(CNN) – Desde el terreno de Filadelfia donde nació el experimento estadounidense, un expresidente —en un impresionante discurso en horario de máxima audiencia a la nación que una vez dirigió—advirtió que su sucesor estaba a punto de destruir la democracia.

La última entrega del largo duelo entre Barack Obama y Donald Trump ejemplificó perfectamente los contrastes discordantes de los temperamentos personales y políticos de los dos residentes definitorios de la Casa Blanca en esta época. Y llevó su rivalidad a un nivel sin precedentes en la historia moderna de la Presidencia.

Obama, serio e intelectual, pronunció una compleja conferencia constitucional en la televisión en horario estelar durante la Convención Nacional Demócrata (CND) que se llevó a cabo de manera virtual. Hizo un barrido histórico, que abarcó a los fundadores del país, el movimiento de derechos civiles, la herencia inmigrante de Estados Unidos y los jóvenes estadounidenses a los que llamó a la acción para salvar sus libertades tal como lo habían hecho sus antepasados cada vez que la promesa del país estaba en peligro.

Mientras tanto, Trump, en la Casa Blanca, tuiteaba furioso en tiempo real en mayúsculas, lanzando acusaciones descabelladas y mentiras con las que, en todo caso, proporcionaba evidencia de las sombrías advertencias de su predecesor.

En 2004, Obama se hizo un nombre con la esperanza juvenil, exuberante, y quizás ingenua, de su discurso ante la CND. Dieciséis años después, un canoso Obama le advirtió a Estados Unidos que debería esperar que “un presidente sea el custodio de esta democracia”.

“Debemos esperar que, independientemente del ego, la ambición o las creencias políticas, el presidente preservará, protegerá y defenderá las libertades y los ideales por los que tantos estadounidenses marcharon y fueron a la cárcel; pelearon y murieron”, dijo Obama.

Obama, ahora un ciudadano común, no tiene poder formal ni mandato para hablarle al pueblo estadounidense como lo hizo el miércoles por la noche, en una convención virtual que en su aislamiento sin multitudes sirvió para subrayar la gravedad de su mensaje.

Sin embargo, Obama lleva la autoridad de su estatus histórico, el peso moral de dos mandatos en la Casa Blanca y la popularidad duradera en la mitad del país que se rebela contra los abusos de poder de Trump, las políticas raciales divisivas y el cultivo constante de su propio ego.

Y la violación de Obama de la etiqueta de los presidentes retirados fue precedida por años de ataques de Trump de formas nunca antes vistas por un sucesor presidencial estadounidense, en las que el presidente acusaba a Obama de traición de manera rutinaria e infundada.

El expresidente se presentó como un guardián de la democracia, de 243 años de normas constitucionales y autoridad tomada de las masas no impuesta por un líder fuerte desde arriba.

“No dejes que te quiten el poder. No dejes que te quiten tu democracia”, dijo Obama en una súplica que fue mucho más profunda que el repudio de un líder político a las políticas destructoras del legado de su predecesor.

“Haz un plan ahora mismo sobre cómo te vas a involucrar y a votar. Hazlo lo antes posible y diles a tus familiares y amigos cómo ellos también pueden votar”, dijo Obama, acusando a la administración Trump de suprimir el voto y contar con cinismo con el pueblo para garantizar cuatro años más en el poder.

“Lo que hacemos resuena a través de las generaciones”, dijo Obama, en lo que probablemente fue la conferencia más vista sobre la herencia constitucional de Estados Unidos en la historia.

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Esto es lo que la Convención Nacional Demócrata nos mostró sobre Estados Unidos
02:09 - Fuente: CNN

Un bombardeo largamente esperado

Los demócratas han esperado cuatro años para que Obama hable de esa manera. Pero si hubiera realizado un comentario diario sobre los atropellos de Trump, la advertencia del ex comandante en jefe, el miércoles, no habría tenido impacto, así como la reserva de capital político que su reticencia generó entre los votantes comprensivos.

Reprendió a Trump en términos asombrosamente explícitos para un miembro del club de presidentes, una fraternidad que el actual comandante en jefe desdeña.

“Nunca esperé que mi sucesor aceptara mi visión o continuara con mis políticas. Esperaba, por el bien de nuestro país, que Donald Trump pudiera mostrar algún interés en tomarse el trabajo en serio; que pudiera llegar a sentir el peso de la Presidencia y descubrir algo de reverencia por la democracia que se había puesto a su cuidado”, dijo Obama.

“Pero nunca lo hizo. Desde hace casi cuatro años, no ha mostrado interés en el trabajo; no le interesa encontrar puntos en común; no le interesa usar el asombroso poder de su oficina para ayudar a nadie más que a sí mismo y a sus amigos; ningún interés en tratar la Presidencia como algo más que un reality show más que puede usar para obtener la atención que anhela.

