Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Camilo. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – La imagen de Juan Guaidó en Caracas, sonriente y pasando los controles inmigratorios, ha sido —para muchos— lo más parecido al regreso del hijo pródigo.
Tras el infructuoso intento de que la ayuda humanitaria ingresara en Venezuela, Guaidó necesitaba ante sus seguidores algo más que esa vertiginosa gira latinoamericana que, desde su entorno, describían una y otra vez con adjetivos superlativos.
Necesitaba lo que ha conseguido este lunes: desafiar a los que amenazan con reprimirlo, ignorar a Diosdado Cabello y a Nicolás Maduro y regresar a su país como un ciudadano que no le debe nada a nadie.
Y lo consiguió. Flanqueado por varios diplomáticos y miles de personas.
La única certeza para mí es que Maduro va a contratacar en cualquier momento.
La respuesta, de la índole que sea, va a concretarse. Si tal cosa no sucediere, entonces algo definitorio estaría pasando en el núcleo duro del oficialismo.
El Tribunal Supremo de Justicia, controlado por el oficialismo, prohibió al líder opositor salir del país y congeló sus cuentas.
Si la idea es limitar su margen de acción, los cerebros del régimen han quedado muy mal parados.
Guaidó ha vuelto a salirse con la suya, el 23 de febrero salía de Venezuela con la ayuda -según admitió- de los militares y hoy, ya lo han visto ustedes. Houdini 2.0 .
Creo que ese Guaidó, larguirucho y sin mucha felicidad verbal, pero ajeno a los golpes de pecho del político “de siempre”, se asombra de cada uno de sus pasos. Y sus seguidores, también. Y esa complicidad no tiene precio. Maduro lo sabe o debería saberlo.