(CNN) –– El mes pasado, el director de los Institutos Nacionales de Salud, Francis Collins, acudió a la Academia Nacional de Medicina en busca de ayuda: ¿estaría este reconocido grupo interesado en desarrollar pautas sobre quién debería recibir las primeras dosis de una vacuna contra el coronavirus?
“Esto permitirá al público saber que es algo transparente, no político”, sostuvo el Dr. Victor Dzau, presidente de la academia, quien le respondió a Collins que su organización estaba preparada para la tarea. “El público estadounidense querrá saber cómo está tomando esa decisión. ¿Por qué no la estoy recibiendo yo primero?”, añadió.
Tras meses de tropiezos y críticas a lo largo del espectro político acerca de todo, desde las pruebas hasta los equipos de protección personal, el gobierno de Trump le apunta a demostrar que puede implementar rápida y equitativamente una vacuna contra el coronavirus para millones de estadounidenses tan pronto como esté lista. Eso significa abordar desafíos espinosos como decidir quiénes serán los primeros en la fila de vacunación, asegurar millones de viales de vidrio y jeringas y convencer a los ciudadanos para que se vacunen.
La administración está tomando decisiones que los expertos aplauden, como recurrir a los principales funcionarios de salud y expertos de la industria para liderar los planes de vacuna ––en lugar de políticos––, pero todavía preocupa que el esfuerzo general ––llamado Operación Warp Speed–– permanezca envuelto en un halo de misterio. Además, la respuesta del gobierno al resto de la pandemia no ha inspirado confianza.
“Se ha manejado de cierta manera como un arma secreta, lo cual nunca es bueno”, señaló el Dr. Paul Offit, director del Centro de Educación sobre Vacunas del Hospital de Niños de Filadelfia. “La transparencia siempre es buena”, insistió.
Los primeros en la línea
Cuando finalmente se apruebe una vacuna, no todos los estadounidenses podrán recibirla de inmediato. Eso establece la difícil tarea de decidir, en medio de una pandemia letal, quiénes son los más vulnerables a la enfermedad y quiénes los más esenciales para que la reciban rápidamente.
“Las personas están un poco incómodas sobre que sea el gobierno quien tome las decisiones en este punto”, destacó el Dr. Collins, de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) ante un panel del Senado a principios de este mes.
Los expertos tendrán que considerar las poblaciones vulnerables, como aquellas en centros de asistencia vital o cárceles y quienes trabajan en lugares cerrados como las plantas empacadoras de carne, y también la manera de evaluar a los estadounidenses con condiciones preexistentes.
La Academia Nacional de Medicina espera tener sus recomendaciones disponibles al público en agosto o septiembre.
Adicionalmente, el Comité Asesor de Prácticas de Inmunización (ACIP, por sus siglas en inglés) ––un segundo panel de asesores en vacunas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés)–– también está elaborando su propio conjunto de pautas. Todavía no es claro si el gobierno seleccionará una serie de recomendaciones entre las dos o si tendrá en cuenta ambas al tomar sus decisiones finales.
El mes pasado, el ACIP se reunió virtualmente en un encuentro poco notorio para discutir quién es considerado un trabajador esencial y dónde deben ubicarse los maestros en la lista de prioridades, así como las vacunas para mujeres embarazadas y si la raza y el origen étnico deben tenerse en cuenta para las consideraciones prioritarias.
“Si no abordamos en la priorización este tema de los grupos raciales y étnicos como de alto riesgo, lo que salga de nuestro grupo será considerado con mucha sospecha y con mucha reserva”, sostuvo el presidente del panel, José Romero.
La reunión sintetizó los pasos que el gobierno ya está tomando como preparación para una vacuna, así como la reserva que todavía hay sobre el esfuerzo.
El Dr. Matt Hepburn, de la Operación Warp Speed, comenzó su intervención sobre el desarrollo de la vacuna contra el coronavirus pidiéndole al panel que tomara en cuenta su “falta de capacidad para poder proporcionar muchos detalles sobre lo que estamos haciendo”.
Minutos después, insistió: “No somos una organización secreta que trabaja con personas desconocidas y que nadie comprende realmente lo que estamos haciendo”.
Un alto funcionario del Departamento de Salud y Servicios Humanos le dijo a CNN que “sabemos que hay un problema” en lo que respecta a la transparencia de la Operación Warp Speed.
