Washington (CNN) – El mapa electoral del 2020, a primera vista, parece decididamente… inacabado.
Si miras el mapa, está el azul tradicional a lo largo de las costas y una gran franja roja desde las llanuras superiores hacia el sur, pero también hay mucha área gris, tanto literal como figurativamente.
CNN sigue sin proyectar quién ganará en cinco estados críticos en el campo de batalla: Arizona, Georgia, Nevada, Pensilvania y Carolina del Norte. Esos estados determinarán, sin lugar a dudas, la identidad del próximo presidente. Ambos hombres conservan el camino hacia la victoria, aunque Biden se está acercando a los 270 votos electorales que necesita para llegar a la Casa Blanca.
Es difícil, pero muy importante, recordar en medio de esta incertidumbre constante que todo esto es a) totalmente esperado y b) totalmente normal.
El retraso para conocer los resultados, algo esperado
No hay absolutamente nada en la Constitución ni en ninguna ley federal que ordene que un ganador de la elección sea declarado el día de la elección. De hecho, durante gran parte del siglo XIX, se necesitaron días, si no semanas, para que se declarara al ganador. (¡Después de todo, sin Internet todo se movió más lentamente en el siglo XIX!) E incluso en elecciones más recientes, declarar un ganador generalmente se extiende más allá de la noche de las elecciones, ya que el conteo de votos estado por estado a menudo puede demorarse horas o días. (En el año 2000, no supimos quién sería el presidente sino hasta el 12 de diciembre, más de un mes después del día de las elecciones).
Esto es lo “normal”. Lo “esperado” es que todos sabían desde el martes que el coronavirus había alterado fundamentalmente las matemáticas sobre cómo la gente vota. Mientras que aproximadamente 46 millones de personas habían votado a principios de 2016, más de 100 millones lo hicieron en 2020, un aumento sorprendente impulsado por las preocupaciones sobre el covid-19 y una serie de cambios en las leyes estatales diseñados para facilitar la votación anticipada, ya sea en persona o por correo.
Particularmente en nuestros núcleos urbanos donde se emitieron millones y millones de votos y necesitan ser contados, el cambio radical en la forma en que Estados Unidos vota aseguró que el proceso de tabulación sería más lento que en las elecciones recientes y más lento de lo que cualquiera de nosotros quisiera.
Cuando se duplica el número de votos anticipados y se mantienen las mismas reglas sobre cuándo y cómo serán contados (y el mismo número o menos de funcionarios electorales para contarlos), lo que estamos viendo desde el miércoles por la mañana era de esperar.
La lentitud del proceso, entonces, es una señal de que el sistema está funcionando, no al contrario.
Lo que hace que lo que dijo Trump, en la madrugada del miércoles, sea aún más irresponsable: “Íbamos a ganar esta elección”, les dijo Trump a sus aliados en el salón este de la Casa Blanca. “Francamente, ganamos. Así que iremos a la Corte Suprema de Estados Unidos. Queremos que cesen todas las votaciones. En lo que a mí respecta, ya ganamos”.
No. Ni siquiera cerca. Los votos que se cuentan actualmente se emitieron de manera legal, según las leyes estatales particulares. Sería una absoluta perversión de nuestro proceso democrático si esos votos fueran ignorados o bloqueados de alguna manera porque no se contaron en el día de las elecciones.
No es así como funciona esto. No es así como funciona nada de esto.