Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Camilo. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – Treinta años después sigue siendo el hombre del tanque en la plaza de Tiananmén, de Beijing.
No sabemos qué se hizo de él o qué hicieron de él, pero es una de las imágenes que definen al siglo XX y un el símbolo de la protesta pacífica, de la gallardía ante la soberbia del poder.
En junio de 1989, hartos de estar hartos, los jóvenes chinos llevaban casi siete semanas manifestándose en aquella plaza.
Y las protestas se habían extendido a otras partes del país.
Por primera vez en muchos años, los chinos presentían que podían quitarse de encima al gobierno comunista, horadado hasta los cimientos por la corrupción y el despotismo.
Y el régimen sabía que cualquier cosa podía suceder, como en Europa del Este.
Aquel manifestante solitario se colocó frente a un tanque que encabezaba la avanzada de la represión. Y le plantó cara, se movía hacia donde se desplazaba el tanque. El juego del gato y el ratón en su versión macabra que parece haber durado al menos dos minutos, según los testigos.
El hombre consiguió escalar por el tanque y dos personas se lo llevaron.
El hombre llevaba dos bolsas, como yo, que entonces vivía en La Habana, acababa de ser padre y salía para la radio o la televisión con un cansancio enorme y una o dos bolsas por si aparecía algo de comer. Lo que fuera.
La Habana de los cándidos se movía al son de la perestroika, la melodía más o menos desafinada de Gorbachov.
La Habana de los más lúcidos seguía a la espera de un milagro.
Nadie sabe cuántos murieron en aquella plaza Tianamén. Amnistía Internacional denuncia que “las autoridades chinas siguen haciendo todo lo que pueden para impedir que la gente pregunte sobre ese día o incluso hable de ello”.
Y nadie en La Habana de entonces vio en la prensa oficial la imagen del manifestante solitario que llevaba esas dos bolsas, a lo mejor para guardar lo que apareciere. De comer o de leer, que llena igual.
Dos bolsas como las que yo solía llevar por aquellos días. Por si acaso.