Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Camilo. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – Podemos, ese partido político de izquierda que tanto trigo da en España por lo que dicen sus líderes y por cómo lo dicen, ha protagonizado este jueves en la persona de su secretario general, lo más parecido a una escena del teatro bufo, pero en el Senado español.
Pablo Iglesias admitió, por fin, que “la situación política y económica [de Venezuela] ahora es nefasta”. Iglesias dijo que hoy no comparte algunas cosas que dijo en el pasado. Y como la cosa iba de dinero, porque la comparecencia era en la Comisión de Financiación de Partidos Políticos del Senado, Iglesias negó que su partido haya cobrado del gobierno de Nicolás Maduro o de otros gobiernos extranjeros. Y lo dijo pese a la suspicacia con que, en su día, los adversarios de Podemos y mucha gente en España, encajara la relación de de algunos podemistas con Caracas.
La justicia española ha archivado todas las causas que investigaban si Podemos había incurrido en financiación irregular. Iglesias, de hecho, compareció durante cuatro horas esgrimiendo las diez resoluciones judiciales que dejan claro que no se ha encontrado indicio alguno de delito en las finanzas de ese partido.
La admisión de Iglesias, porque mea culpa no ha habido, se produce cinco años después de que, en la televisión venezolana, dijera con todas sus letras que la Venezuela bolivariana era “una de las democracias más consolidadas del mundo”.
Hace apenas unas semanas, el diputado español Íñigo Errejón, a quien se le considera como el ‘cerebro’ de Podemos, dijo en Chile que “en Venezuela no hay una dictadura”, pese a que ”han ocurrido cosas muy graves, asesinatos de policías, de manifestantes, cosas que a nadie le gusta ver”. Fin de la cita.
Este señor Errejón es el mismo que en mayo de 2016 explicaba las colas en Venezuela porque ahora con Maduro “hay más dinero disponible”, “una democratización del acceso al consumo” y por tanto, ”la gente puede consumir más”.
Pablo Iglesias ha dicho, a propósito de su nueva visión sobre la crisis en Venezuela, que ”rectificar en política está bien”, y es cierto.
Lo que no es perdonable en política —ni en la vida— es mentir y edulcorar la realidad, retorcerla hasta que salga miel mientras la gente sufre.
¿Con tan poca temperancia, con tan pocos matices, con tan poco toma y daca —que es lo que debería ser la política—, cómo diablos hay algunos que no acaban de entender la espectacular y tenebrosa expansión de la ultraderecha y la alegría infinita con la que hoy se pavonean los extremistas de todos los pelajes?