Nota del editor: Frida Ghitis, exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos internacionales. Colabora a menudo con CNN y The Washington Post y escribe una columna en World Politics Review. Las opiniones expresadas en este artículo son propias de la autora.
(CNN) – El abuelo de Donald Trump, Friedrich Trump, nació en Kallstadt, Alemania, y emigró a Estados Unidos de adolescente. (Según un historiador, lo echaron de su país por no realizar el servicio militar obligatorio). Ahora el nieto de Friedrich es el presidente de Estados Unidos, e intenta alimentar una campaña de reelección avivando el resentimiento nacionalista.
El domingo en la mañana, Trump tuiteó lo que podríamos apodar el lanzamiento no oficial de su campaña de mensajes codificados para su reelección en el 2020.
Fue tan incendiario que ardieron las dudas entre los precavidos editores. CNN simple y correctamente lo llamó un “ataque racista”. El presidente sarcásticamente sugirió que algunos de sus críticos no blancos no son estadounidenses reales. Instó a las “representantes mujeres demócratas”, de las cuales las más conocidas resultan ser mujeres de color, que deberían volver a sus países. Las “representantes”, escribió, “que originalmente provienen de países cuyos gobiernos son una catástrofe completa y total, los peores, más corruptos e ineptos en todo el mundo…” deberían irse.
Se refería muy probablemente a Alexandria Ocasio-Cortez, nacida en Nueva York; Rashida Tlaib, nacida en Michigan; Ayanna Presley, nacida en Massachusetts; e Ilhan Omar, estadounidense naturalizada nacida en Somalia. Todas son ciudadanas estadounidenses, como él, como su esposa, como sus exsuegros, y sus exesposas. Todos son estadounidenses.
Quizás soy demasiado optimista, pero creo que Trump se ha equivocado con los estadounidenses. Esta estrategia electoral resultará contraproducente.
El Estados Unidos que conozco está conformado principalmente por personas que se sienten intrigadas y atraídas por las personas de distintos orígenes.
Y si bien aquí siempre ha habido un segmento que no confía en los de afuera —y personas intolerantes que consideran inferiores a quienes no son blancos— la mayoría de los estadounidenses no son racistas, ni intolerantes, ni creen que los estadounidenses nacidos en Estados Unidos son más importantes que los que no nacieron aquí. Entonces ¿por qué Trump, el hombre que posee un peculiar instinto político apuesta su reelección a la división entre estadounidenses y a enfrentarlos contra sus buenos instintos?
Él piensa que funcionó la primera vez. Pero no estamos en 2016. En el 2016, todo el mundo estaba aterrorizado por los terroristas de ISIS que decapitaban rehenes y hacían explotar clubes nocturnos. La Gran Recesión era lo suficientemente reciente como para que la gente temiera que los inmigrantes pudieran quitarles sus puestos de trabajo. Podía amedrentar a la gente hablando sobre violadores en la frontera, prometiendo mejor atención de salud y un gobierno “solo de los mejores”. En ese entonces, no sabíamos del todo, cuánto mentía Trump, y cuántas de sus promesas no podría cumplir.
Ahora es diferente. El mensaje codificado de Trump, anteriormente percibido principalmente por los extremistas, ahora es un grito a viva voz que todos oímos.
Por supuesto, su racismo, su crueldad contra los inmigrantes y su política todavía resonarán bien con un segmento del electorado. Pero hoy, los estadounidenses ven a Trump tal como es. Ven su campaña y lo que está tratando de hacer. Cuando tuitea sobre gobiernos corruptos e ineptos, pensamos en Donald Trump. Cuando les dice a los descendientes de inmigrantes que deberían irse, pensamos que quizás el nieto de Friedrich Trump es el que no debería estar aquí.
– (Traducción de Mariana Campos)