(CNN) – Joe Biden será presidente en 30 días. Hasta entonces, la pregunta es cuánto daño puede hacer un próximo expresidente vengativo y delirante que devora teorías de conspiración, cuyos salvajes instintos antidemocráticos están siendo alentados por oportunistas políticos marginales.
Donald Trump conservará los asombrosos poderes de la presidencia hasta el mediodía del 20 de enero, y nunca ha habido un momento en el que haya estado sujeto a tan pocas influencias restrictivas o haya tenido un mayor incentivo para causar trastornos.
El presidente pasa día tras día en su búnker de la Casa Blanca, considerando teorías descabelladas sobre imponer la ley marcial, apoderarse de las máquinas de votación y organizar una intervención en el Congreso el 6 de enero para robarle las elecciones a Biden.
Rodeado por los últimos leales sin futuro, Trump arroja mentiras y veneno político como el Rey Lear en un reino de Twitter que se desmorona, alarmando a algunos empleados sobre lo que hará a continuación.
El lunes, se reunió con una camarilla de legisladores republicanos que planean impugnar las elecciones sobre afirmaciones infundadas de fraude en una sesión especial del Congreso para ratificar los resultados el 6 de enero.
Dos formas en que Trump todavía puede hacer daño a EE.UU.
Trump puede hacer más daño a Estados Unidos en los próximos días de dos maneras: por diseño agresivo y por su pasivo descuido de su obligación de liderar.
Sus intentos de aplastar las tradiciones democráticas estadounidenses al reclamar una victoria aplastante en una elección que perdió y que no fue especialmente apretada encaja en la primera categoría. El comportamiento del presidente ha sembrado una gran desconfianza en el sustento fundamental del sistema político de Estados Unidos, las elecciones justas, entre millones de sus votantes y amenaza con comprometer la legitimidad de la Casa Blanca de Biden.
La indiferencia de Trump ante las múltiples crisis provocadas por su gobierno constituye la segunda categoría de su vandalismo político. Esto incluye su apatía por una furiosa pandemia que ha infectado a 18 millones de estadounidenses y ha matado a casi 320.000 mientras una nación dolorida vive su temporada de celebraciones más oscura en generaciones.
No hay sustituto en el sistema de gobierno de Estados Unidos para la participación de un presidente durante una empresa nacional a gran escala. Pero tampoco hay indicios de que Trump se preocupe por ofrecer el liderazgo para garantizar el éxito del gigantesco programa de vacunación que ofrece la esperanza de acabar con la pandemia. Esto después de que su negación de la virulencia del covid-19 sin duda empeorara el número de muertos.
Trump también está interfiriendo por Rusia, priorizando los intereses de un adversario sobre los de Estados Unidos después de un enorme ciberataque atribuido al Kremlin.
Estas infracciones se suman al abandono del deber presidencial a gran escala. Es imposible imaginar a ningún otro presidente de la era moderna comportándose de esa manera o que alguno de los partidos políticos tolerara su abuso de poder. La negligencia del expresidente George W. Bush durante el huracán Katrina en 2005 parece normal en comparación.
El comportamiento antidemocrático del actual presidente desde las elecciones está validando los temores de los críticos, y de más de 80 millones de votantes de Biden, a los que les preocupaba su desencadenado comportamiento en un segundo mandato. Como muchos hombres fuertes que van de salida, sus comportamiento escandaloso se está volviendo más desquiciado a medida que la perspectiva de perder el poder se vuelve tangible.
Planes descabellados
Incluso el personal de la Casa Blanca de Trump está preocupado por lo que sucederá a continuación, en un momento en que Washington ya está preparado para una oleada de indultos presidenciales por intereses políticos o de dudosa legalidad en las próximas semanas.
“Nadie está seguro de hacia dónde se dirige esto”, dijo el lunes un funcionario al equipo de CNN en la Casa Blanca, en un inquietante vistazo detrás de escena del caos que se desarrolla en el ala oeste. “Él sigue siendo el presidente por un mes más”.
Los planes descabellados de algunos de los acólitos de Trump, como el plan discutido del general retirado Michael Flynn de enviar tropas a los estados en disputa para reeditar las elecciones en las que ya perdió el presidente, no tienen ninguna posibilidad de funcionar. Incluso si los renegados de Trump tuvieran la competencia para montar tal amenaza, los tribunales han mostrado tolerancia cero con los intentos autocráticos del presidente de destruir la democracia estadounidense. Es impensable que el ejército se despliegue para revertir un voto popular en suelo estadounidense.
El extremismo de Trump también se está desarrollando en el contexto de una elección histórica después de la cual las válvulas de seguridad de los tribunales, las salvaguardias electorales en los estados, y eventualmente en partes del Capitolio, se mantuvieron firmes en defensa de la democracia.
Pero el hecho de que un presidente derrotado incluso escuche en la Oficina Oval teorías sobre imponer la ley marcial es incomprensible en la democracia más antigua e influyente del mundo.
Si no fuera por los escandalosos ataques al Estado de Derecho durante los últimos cuatro años y la evidencia de una presidencia atada a la personalidad errática de Trump, esto no sería en absoluto creíble.
