Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Camilo. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – “Los domingos”, escribió alguna vez el periodista español Manuel Vicent, “los hizo Dios para bostezar”. Eso era antes de que Ted Turner creara CNN y la inmediatez digital electrizara nuestras vidas aborregadas. Los fines de semana cada vez llegan más cargados de noticias.
Ha vuelto arder París este fin de semana. Emmanuel Macron ha tenido que echar a un lado la pompa y la ceremonia para anunciar una serie de medidas que apaguen la revuelta de los chalecos amarillos. Que con la grandeur poco se puede hacer.
En España, el gobierno amenaza con enviar a la Policía Nacional y a la Guardia Civil a Cataluña si la policía regional no le corta el entusiasmo, cada vez más beligerante, a los autodenominados Comités de Defensa de la República (catalana, claro), responsables de los altercados de las últimas horas: el corte de una autopista y el amedrentamiento de los ciudadanos.
(La vida tiene cada cosa… que los grupúsculos que intentan dinamitar la democracia en Cataluña tengan las mismas siglas CDR que los grupos que, en Cuba, dirigidos por el gobierno, todavía hoy hostigan y controlan a la gente, ajenos también a la democracia, me parece —como mínimo— una causalidad tenebrosa.)
En Venezuela, el vicepresidente Tareck El Aissami aseguraba que el país tiene una democracia profundamente popular. Así celebraba las elecciones de concejales marcadas por la altísima abstención y la ausencia de los principales partidos opositores. Aun así, el presidente Nicolás Maduro proclamaba que aquello había sido una “victoria popular’’, una “fiesta de la democracia”.
Y el sábado, por fin se concretaba en Madrid, el partido de fútbol que, según los titulares vociferantes de alguna prensa deportiva, cambiaría la historia de ese deporte por los siglos de los siglos, el juego que marcaría a sus jugadores para la eternidad y bla bla bla…
Pues nada, River, ganó. Y punto. ¿Eso era todo? Eso era todo, ni más ni menos. Y dejen de marear la perdiz que ya somos mayorcitos. Para mí lo que cuenta es esto: si para garantizar un partido de fútbol se necesita otro país, otro continente y miles de policías, es que somos peores, muchos peores, de lo que admitimos ser.