Nota del editor: Santiago Peña es economista y político paraguayo, con amplia experiencia en diseño e implementación de políticas públicas. Fue director del Banco Central, ministro de Hacienda y candidato a presidente de la República dentro del Partido Colorado. Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los presidentes Alejandro Toledo de Perú, Vicente Fox de México y Álvaro Colom de Guatemala. Izurieta es analista de temas políticos en CNN en Español.
(CNN Español) – Viniendo de América Latina, hay cosas que nos sorprenden del cierre parcial del Gobierno de EE. UU., que está aproximándose a los 20 días. En toda democracia, el presupuesto se convierte en una ley del Estado, y cuando no se aprueba la propuesta se produce una batalla política. Pero los empleados no se van a sus casas porque, dependiendo de la legislación particular, generalmente se usa el presupuesto del año anterior. En EE.UU., por el contrario, se cierra parcialmente el Gobierno. Por esa razón, 800 empleados federales están en vacaciones obligadas o sin pago.
En América Latina y en Europa (sobre todo Francia e Italia), la huelga es uno de los instrumentos políticos más poderosos, pero en este caso los funcionarios federales estadounidenses no la pueden usar, porque el efecto de un cierre del Gobierno significa que muchos de los empleados federales esperan en casa con licencia forzada.
Cuando el Gobierno cerró durante el régimen de Obama fue por una batalla real y de fondo: la ley social de salud conocida como Obamacare. Con Clinton también se produjo una situación similar y se pretendía para balancear el presupuesto del Gobierno (fue el único presidente moderno que lo logró). En el caso actual se podría pensar que los demócratas estuvieran peleando por tumbarle a Donald Trump su ley de reducción de impuesto del año pasado, el buque insignia de su gestión, pero, por el contrario, la disputa promovida por el Gobierno es sobre la construcción del muro, otra de sus promesas electorales. Es como si Donald Trump estuviera haciendo oposición con su capricho de financiar la construcción de su muro fronterizo.
De los 3.218 km que mide la frontera entre México y EE.UU., 1.126 km ya cuentan con un muro que se refacciona y moderniza con un presupuesto que nadie discute. Según los cálculos hechos por el Washington Post y la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas, los 5.000 millones de dólares en disputa solo alcanzarían para unas pocas millas adicionales. ¿Vale la pena semejante batalla? Sin duda no. Entonces, ¿esto es una estupidez, cosa que pasa muchas veces en política, o tiene algún sentido más que el mismo muro o la cantidad de dinero en disputa?
Económicamente, a nosotros nos puede sorprender que se cierre parcialmente el Gobierno de EE.UU. y no pase mucho. Pues bien, el gasto del Gobierno de EE.UU. como porcentaje de su PIB no es tan grande como en otras economías desarrolladas o de América Latina. Sucede aún más con la actividad económica: el consumo e inversión privada siguen siendo los grandes motores de EE.UU. A esto hay que agregar la fortaleza de las instituciones del país, sobre todo la institucionalidad del Poder Judicial, el cual calma a los mercados. En otros países, una batalla política similar acarrearía con tal nivel de inestabilidad que la moneda y el mercado bursátil temblarían.
Esta es una lucha política como en cualquier otra en parte del mundo. La diferencia es que Donald Trump no actúa como un agente político tradicional. Trump siempre apeló a su base electoral y ganó (la elección interna y la general, aunque no el voto popular). Lo mismo hacen ahora los demócratas (ganaron en las últimas elecciones intermedias la mayoría de la Cámara de Representantes).
Estos no son tiempos normales en la política, donde el jefe del Gobierno tiene el incentivo de la estabilidad económica y política, y la oposición, de hacer exactamente eso: oposición. En este caso pareciera que el gobierno también está en la oposición porque no apela a la estabilidad política y económica. ¿Por qué? ¿No será que avecina tiempos políticos muy difíciles, quizás desde el punto de vista legal con la investigación del fiscal Robert Mueller? De ser así, tendría sentido apelar a su base, porque su base política puede ser el frente de batalla y protección para meses y retos venideros.
El único incentivo que impulsa a Donald Trump a llegar a un acuerdo es que esta batalla traiga más inestabilidad de lo que la política y la economía norteamericana puedan digerir. Los próximos días lo dirán.