“El resto del mundo está viendo todo esto. Simplemente hace que la gente se pregunte. ¿Qué está pasando en Estados Unidos?”, dijo un incrédulo John Kasich, exgobernador republicano de Ohio, el lunes en “The Situation Room” de CNN.
La pérdida de la compostura de Trump es suficientemente grave desde un punto de vista doméstico. Pero envía una señal a los adversarios estadounidenses de un vacío de liderazgo. Su extraña negativa a respaldar la evaluación de su gobierno de que Rusia está detrás del ciberataque sugiere que hay una ventana de 30 días de impunidad para los enemigos dedicados a empañar los intereses nacionales de Estados Unidos. La idea de un presidente agitado y emocional ante a una repentina crisis de política exterior no es reconfortante.
Barr rompe con el presidente
La naturaleza extrema del colapso de los últimos días de Trump se resume mejor en el hecho de que el secretario de Justicia William Barr, quien había acomodado muchos de los ataques políticos del presidente contra el espíritu de la ley, rompió ampliamente con Trump mientras se prepara para dejar el cargo antes de Navidad.
Barr dijo el lunes que no veía la necesidad de nombrar a un fiscal especial para investigar las acusaciones infundadas de fraude electoral. Llegó a una conclusión similar sobre las exigencias de Trump por una investigación sobre el hijo de Biden, Hunter, quien ya es objeto de una investigación criminal sobre sus negocios. En su conferencia de prensa de despedida, el lunes, Barr dijo que no veía ninguna razón para que el gobierno federal se apoderara de las máquinas de votación, un paso defendido por el abogado de Trump, Rudy Giuliani. Y dijo que la masiva intromisión cibernética en el gobierno de Estados Unidos “ciertamente parece ser de los rusos”.
Aunque los leales más fervientes de Trump se han vuelto contra él por su apostasía política hacia el presidente, Barr sigue siendo una figura creíble entre muchos republicanos del Senado y sus comentarios habrán fortalecido el esfuerzo del líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, para detener a cualquiera de sus grupos que buscan montar un inútil desafío a la elección durante una sesión conjunta del Congreso para ratificar el resultado el 6 de enero.
Pero Barr se irá en unos días, lo que potencialmente permitirá que el presidente se apoye en el subsecretario de Justicia Jeffrey Rosen, quien enfrentará unas tensas semanas al frente del Departamento antes de la investidura de Biden. Si se niega a ceder a la voluntad del presidente, no es imposible que Trump pueda despedirlo y buscar un cómplice voluntario para sus ataques al Estado de Derecho, emulando al presidente Richard Nixon en la llamada “Masacre del sábado por la noche” en 1973.
En una señal ominosa para los días venideros, Trump le dijo a votantes conservadores jóvenes en Georgia, el lunes, por teléfono, que “ganamos esto de manera aplastante” y que necesitaba que “el respaldo del … Departamento de Justicia y otras personas finalmente dieran un paso al frente”.
Tramando un truco en el Congreso
La reunión del lunes entre Trump y legisladores republicanos fue la última señal preocupante de que está preparado para derribar la integridad del sistema electoral de Estados Unidos al salir por la puerta de la Oficina Oval.
El grupo se está preparando para “luchar contra la creciente evidencia de fraude electoral. Estén atentos”, tuiteó el secretario general de la Casa Blanca, Mark Meadows, dando nueva vida a las falsedades ampliamente desacreditadas por la Corte Suprema, varios jueces y funcionarios electorales estatales republicanos desde la elección.
El esfuerzo no tendrá éxito en invalidar la elección de Biden ya que los demócratas controlan la Cámara de Representantes y no hay indicios de que la mayoría republicana en el Senado, los más de los cuales ahora reconocen que Biden es el presidente electo, seguirá el juego. Pero los legisladores pro-Trump pueden realizar un truco que haría de la democracia una burla y sembraría aún más la desconfianza en el sistema político de Estados Unidos entre los fervientes partidarios del presidente, un escenario que podría causar años de daño.
Figuras marginales en torno a Trump, además de Giuliani y Flynn, incluyen a Sidney Powell, la abogada que hace solo unas semanas fue expulsada de su equipo legal por sus extrañas afirmaciones de un complot internacional de gran dimensión que involucra al difunto dictador venezolano Hugo Chávez, China, los demócratas y los Clinton para robar las elecciones.
Trump ha planteado la idea de incorporar a Powell como abogada especial dentro de la Oficina del Asesor Jurídico de la Casa Blanca para investigar las denuncias de fraude electoral. La oficina del abogado actual ha presionado fuertemente contra la idea, dijeron fuentes a CNN.
“Hay un alto nivel de preocupación con cualquier cosa que involucre a Sidney Powell”, dijo una fuente cercana al presidente al equipo de CNN en la Casa Blanca.
Otro de los compañeros de viaje de Trump en las conspiraciones, el gurú populista Steve Bannon, y el asesor comercial de línea dura Peter Navarro también tienen la atención del presidente, dijeron las fuentes a CNN.
“Creo que estamos viendo cuán desesperado se está volviendo Trump. Y cuán desesperadas se están volviendo las últimas ratas que quedan en el barco, por así decirlo, debido a eso”, dijo Lawrence Wilkerson, exasesor principal del exsecretario de Estado Colin Powell, el lunes en “OutFront” de CNN.