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Nota del editor: Annika Olson es subdirectora de investigación de políticas en el Instituto de Investigación y Análisis de Políticas Urbanas de la Universidad de Texas en Austin y miembro de Public Voices del Proyecto OpEd. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente suyas. Vea más artículos como este en CNNE.com/opinión.

(CNN) – Las cifras que arroja el covid-19 son nefastas y siguen empeorando. A la hora de redactar este artículo, se han registrado más de 20,5 millones de casos y casi 750.000 muertes en todo el mundo. Solo en Estados Unidos hay más de 5 millones de contagios y la pandemia se ha cobrado más vidas que las perdidas en las casi dos décadas que duró la guerra de Vietnam.

Sin embargo, sigo viendo titulares como “Jóvenes estadounidenses se divierten en una fiesta mientras propagan el covid-19 rápidamente”, “Padres cooperan con los funcionarios de salud después de que una fiesta de adolescentes en Nueva Jersey produjera brote de covid-19” o “300 adolescentes expuestos al covid-19 en una fiesta masiva cerca de Austin”.

Mientras escribo esto, hay una multitud de personas en la piscina de mi edificio de apartamentos, sin mascarillas ni el distanciamiento físico recomendado.

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01:17 - Fuente: CNN

No se suponía que esto iba a pasar. Yo misma soy veinteañera, y durante los primeros días de la pandemia escribí una carta abierta a mi generación explicando por qué deberíamos mantenernos alejados de las playas abarrotadas y quedarnos en casa. Cité datos y cifras fiables sobre la pandemia y, señalando a Italia, advertí sobre las consecuencias de no tomarla en serio.

Después de que CNN la recogió, mi carta llegó a una audiencia nacional. Frente a los consejos de salud pública contradictorios, esperaba que resaltar los datos en sí contribuyera a cambiar los corazones y las mentes.

Cinco meses después, está claro que ni mi artículo ni los muchos paneles de salud pública frente al covid-19 han persuadido a muchos de mis pares. Estoy tratando de entender por qué.

Este asunto va más allá de mi orgullo herido. Los adultos jóvenes de entre 20 y 40 años son una parte importante del creciente número de casos, y muchos más pueden ser contagiosos incluso si no muestran ningún síntoma. Si queremos detener el virus y reabrir nuestras escuelas, tiendas y restaurantes, necesitamos que estas personas se sumen al uso de mascarillas y respeten el distanciamiento social que marcan las autoridades sanitarias.

¿Por qué los hechos no son suficientes para hacer esto? No tengo respuestas definitivas. Pero tras cinco meses de reflexionar sobre ello, tengo algunas ideas.

Primero, las campañas de salud pública que promueven la eliminación total del riesgo no funcionan bien, especialmente para en el público joven.

Es como la educación sexual basada únicamente en la abstinencia. Se ha demostrado que es ineficaz. Pero también se asocia con peores resultados, porque priva a los niños de oportunidades para comprender cómo reducir los riesgos si deciden tener relaciones sexuales. De manera similar, el simple hecho de bombardear a los jóvenes con memes de #StayHome (Quédate en casa) probablemente no eliminará su comportamiento de riesgo.

De hecho, un hombre de 30 años que pensó que el covid-19 era un engaño murió recientemente después de asistir a una “fiesta covid” en Texas. Claramente, algunos no están obteniendo buena información sobre cómo mitigar los peligros.

En realidad, estamos en una posición peor que aquellos que enseñan educación sexual basada únicamente en la abstinencia, porque a diferencia del riesgo de enfermedades de transmisión sexual o embarazo en la adolescencia, lo que produce el covid-19 era desconocido hasta hace unos meses.

La pandemia ha progresado con rapidez y, dado el mensaje contradictorio de los funcionarios públicos, también el caos. No es de extrañar que cuando les decimos a los jóvenes que pueden quedarse en casa o arriesgarse a serios peligros al salir, opten por abandonar sus hogares.

En segundo lugar, la presión de sus coetáneos durante la cuarentena es enorme. Lo siento a diario. ¿Cómo es posible que tantas personas publiquen sobre sus viajes al lago, cenas en restaurantes elegantes y “darties” (fiestas durante el día) mientras yo me quedo en casa?

Por último, los jóvenes siempre han tenido un fuerte sentido de invencibilidad. Gary L. Wenk, profesor de psicología y neurociencia en la Universidad Estatal de Ohio, informa que los sentimientos de inmortalidad dependen del hecho de que sus lóbulos frontales no están completamente desarrollados o mielinizados. Este proceso se completa entre las edades de 25 y 30.

Las personas se vuelven más conscientes de su mortalidad a medida que envejecen. Este grupo etario simplemente no está preparado para la muerte. Y durante una pandemia, eso es un problema.

Entonces, ¿cómo podemos aplicar estas ideas para generar cambios en su comportamiento?

Una idea es centrarse en un modelo de reducción de daños, que ha aminorado con éxito los embarazos de adolescentes y el abuso de sustancias. En lugar de un enfoque de solo abstinencia para la pandemia (nunca salga de la casa, use siempre una mascarilla, permanezca a al menos 2 metros de los demás), podemos reconocer que algunas personas, especialmente las más jóvenes, van a correr riesgos, nos guste o no.

En lugar de decirles “MANTENGANSE EN CASA PARA SIEMPRE”, podemos ayudar a los jóvenes a comprender qué actividades son más seguras -andar en bicicleta con algunos amigos, ir de excursión, comprar comida para llevar- versus lo que es más peligroso: fiestas en casa con mucha gente y nadar en piscinas públicas abarrotadas de personas.

También podemos intentar convertir la presión de sus coetáneos en una fuerza para siempre. Los estudios demuestran que la influencia de las amistades puede ser una herramienta poderosa para disminuir los comportamientos de riesgo entre los jóvenes. Por ejemplo, es más probable que los estudiantes con amigos que consumen sustancias aumenten su ingesta. Por el contrario, después de participar en un programa de abuso de sustancias dirigido por sus compañeros, redujeron el consumo.

En lugar de avergonzar a los jóvenes por seguir a la multitud, podemos alentarlos a crear un entorno en el que ponerse en riesgo de contagiarse con covid-19 va en contra de la norma. Algunos ya lo están haciendo. Solo mire los TikToks de travesuras familiares en cuarentena, que incluyen tanto a jóvenes como a mayores, y las publicaciones de Instagram de #quarantinecooking caseras -una delicia-.

Por último, la investigación sobre la invencibilidad muestra que podemos hacer que los riesgos del covid-19 sean reales al compartir menos estadísticas y consecuencias a largo plazo y mostrar historias personales más inmediatas.

Podemos comenzar con las últimas palabras que el hombre de 30 años que asistió a la “fiesta covid” le dijo a su enfermera: “Creo que cometí un error. Pensé que esto era un engaño, pero no lo es”.

A pesar de los últimos cinco meses, sigo creyendo que mientras más personas comprendan de qué se trata el covid-19, más vidas se salvarán. Y sigo esperando que al llegar a los jóvenes -que a menudo marcan tendencias-, también seremos capaces de influir en la población en general y no solo aplanar la curva, sino aplastarla.