ha terminado aún. Ya lleva cerca de dos años, y de acuerdo con una norma no escrita en EE.UU., ningún juez o investigador hace público su trabajo durante el proceso electoral cuando éste tiene acusados o sospechosos de cualquier delito investigado que sean candidatos (Comey rompió esa tradición con Hillary Clinton a menos de dos semanas de la elección presidencial). Nadie sabe qué tan avanzado o listo está Mueller para terminar su investigación, pero es posible, a partir del abrupto despido del Secretario de Justicia, que el resultado no favorezca a Trump.
Cada político (y comentarista) es libre de tener sus propias interpretaciones de los hechos; pero actuar en función de dichas interpretaciones es siempre un riesgo. Si la investigación de Mueller no va a traer mayores consecuencias para el Presidente, no se explica el despido de Sessions en medio de una investigación tan delicada que involucra su campaña. Pero nadie excepto Mueller sabe cuándo terminará su investigación y qué contiene. Sin conocer ese resultado, no podremos saber el nivel de confrontación política entre el Congreso y el Presidente. Y el nivel de confrontación política determinará la dinámica y el resultado político de los próximos años, incluyendo la próxima elección.
Por último, ¿qué pasará con la economía? La mayoría de los economistas consideran que hay ciclos económicos. El último comenzó luego de la recuperación de la crisis del 2008 y ha venido recuperándose los últimos tres o cuatro años hasta alcanzar ahora el pleno empleo efectivo. Esta recuperación sin duda fue impulsada hace un año con la reducción de impuestos que aprobaron los Republicanos. ¿Cuánto oxígeno más tiene esta recuperación? Si son menos de dos años, sin duda afectará al escenario político y al Presidente.
Entonces, ¿quién ganó la elección? Los demócratas ganaron en la única elección en todo el territorio nacional. ¿Qué nos dice esta elección? Que el país sigue igual de polarizado y confrontado. Que el elector pide que se baje el volumen de la disputa política. Por eso, la mayoría de los que ganaron fueron moderados y demócratas moderados ganaron en territorios históricamente republicanos.
El gran desarrollo de la tecnología y las redes sociales han incrementado el ruido político. Hemos agregado comunidades virtuales que antes estaban aisladas y ahora están agrupadas en las redes virtuales, que aumentan su visibilidad y expresión política radical. Pero como nación hemos optado por bajar su voz y respaldar a los moderados. Los votos de los republicanos se ven acorralados por la urbanización, diversificación, globalización y crecimiento poblacional (solo ganaron, y por poco, en hombres blancos, especialmente en los mayores de 35 años). La participación y triunfo de las mujeres ha sido un éxito. Ocuparán un número récord de asientos en el Congreso. La nueva cámara será más representativa de la población y más diversa.
Está claro quién ganó. Pero el ganador dentro de dos años dependerá de la investigación de Mueller y de la evolución de la recuperación económica. Más que especular sobre estos dos hechos, prefiero observarlos con detenimiento para poder hacer mis apuestas de nuevo.