“Donald Trump no se ha transformado en el trabajo porque no puede”.

Es una imagen de la presidencia de Trump que es familiar por decenas de libros reveladores, relatos de información privilegiada y de los medios y la evidencia de un presidente ávido de publicidad que se otorga a sí mismo las mejores calificaciones incluso en una pandemia que ignoró, administró mal y tergiversó y que ha matado a más de 170.000 estadounidenses.

Los comentarios de Obama no se produjeron en el vacío. Solo unas horas antes, Trump prácticamente había respaldado la teoría de la conspiración sin sentido del culto QAnon desde el podio de la Casa Blanca. El presidente está difundiendo afirmaciones falsas sobre el fraude masivo en el voto por correo. Coacciona a una potencia extranjera para que destruya la candidatura del aspirante demócrata Joe Biden, algo por lo que fue sometido a juicio político.

Trump ha ignorado o atacado a todas las instituciones que pueden hacerle rendir cuentas desde el Congreso a los tribunales, el Departamento de Justicia, los mandos militares y la prensa. Retuitea la propaganda de inteligencia rusa. Cualquier influencia restrictiva en su gabinete ha sido eliminada desde hace mucho tiempo. Es posible que ya haya aplastado la legitimidad de cualquier victoria de Biden en noviembre al advertir que cualquier elección que pierda será “amañada”. La secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Kayleigh McEnany, se negó horas antes a afirmar que el presidente aceptaría el resultado de las elecciones. En cualquier otra administración esto sería un escándalo definitivo. En esta Casa Blanca apenas mereció un comentario.

En muchos sentidos, toda la presidencia de Trump se ha desarrollado como un intento de borrar de las páginas de la historia a Obama, a quien atacó implacablemente en una conspiración racista sobre su lugar de nacimiento, lo que construyó su movimiento político. El miércoles, por ejemplo, hizo otro intento de destruir el acuerdo nuclear con Irán, que es el logro de política exterior más importante de Obama.

La presidencia de Trump también puede verse como una reacción violenta al cambio social en temas como los derechos LGBTQ, la introducción de un sistema de atención médica casi universal y la realidad de un presidente negro durante los años de Obama.

Una batalla que definirá una era

Los intercambios del miércoles subrayaron cómo esta elección decidirá si la tensión política dominante en Estados Unidos es la demagogia populista y el movimiento culturalmente blanco ofrecido por Trump o la cruzada multicultural de aspiraciones de los demócratas de Obama, que apelan a una creciente diversidad nación.

La primera respuesta del presidente al discurso de Obama fue acusarlo falsamente de espiarlo en 2016, luego de que un nuevo informe de una comisión del Senado, liderado por los republicanos, confirmara múltiples contactos entre su campaña y Rusia en 2016.

“ESPIÓ EN MI CAMPAÑA, ¡Y FUERON ATRAPADOS!”, tuiteó Trump, torciendo el historial de hechos sobre esa elección anterior.

La reacción del presidente fue un recordatorio de cómo ha basado todo su mandato en una ola de conspiración, desinformación y falsedad demostrable.

Pero también insinuó una debilidad potencial del argumento de Obama, uno que se ha formulado en términos menos elocuentes en toda la convención demócrata.

Orador tras orador han dicho que Trump es un mal presidente y que carece de las cualidades emocionales y cerebrales o del sentido de bienestar nacional y responsabilidad cívica necesarios para la Presidencia.

Obama acertó a medias cuando dijo que Trump ni siquiera lo intentó.

Pero ese es el objetivo de la presidencia de Trump. Llegó al poder decidido a destruir el statu quo estadounidense. Las normas, las leyes, las tradiciones no significan nada para él, ya que la Presidencia es solo otro escenario en el que perseguir sus objetivos personales y dominar los medios y la vida nacional.

Su mala conducta y comportamiento inconstitucional, que aquellos que están de acuerdo con Obama encuentran vergonzoso y amenazador para la república misma, son la razón por la que millones de sus seguidores —enojados con las élites que creen apuntalan un sistema político que los ignora y desprecia— son devotos a él.

Pero Obama rechazó el derrotismo sobre la democracia y dijo una y otra vez que los antepasados de los estadounidenses modernos se habían enfrentado a las mismas dudas, desde los agricultores de Dust Bowl hasta los inmigrantes italianos e irlandeses, los latinos, los judíos y los reprimidos por la segregación de Jim Crow, en el sur, pero habían resuelto hacer funcionar el sistema estadounidense.

“Cualquier posibilidad de éxito” ahora depende completamente del resultado de esta elección, dijo.

“Esta administración ha demostrado que derribará nuestra democracia si eso es lo que se necesita para ganar”, dijo, pidiendo un gran voto de apoyo a la candidatura demócrata de Joe Biden y Kamala Harris.