“La transparencia es la clave para la aceptación”, sostuvo el funcionario. “La gente necesita creer en la seguridad y la eficacia de estas vacunas”, añadió.
“Una tarea inmensa”
Los expertos en vacunas ya han apelado a la administración de Trump por difundir una cronología poco realista a los estadounidenses.
“Creo que cuando la gente le dice al público que habrá una vacuna para finales de 2020, por ejemplo, eso perjudica gravemente al público”, apuntó Ken Frazier, director ejecutivo de la gigante farmacéutica Merck, durante una entrevista reciente con Harvard Business School. “No tenemos una amplia historia de introducir vacunas rápidamente en medio de una pandemia. Debemos tener eso en cuenta”, añadió.
Difundir falsas esperanzas e incumplirlas es solo uno de los múltiples factores que podrían dañar más aún la confianza del público.
“No puedes dar un mensaje optimista acerca de que la vacuna se desarrollará para diciembre y luego, en diciembre, no tener una vacuna. Entonces, la gente se va a preguntar qué pasó”, afirmó Vijay Samant, experto en vacunas quien supervisó la producción de tres vacunas exitosas cuando trabajó en Merck. “En ese tiempo, ya sabes, las personas han renunciado al distanciamiento social bajo el supuesto de que la vacuna se desarrollará en seis meses, y la gente se sorprende de lo que está sucediendo, pierden la confianza”, completó.
Y cuando la vacuna ya esté disponible, todavía podría tardar entre seis meses y un año distribuirla a la población de manera suficiente para retrasar la propagación.
“Eso si tienes suerte”, apuntó Samant.
El gobierno de Trump intenta optimizar ese proceso con la Operación Warp Speed. Por eso, se ha asociado con desarrolladores de vacunas para comenzar a fabricar y almacenar sus medicamentos antes de que se completen los ensayos clínicos de seguridad y de que la Administración de Medicinas y Alimentos de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés) haya aprobado las vacunas.
“Estamos literalmente haciendo la vacuna a una escala comercial ahora, a medida que avanzamos en los ensayos clínicos”, informó el secretario de Salud y Servicios Humanos, Alex Azar, en CNBC este miércoles. “Estamos haciendo eso con un riesgo, utilizando todo el poder del gobierno de Estados Unidos y nuestros recursos financieros para hacerlo. Nadie ha hecho esto antes”, agregó.
Cuando una vacuna sea finalmente aprobada, el objetivo es implementarla de inmediato. Para el próximo año, la administración espera tener aproximadamente 300 millones de dosis de la vacuna contra el coronavirus. Cualquier vacuna que esté disponible probablemente requerirá una dosis inicial seguida de una segunda inyección de refuerzo, según los expertos y proveedores de vacunas.
Ahora, una vez que la vacuna esté lista también existe el desafío de llevarla del laboratorio a los brazos de los estadounidenses. El gobierno está desembolsando cientos de millones de dólares para suministros como viales de vidrio y jeringas.
“Nosotros ––justo al comienzo de la Operación Warp Speed–– trabajamos para bloquear la capacidad de llenado y acabado, así como las jeringas, agujas y cristalería, de manera que hemos asegurado el poder vacunar al pueblo estadounidense cuando obtengamos las vacunas que demuestren ser seguras y efectivas según el estándar de aprobación o autorización de la FDA”, le dijo Azar a CNBC.
Si bien la administración de Trump ha otorgado algunos contratos a proveedores con un historial reducido, otros son con fabricantes importantes como Corning Inc.
“Creo que EE.UU. de cierta manera ha establecido un estándar y el resto del mundo está siguiendo el modelo, bastante de cerca en realidad”, analizó Brendan Mosher, vicepresidente y gerente general de Corning Pharmaceutical Technologies.
“El vidrio no será el cuello de botella crítico”, explicó Mosher. “Habrá bastante disponible cuando la vacuna esté lista, así que creo que vamos a estar en muy buena forma”, añadió.
Beckton, Dickinson and Company ––el mayor fabricante de jeringas del mundo–– señaló que Estados Unidos también avanza en obtener suministros de jeringas. Pero, aún así, puede quedarse corto ante los 700 a 800 millones de jeringas que necesitará para proporcionar vacunas.
