Nota del editor: Pedro Bordaberry es profesor de la George Washington University, doctor en Derecho y Ciencias Sociales y político uruguayo.
(CNN Español) – Argentina y Uruguay, los dos países vecinos con costas sobre el Río de la Plata, completaron el primer acto del drama eleccionario que protagonizarán este año.
Faltan el segundo (las elecciones generales) y el tercero (el balotaje) pero, como en el libro de Rulfo, el llano ya está en llamas y el drama planteado.
Uruguay tuvo hace unas semanas sus elecciones primarias (internas) en las que los partidos eligieron a sus candidatos a presidente.
La oposición tiene una intención de voto muy superior a la del Frente Amplio, que se encuentra en el poder desde hace 15 años.
El Frente Amplio, de izquierda, es el partido del actual presidente Tabaré Vázquez y del expresidente José Mújica. Aparece en todas las encuestas muy por debajo de la suma de los partidos de la oposición.
La sorpresa es lo que sucede dentro de esta.
Si bien sigue liderando el candidato del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou, un senador con amplia experiencia política, tres hechos conmovieron lo que parecía hasta hace poco su sólido liderazgo.
El primero es que el candidato del Partido Colorado, Ernesto Talvi, se ha acercado tanto en las encuestas al extremo que nadie se anima a pronunciarse en forma contundente sobre el resultado de la elección.
Talvi, un doctor en Economía por la Universidad de Chicago, no posee experiencia política anterior y cuenta con el apoyo del expresidente Julio María Sanguinetti.
El segundo hecho importante es la irrupción de un nuevo partido, Cabildo Abierto, liderado por el general Guido Manini Ríos.
Este obtiene una estimación de voto que lo coloca entre el 6 y el 10% del electorado.
Manini Ríos fue Comandante en Jefe del Ejército hasta principios de año cuando fue destituido por el presidente Vázquez y puede constituirse en la llave parlamentaria del próximo Gobierno.
El tercer elemento es el desplome de otros partidos que aspiraban, por lo menos, a una posición importante.
El más notorio es el de Edgardo Novick, un empresario que, quizás inspirado en Ross Perot, pretendió con una costosa inversión en medios, alcanzar la Presidencia de la República.
Hoy, según las encuestas que se conocen, no supera el 2% de intención de voto. Estos hechos provocaron un endurecimiento de la campaña.
Incluso contra la tradición de Uruguay, el Gobierno habría utilizado medios estatales para atacar a los candidatos de la oposición.
A ello se suma que las redes sociales son utilizadas para lanzar campañas en contra de los candidatos y literalmente, están inflamadas de partidarios que critican a unos y otros sin cesar.
Las elecciones primarias (PASO) de la semana pasada en Argentina fueron, en Uruguay, una oportunidad para que se le recuerde a la oposición su simpatía por Mauricio Macri.
Macri fue derrotado por la fórmula Alberto Fernández - Cristina Fernández de Kirchner en las primarias y tendrá su revancha en el mes de octubre en las generales.
La oposición, a su vez, le recuerda a los oficialistas que los gobiernos kirchneristas fueron no sólo duros con Uruguay sino que se vieron envueltos en los potenciales peores casos de corrupción que se conocen.
Los casos de corrupción, sin embargo, no parecen hacer mucha mella en los electores de ambos países.
Altos funcionarios de los gobiernos de izquierda de ambas márgenes del Río de la Plata fueron procesados e incluso condenados por notorios casos de corrupción.
Sin embargo, esto no parece haber dañado la base electoral de los candidatos kirchneristas en Argentina y del Frente Amplio en el Uruguay, pese a lanaturaleza de las denuncias y los altos cargos involucrados.
En Argentina fueron procesados, con prisión, el exministro de Obras Públicas, su subsecretario, empresarios muy cercanos a los expresidentes y la propia Cristina Fernández, que soporta varias acciones judiciales en su contra.
Pese a eso, la fórmula que integra con Alberto Fernández, obtuvo cerca del 47% de los votos en las primarias frente al 32% del presidente Macri.
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En Uruguay, fueron procesados el ex vicepresidente de la República, el exministro de Economía y el expresidente del Banco de la República, todos del gobernante Frente Amplio.
Pese a ello, las encuestas le otorgan a Daniel Martínez, candidato de ese partido, entre el 30 y el 37% de intención de voto.
Martínez es un ingeniero que presidió a la petrolera estatal Ancap y hasta hace un mes era el intendente de la capital, Montevideo.
La explicación de la falta de impacto de los casos de corrupción en buena parte de los electores parece ser la situación económica.
En Uruguay hay un aumento del desempleo, un déficit fiscal que crece mes a mes y un evidente agotamiento del modelo económico del Gobierno de izquierda. Esto parece influir más que las condenas por corrupción.
En Argentina, la situación económica es precaria y los planes gradualistas de orden de las cuentas públicas impulsados por el gobierno no han dado resultado por el momento.
Que el partido de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que quiere volver al poder, tenga varios dirigentes procesados e incluso se hayan hecho públicas imágenes de personas, como José López, “cargando y no contando“ el dinero que robaban no parece tener la importancia que tiene la situación económica.
Sin embargo, en Argentina la disyuntiva es muy peligrosa.
Durante los gobiernos kirchneristas se persiguió a la prensa, se presionó a la justicia y se llevó adelante una política internacional de alineamiento con Venezuela y los gobiernos chavistas.
Todo parece encaminarse a un final entre el representante del kirchnerismo opositor, Alberto Fernández, y el actual presidente Mauricio Macri.
La mayor intención de voto de Fernández, puesta de manifiesto en las elecciones primarias de la semana pasada, desató -como era previsible y usual en Argentina- incertidumbre y una gran crisis cambiaria y en los mercados.
El pasado del kirchnerismo y el peronismo los condena en esta materia con defaults, impago de la deuda, congelamientos de precios y aislamiento del mundo.
En ese contexto las primeras declaraciones de Alberto Fernández no fueron buenas. Atacó al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, a quien llamó “misógino, racista y violento“ y a Donald Trump, a quien consideró un buen presidente para su país pero “malo para el mundo“. Brasil y EE.UU. fueron dos de los tres principales destinatarios de las exportaciones argentinas en enero de 2019.
Con esas declaraciones terminó de “incendiar el llano” y complicar la situación política y económica. Los mercados temblaron y los ahorristas volvieron, como en el pasado, a demandar dólares.
Los uruguayos, expertos en aprovechar estas situaciones en la vecina orilla, ya agotan los pasajes para ir de compras. Lo que los beneficia a ellos individualmente pero complica al comercio local y el turismo que dependen mucho de los argentinos.
Mientras ello sucede y las economías se resienten en ambas márgenes del Plata, “los de abajo” esperan. Estos son los ciudadanos que confían, alternativamente, en un Gobierno y en otro pero los resultados no llegan.
Pero como dice Azuela en “Los de abajo”: “Ahora van ustedes; mañana correremos también nosotros, huyendo de la leva, perseguidos por estos condenados del Gobierno”.