Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Camilo. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN) – Una banana pegada a la pared con cinta adhesiva se ha vendido en 120.000 dólares en Art Basel Miami Beach, la Feria de Arte de Miami.
Es un plátano como cualquier otro, comprado en una tienda de comestibles de Miami. Aunque La obra no incluye instrucciones para cuando la fruta comience a descomponerse.
El italiano Maurizio Cattelan es el responsable de la pieza que se titula “Comediante”.
Dicen que el hombre se la pasa haciendo bromas pero que lo de la banana no es chiste; de hecho lo estuvo sopesando durante un año.
A Cattelan se le considera entre los artistas más importantes del arte contemporáneo.
Y como no se prodiga en ferias de arte, ha sido la sensación en esa feria de Miami que reúne a los más pintorescos, los más desfasados, los más ridículos, los más geniales y a los más ricos, capaces de comprar algo que haga juego con otro algo que tienen en sus casas del lago Como o de Manhattan.
Lo bueno de visitar esa feria es que uno resulta tan anodino que parece libre de pecado.
Hace un par de años me topé con un artista que, en vez de hablar, sibilaba. Pronunciba una especie de silbido, como de una ese infinita. Pero se mostraba muy atento a lo que uno intentaba preguntarle.
Cuando el escritor estadounidense Tom Wolfe se burló de la Feria de Arte de Miami en su novela Bloody Miami, más de uno -pero no muchos más porque quién lee hoy-, puso el grito en el cielo.
Pero ese es uno de los mejores momentos del libro porque Miami es una ciudad desvergonzada. Cálida y generosa, pero desvergonzada.
Martín Caparrós, el escritor y periodista argentino, dice que en Miami todo el dinero es nuevo: se exhibe, se pavonea, se presume. Y eso se nota siempre.
Yo he visto en la Feria de Arte de Miami sujetos que se acercan a un cuadro o una instalación, con la misma avidez que lo hacen ante un Ferrari: salivando.
Y se ponen eufóricos cuando alguien que pasa por enterado les dice que una banana, aunque se pudra, puede entrar en la historia del arte. Y solo ellos tendrán ese plátano descompuesto.
Según el sitio web de mercado de arte Artnet, dos de las tres ediciones de esos plátanos pegados a una pared ya se han vendido, y el último cuesta 150.000 dólares.
Debe ser cosa de la globalización. O el cambio climático, quién sabe.