Crédito: Pablo Blazquez Dominguez/Getty Images

Nota del editor: David Bittan Obadia es abogado, escritor, analista de temas políticos e internacionales, columnista en el diario El Universal de Venezuela y colaborador en otros medios de comunicación. Como conferencista ha participado en el Congreso Judío Mundial, participó en el American Jewish Committee y es expresidente de la comunidad judía de Venezuela. Su cuenta de Twitter es @davidbittano. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente del autor. Lee más artículos como este en cnne.com/opinión.

(CNN Español) – El rey emérito Juan Carlos I dirigió esta semana una correspondencia a su hijo, Felipe VI, rey de España, en la cual le expresa su deseo de cesar en el desarrollo de sus actividades habituales, para trasladarse temporalmente fuera del país.

Este evento es la consecuencia de una serie de circunstancias que han salido a la luz pública después de la abdicación del rey, el 18 de junio de 2014.

No debemos olvidar las tensiones políticas por las que atraviesa España y la corriente antisistema que, entre otros aspectos, se opone al respeto hacia la monarquía. Sin embargo, es parte de la Constitución española y cuenta ciertamente con apoyo de la población la cual, en su momento, muchos fueron “juancarlistas”.

Reconociendo -como español- los errores en los que ha podido incurrir el rey emérito Juan Carlos I y apartándome de un juicio de valor sobre temas que la Justicia está indagando y que, sabemos, se trata de un juicio más político que jurídico -porque los actos del rey durante su reinado, en teoría no son justiciables-, es necesario reconocer, tanto los logros como lo trascendente que ha sido la figura de este rey.

La vida de los Borbón no se concentra solo en alegrías: ha habido mucho destierro y sufrimiento y, particularmente a Juan Carlos no le ha tocado nada fácil. Nació en el exterior (Roma, Italia), fue educado en el exilio y con muchos años de incertidumbre, lejos de España; ni hablar del trágico capítulo de la muerte de su hermano menor, Alfonso, a quien le disparó accidentalmente. También se sabe que no es una monarquía que heredó fortunas.

España culmina un período de dictadura en el año 1975 y la figura de Juan Carlos I ha sido fundamental para el proceso de transición y para el desmonte de la herencia autoritaria del franquismo. El entonces rey supo elegir a figuras de la talla de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno, tomar decisiones como la de legalizar al Partido Comunista y conformar, asimismo, una sociedad política inclusiva.

Posteriormente, y durante la reestructuración de su país, le tocó enfrentar el fallido golpe de Estado de febrero de 1981, durante el cual, ejerciendo su liderazgo, salvó a España de un salto a la oscuridad.

Juan Carlos I posicionó a España en un altísimo nivel, habiendo utilizado su figura y relaciones públicas en beneficio de su país, ni hablar de la defensa de sus instituciones y representantes; muestra de ello es aquel inmortal “¿por qué no te callas?”, en la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, realizada en Santiago de Chile en 2007, en la que rompió el protocolo para interpelar al presidente Hugo Chávez, evitando así que continuara hablando despectivamente, como lo estaba haciendo, del entonces expresidente de Gobierno, José María Aznar.

Juan Carlos I, junto con un gran equipo de personas, lograron que -prácticamente desde la muerte de Carlos III- España viviera la mayor época de prosperidad y concordia durante los últimos siglos.

La vida íntima del rey y sus errores forman parte de una monarquía que es cercana a la gente y con la que queda particularmente demostrado que Juan Carlos fue, ni más ni menos, un rey de carne y hueso.

Suscribo lo que escribió recientemente el almirante español Ángel Tafalla, haciendo referencia al rey: “Si tuviera que definir a esta persona, a la que tanto debemos, pero que comienza a ser juzgada en la plaza pública española –y quizás también por alguna otra jurisdicción extranjera– usaría la palabra vital”.