(CNN) – Cuando la jueza Ruth Bader Ginsburg regrese por última vez a la Corte Suprema, este miércoles, un ejército de más de cien de sus antiguos secretarios se reunirá con el ataúd y la acompañarán por los escalones de piedra que conducen al gran salón donde presidió el ícono liberal casi 30 años.
La Corte Suprema, construida sobre precedentes y arraigada en la tradición, honrará a Ginsburg en una ceremonia privada y luego en una vista pública. Pero sus antiguos secretarios, que hacen guardia, no abandonarán el ataúd.
FOTOS | Una mirada a la vida de Ruth Bader Ginsburg, jueza de la Corte Suprema de EE.UU.
Además de su familia y sus opiniones escritas, los empleados de Ginsburg son su legado más duradero. Comenzaron su mandato como abogados jóvenes sin experiencia y emergieron con credenciales legales incomparables que marcarán sus currículums para toda la vida: secretarios de la Corte Suprema.
Pero para muchos, trabajar para Ginsburg no fue solo una lección legal. También inculcó la idea de que las mujeres podían tenerlo todo, pero tal vez no al mismo tiempo. Ella elogiaba a su “compañero de vida”, su marido, Marty, “el único hombre”, decía, a quien “le importaba que yo tuviera cerebro”.
Un modelo a seguir
La jueza —que era una noctámbula, era una fanática del Derecho Administrativo y amiga cercana de su opuesto ideológico, el difunto juez Antonin Scalia— fue un modelo a seguir tanto en la ley como en la vida.
“La jueza nos enseñó un par de cosas sobre una vida bien vivida”, dijo su exsecretaria Lori Alvino McGill.
“Ella fue una de las primeras mentoras que me dijo que podía hacer cualquier cosa, pero también me dijo que sería una tontería pensar que podía hacer muchas cosas bien al mismo tiempo”, dijo McGill. “Las lecciones de vida que impartió me dieron el valor para dar un paso atrás en mi propia carrera y elegir, en este momento, estar más presente para mis tres hijos”.
Ginsburg les dijo a sus secretarios que a veces en el matrimonio, y en el trabajo, ayuda ser “un poco sordo”, y les enseñó sobre la perseverancia y la fuerza hercúlea.
Amanda Tyler se unió a la oficina de la jueza en el verano de 1999, pero pronto se enteró de que semanas antes de que comenzara el nuevo mandato, Ginsburg había recibido su primer diagnóstico de cáncer. La mayoría creía que ella no participaría en las discusiones para pasar por un régimen de tratamiento extenso. Pero el primer día de la legislatura, Tyler, quien escribió sobre la experiencia para la revista The Atlantic, recibió la llamada de la jueza.
“Amanda”, dijo, “llama a la oficina del jefe y asegúrate de que sepa que voy”. Más tarde, Ginsburg mostraría la nueva riñonera que había adquirido para ocultar su dispositivo de quimioterapia portátil.
El día después de la muerte de su esposo, en 2010, Ginsburg estaba en la Corte y rara vez se perdía una sesión.
Una mujer exigente
En las semanas previas a su propia muerte, intercambió borradores para un proyecto de libro en el que estaba trabajando con Tyler.
“Ella todavía me estaba enseñando sobre el oficio de escribir: lo importante que es la precisión y nunca usar cuatro palabras cuando tres son suficientes”, dijo Tyler.
“Con un matrimonio, un nacimiento o un nuevo trabajo, siempre había una nota de la jueza”, dijo Lisa Blatt, quien fue secretaria de Ginsburg en el Tribunal de Distrito de Estados Unidos para el Distrito de Columbia. “Y cuando la visitaba, siempre preguntaba por nuestros hijos y cómo iba el trabajo”.
Ginsburg era exigente con el tipo de empleados que elegía.
“Mi primer año en la Corte, me atendió un asistente legal que había estado conmigo en el circuito de Washington, y su solicitud fue tremendamente atractiva para mí. ¿Por qué? Porque escribió que estaba estudiando Derecho por la noche en Georgetown. La razón era que su esposa, una economista, tenía un buen trabajo en el Banco Mundial”, le dijo a Jeffrey Rosen de The National Constitution Center, en 2018.
“Notorious RGB”
Las historias son leyendas. Cuando Ginsburg escuchó por primera vez su apodo, Notorious RBG, no estaba segura de lo que significaba, así que le preguntó a un empleado.
“Le pregunté a mi asistente legal, ¿qué es el Notorious RBG?”, le dijo a una audiencia en la Facultad de Derecho de Duke, en 2015.
Cuando se enteró que el nombre era un juego de palabras con el del fallecido Notorious BIG, un rapero, se convirtió en un tema de conversación en la legión de discursos y apariciones que haría incluso cuando ella estaba enferma de uno de sus cinco episodios de cáncer. A menudo, con una pequeña bolsa de lona que decía “Disiento”, le decía a la audiencia que se parecía mucho a su tocayo “porque los dos somos de Brooklyn”. La multitud rugiría.
Al final, la mujer de 87 años estaba mucho más a la moda que sus antiguos empleados. Había camisetas de “no puedes tener la verdad sin Ruth” y “fear the grill”, así como tazas de café y muñecos bobbleheads de ella. Un músico puso música a su disidencia en un caso de libertad religiosa.
En ese momento, no solo estaba impresionando a sus empleados más jóvenes: se había convertido en un icono.
“Tiene sentido absoluto que la jueza Ginsburg se haya convertido en un ídolo para las generaciones más jóvenes”, dijo la jueza Elena Kagan en un evento en la Asociación de Abogados de Nueva York, en 2014. “Su impacto en Estados Unidos y la ley estadounidense ha sido extraordinario”.