“Entendemos que este es un proceso, ¿verdad? Y el gobierno federal está haciendo algunos pedidos iniciales con nosotros y otros fabricantes, pero creo que es el comienzo del proceso”, dijo Elizabeth Woody, vicepresidenta de asuntos públicos para la compañía.
El gobierno ya ordenó 190 millones de jeringas a Beckton, Dickinson and Company, mientras se asocia con la empresa para expandir su capacidad de fabricación.
“Lo que esto nos dice es que ahora estamos tomando las medidas necesarias de preparación para una vacuna contra el covid-19 potencialmente estacional, como lo hemos hecho para la gripe”, añadió Woody.
Los CDC y el Pentágono trabajan en conjunto para distribuir la vacuna en todo Estados Unidos, aunque no han entregado muchos detalles sobre cómo planean hacerlo.
“Esta es una gran tarea, incluso si tienes una vacuna, vacunar a estas personas es una tarea inmensa, una tarea inmensa”, sostuvo el experto en vacunas Samant. “Porque necesitas convencer a la gente”.
¿Somos el conejillo de indias?
Proporcionar la vacuna es una cosa. Pero, convencer a los estadounidenses de que la reciban es otra.
Los funcionarios del gobierno han criticado públicamente algunas garantías de que la vacuna se someterá a pruebas exhaustivas para demostrar que es segura y efectiva. Aún así, una encuesta de CNN realizada en mayo encontró que un tercio de los estadounidenses dijo que no usarían la vacuna contra el coronavirus, incluso si fuera asequible y estuviera ampliamente disponible.
Algunos estadounidenses son escépticos a todo tipo de vacunas. Otros desconfían de la seguridad de la vacuna contra el covid-19 en particular, ya que se está produciendo en una cronología acelerada. Para otros, el esfuerzo de la vacuna está contaminado por la política.
“Estás viendo personas que comentan ‘no puedo confiar en nada de lo que dice Trump’. Y hay personas en el extremo opuesto del espectro que dicen: ‘A menos que él diga que está bien, no lo voy a hacer’”, dijo Emily Brunson, profesora asociada en Texas State y coautora de un informe reciente sobre cuestiones de confianza pública en torno a la vacuna contra el coronavirus. “Vas a tener personas que dudan de la vacuna, cuando normalmente no titubean ante las vacunas”, añadió.
Una de las principales preocupaciones es convencer a las comunidades minoritarias que han experimentado las tasas más altas de hospitalización y de mortalidad para vacunarse. Los expertos indicaron que esto tendrá que involucrar el alcance comunitario a través de organizaciones en las que las personas confíen, como aquellas basadas en la fe.
“Hay mucho trabajo por hacer en términos asegurarnos de que los involucremos antes para ganar su confianza”, sostuvo Dzau de la Academia Nacional de Medicina. “Hay dos maneras en que las personas pueden verlo. Una es ¿somos nosotros los conejillos de indias? O, dos, deberíamos recibirla primero porque tenemos más riesgo”, añadió.
La administración de Trump ya contempla una campaña de comunicaciones para tratar de ganarse a los estadounidenses, según un alto funcionario del Departamento de Salud. Se espera que el esfuerzo incluya anuncios en televisión, radio, digital y vallas publicitarias.
El próximo mes, el gobierno planea comenzar a grabar anuncios de un minuto en los que participarán los principales científicos de la administración, incluido el Dr. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas; el director general de Sanidad, Dr. Jerome Adams; el director de los CDC, Dr. Robert Redfield, y otros más. En los anuncios, los médicos responderán, manteniendo el distanciamiento social, preguntas de celebridades, músicos y atletas sobre las preocupaciones del coronavirus que van desde las pruebas hasta la vacuna.
Sin embargo, los expertos dicen que esos esfuerzos pueden no llegar lo suficientemente rápido.
“Tenemos esta ventana de tiempo”, dijo Mónica Schoch-Spana, investigadora principal del Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud, quien también fue coautora del informe sobre la confianza pública y la vacuna contra el coronavirus.
“No es una conclusión inevitable que vaya a ir bien”, añadió Schoch-Spana. “Y tampoco es una conclusión inevitable que vaya a ir mal”.
Ellie Kaufman, Cat Gloria, Austen Bundy y Daniella Mora, todos de CNN, contribuyeron a este informe.