(CNN) –– A medida que Joe Biden se acerca a los 270 votos electorales que necesita para derrotar al presidente Donald Trump en la contienda por la Casa Blanca, vale la pena considerar cómo luciría la política en caso de que el exvicepresidente sea elegido. También, si Biden tiene alguna posibilidad de cumplir su promesa de devolverle algún sentido de normalidad a nuestra política y nuestro país.
“El pueblo estadounidense quiere que su gobierno funcione. Y no creo que sea demasiado pedir”, dijo Biden durante el discurso que anunció su candidatura presidencial en mayo de 2019. “Sé que algunas personas en la ciudad de Washington dicen que no se puede hacer. Pero déjenme decirles algo y asegurarme de que entienden esto: el país está cansado de la división. Están hartos de las peleas. Están hartos del comportamiento infantil”, completó.
La creencia que sustentó la campaña de Biden y que llevó a una promesa
Esa creencia ––que Trump era una anomalía, un problema técnico en Matrix–– sustentó toda la campaña de Biden para las elecciones primarias y generales. Hizo campaña como el candidato del cambio. Justamente, para llevar las cosas de nuevo a como eran en los viejos tiempos, no tan malos, cuando los republicanos y los demócratas se enfrentaban, pero finalmente hallaban maneras de trabajar juntos.
El mensaje de Biden, desglosado en sus términos más simples, fue este: nosotros, los demócratas y republicanos, somos mejores que estos últimos cuatro años.
Ahora bien, la pregunta, tanto en las elecciones primarias como generales, fue: ¿lo somos?
Los demócratas liberales insistieron en que era decididamente una ilusión la creencia de Biden de que los republicanos despertarían de algún modo del sueño febril de Trump si resultaba derrotado. Que el Partido Republicano está fundamentalmente perdido y tiene poco interés en volver a la normalidad.
Y luego están los republicanos que respaldan a Trump y que pasaron los últimos días de campaña haciendo afirmaciones descabelladas e infundadas sobre el hijo de Joe Biden, Hunter. También insistiendo en que el exvicepresidente estaba senil. Y quienes ahora, liderados por Trump, insisten ––sin pruebas–– en que el recuento legítimo de votos en los 6 estados que siguen en el proceso de escrutinio es de alguna manera incorrecto o nefasto. (No es ninguno de los dos, así es como funciona la democracia).
¿Qué le esperaría a Biden si gana las elecciones y podría cumplir su promesa?
Biden tiene muchos más caminos para ganar que Trump en este momento. Pero, incluso si lo logra, quedan preguntas reales acerca de si la promesa fundamental de la campaña de Biden puede alcanzarse de forma remota.
Trump, porque justamente es Trump, no se irá tranquilamente con una derrota. En cambio, es probable que se niegue a concederle la carrera a Biden. Incluso, que utilice la ridícula noción de que contar todos los votos emitidos legalmente fue de alguna manera una abolición de la democracia. Esa victimización, que siempre ha estado en el centro de la personalidad de Trump, impulsará los llamados entre sus leales seguidores a ejecutar una especie de presidencia en la sombra durante los próximos cuatro años. Y, sí, posiblemente incluso para postularse nuevamente para presidente en 2024.
Si Trump busca o no en última instancia una tercera candidatura presidencial es una pregunta imposible de responder en este momento. Sin embargo, él mantendrá la posibilidad por el mayor tiempo posible para ejercer una influencia masiva sobre el Partido Republicano. Y lo que es más importante: para mantenerse a sí mismo en las noticias y como una figura relevante.
Biden tendrá que lidiar con Trump agitando las cosas desde afuera. Además, incluso dentro de Washington existen obstáculos importantes para las esperanzas de Biden de llevar las cosas a la normalidad.
La fuerza de los republicanos
Es casi seguro que los republicanos mantengan la mayoría en el Senado en 2021. Es un resultado destacado dadas las predicciones de los pronosticadores políticos frente a que los demócratas resultaron favorecidos en una ola antiTrump en la mayoría. Eso significa que cada parte de la presidencia de Biden –– desde sus elegidos para cargos en el gabinete hasta sus prioridades políticas–– necesitará el apoyo de los republicanos para aprobarse. Y es muy posible que (probablemente todavía) el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, tome la decisión estratégica de que cooperar con Biden en, bueno, cualquier cosa, no beneficie las posibilidades de su partido de recuperar la Casa Blanca en 2024.
Al otro lado del Capitolio, los demócratas conservarán su mayoría en la Cámara, pero no sin pagar un precio. Los republicanos obtendrán escaños como resultado de las elecciones de 2020, un cambio frente a las expectativas preelectorales que ya provocó un llamado desde las filas demócratas para evaluar qué salió mal. Ese ajuste de cuentas, casi con certeza, enfrentará a los liberales contra los moderados en el grupo demócrata de la Cámara: ambos grupos insistirán en que si el partido solo los hubiera escuchado más, las cosas el 3 de noviembre hubieran sido diferentes.
Un Trump que se mantiene relevante. Un Partido Republicano sorprendentemente a flote en el Senado y la Cámara. Y un Partido Demócrata dividido al borde de una guerra ideológica. Esta será la realidad política que Biden enfrentará si es elegido presidente.
Y es un conjunto de hechos que bien podrían arruinar sus posibilidades de lograr su promesa de campaña central: hacer que la política vuelva a ser normal.