Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Camilo. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – A menos de cuatro meses de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, y luego de tres años y medio en la Casa Blanca y media vida de pavoneo en los medios de comunicación, nadie debería sorprenderse de lo que dice y hace Donald Trump.
La idea de vender la isla de Puerto Rico, de abandonarla a su suerte tras quedar devastada por el huracán María en 2017, refleja al presidente de Estados Unidos tal como es. Como siempre ha sido. Como siempre será.
La revelación hecha a The New York Times por Elaine Duke, exsecretaria de Seguridad Nacional, no sorprende. Indigna pero no sorprende.
Justo cuando Trump preguntó –como si hablara ante una junta de accionistas– si su Gobierno podía deshacerse de ese “activo” –frase textual–, cientos de miles de seres humanos en la isla carecían de comida, de electricidad, de la posibilidad de localizar y enterrar a sus muertos; estaban sin esperanza ni ayuda de la administración federal y a merced de unas autoridades locales que parecían más dispuestas a contentar a Trump que a su pueblo.
La propia Duke agregó que esa idea de Trump no fue siquiera considerada o discutida en el Gobierno.
Cerca de 3.000 personas murieron como resultado de aquel ciclón y sus secuelas.
Recuerdo por aquellos días a algunos de mis compañeros de CNN compartiendo agua y comida con aquellos hombres y mujeres, que parecían los más tristes del planeta.
Y recuerdo a un Trump exultante, como si fuese un niño-viejo en un parque de atracciones, lanzando rollos de toallas de papel a los damnificados.
En 2018, sin embargo, Trump insistió en que su manejo de la debacle en Puerto Rico tras el huracán María había sido “un éxito increíble y no reconocido”.
También ese año, varios funcionarios de la Casa Blanca dijeron a los líderes del Congreso que el presidente no quería que se enviaran fondos de ayuda adicionales a la isla.
Y el propio presidente criticó a los líderes boricuas por la administración de cientos de millones de dólares en fondos para la recuperación del huracán, acusándolos de gastar parte de ese dinero en cosas distintas.
El mero hecho de haber pensado en quitarse de encima a Puerto Rico cuando más ayuda necesitaba la isla, territorio de Estados Unidos, evidencia quién es Donald Trump y quién ha sido.
En ese momento, Trump despreció los lazos de todo tipo que unen a la isla con Estados Unidos, despreció a los puertorriqueños que han muerto por Estados Unidos. E incluso despreció a los puertorriqueños que lo apoyan como mandatario.
A menos de cuatro meses de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, sería pertinente tener en cuenta que el desprecio a lo político conlleva a la política del desprecio. Y a criaturas como Donald Trump.
Los puertorriqueños que viven en la isla no pueden votar en la elección presidencial de Estados Unidos, pero los millones que se han mudado al territorio continental sí.
Lo terrible es que casi nunca los votantes se sienten responsables de los fracasos del Gobierno que han votado.
Lo dijo Alberto Moravia, un escritor italiano nacido antes de la era del Tik Tok. Y así nos van las cosas.