(CNN) – El presidente Donald Trump está dejando a Estados Unidos en un vórtice de violencia, enfermedad y muerte y más dividido internamente de lo que ha estado durante 150 años.
El desorientador final de su escandaloso mandato tiene a la nación tambaleándose por una insurrección en Washington. El FBI advirtió el lunes sobre protestas armadas de matones pro-Trump en 50 estados, que plantean la terrible perspectiva de una insurgencia nacional. Los funcionarios de salud temen que 5.000 estadounidenses pronto puedan morir todos los días por la pandemia que Trump ignoró. Los hospitales están saturados, los trabajadores de salud están destrozados en medio de un vacilante lanzamiento del plan de vacunación que supuestamente pondría fin a la crisis.
Le tomó 200 años al país sumar sus primeros dos juicios políticos a presidentes. El mal comportamiento de Trump ha llevado al país por ese camino terrible y divisivo dos veces en poco más de un año. Dado que se espera que los demócratas de la Cámara de Representantes acusen formalmente al presidente por incitar el asalto de una turba al Congreso el miércoles, dependerá de los facilitadores republicanos que se negaron a controlar su anarquía salvarlo nuevamente de la condena.
Millones de estadounidenses han comprado la ficción delirante y envenenada de que la elección que Trump perdió en realidad fue robada, y hay indicios de que algunas fuerzas policiales y militares se han radicalizado por el agravio que él promueve.
La ciudad que Trump ha llamado hogar durante cuatro años se está convirtiendo en un campamento armado que no casa con el estado de ánimo de alegría y renovación que late en la mayoría de las inauguraciones. En lo que es un símbolo de una democracia sitiada, los edificios del pueblo, la Casa Blanca y el Capitolio de Estados Unidos, lucen enjaulados detrás de feas barreras de hierro y cemento.
Este es el legado que el presidente electo Joe Biden heredará en ocho días cuando prometa preservar, proteger y defender la Constitución, un juramento que Trump pisoteó al incitar el ataque al Capitolio la semana pasada desde detrás de una pantalla a prueba de balas mientras sacudía la apreciada cadena de transferencias pacíficas del poder en Estados Unidos.
Con una ironía no intencionada, el equipo de Biden ha elegido “America United” (La unidad de EE.UU.) como tema inaugural, un lema que ahora es más adecuado para definir lo que espera Biden en lugar de la tierra astillada que comenzará a liderar.
El patrón de violencia de Trump
Cada vez es más obvio que las horribles escenas en el Capitolio el miércoles no fueron excepcionales. En cambio, ahora parecen parte de un patrón que incluye las marchas de supremacistas blancos en Charlottesville, las cuales Trump se negó a condenar, y el lanzamiento de gases contra manifestantes pacíficos antirracistas en la plaza frente a la Casa Blanca para que el presidente pudiera tener una sesión fotográfica incendiaria.
En una nueva y escalofriante advertencia, el FBI reveló la posible próxima etapa en esta ola de radicalización ahora a nivel nacional. Dijo que se planean protestas armadas en los Capitolios estatales en 50 estados entre el 16 de enero y el Día de la Inauguración, el 20 de enero. Incluso cuando se ha ampliado una búsqueda a nivel nacional de los perpetradores de los eeventos de la semana pasada, el FBI dijo que se planean nuevas protestas en Washington durante tres días alrededor de la inauguración.
Hay amenazas de un levantamiento si Trump es destituido por medio de la Enmienda 25. El FBI dijo que también estaba rastreando amenazas contra Biden, la vicepresidenta electa Kamala Harris y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. En Washington, dos agentes de la Policía del Capitolio fueron suspendidos y otras están bajo investigación por presuntamente ayudar a la turba.
El exsubdirector del FBI Andrew McCabe quedó sorprendido por la magnitud de los reportes de inteligencia sobre posibles nuevos actos de violencia.
“No creo que en toda mi carrera trabajando en temas de lucha contra el terrorismo durante muchos, muchos años, no creo haber visto nunca un boletín que se refiriera a la actividad de protesta armada en 50 estados en un periodo de tres o cuatro días”, dijo McCabe en el programa “The Situation Room with Wolf Blitzer” de CNN.
Biden dijo a periodistas que a pesar de las advertencias, no tenía miedo de tomar el juramento al aire libre la próxima semana, pero la combinación de un enorme operativo de seguridad para protegerlo de los partidarios de Trump y el distanciamiento social en medio de la pandemia de covid-19 significa que la suya será la inauguración más vacía en años.
El secretario interino de Seguridad Nacional de Trump, Chad Wolf, renunció el lunes, en una señal más de que el país carece de un gobierno efectivo en un momento de gran peligro. En contraste, altos funcionarios de la saliente administración de Bush y la entrante administración de Obama trabajaron en estrecha colaboración en la Sala de Situación el 20 de enero de 2009, cuando había preocupación sobre la autenticidad de amenazas terroristas contra la inauguración.
Hasta ahora, después de un ataque terrorista interno a gran escala en el centro de la democracia estadounidense, no ha habido informes públicos importantes por parte de ninguna agencia federal o la Casa Blanca, una omisión que fomenta la sensación de un gobierno ausente.
La atmósfera actual de miedo e insurrección política salvaje es una lección de lo que sucede cuando una figura tan poderosa como un presidente rasga deliberadamente las profundas líneas divisorias raciales y sociales de Estados Unidos como una herramienta de su propio poder. La presidencia de Trump reveló una nueva perspectiva sobre la todopoderosa presidencia moderna: el carácter de la persona en la silla de la Oficina Oval realmente importa.
Un Congreso que no puede poner límites a un presidente
El impulso hacia el juicio político es ahora casi imparable en la Cámara de Representantes después de que Pelosi rechazara una sugerencia del líder de la minoría de la Cámara, Kevin McCarthy, sobre algún tipo de moción de censura.
McCarthy reconoció ante los miembros del grupo republicano el lunes que el presidente tenía parte de la responsabilidad de la insurrección de la semana pasada, según una persona familiarizada con la llamada. Pero algunas de sus otras respuestas a la insurrección, como una revisión del proceso de certificación electoral y la propuesta de una legislación para promover la confianza de los votantes, insinuaron la falta de sinceridad del enfoque republicano.
Con algunas excepciones, los republicanos, que repitieron y en muchos casos apoyaron las afirmaciones descaradamente falsas de fraude electoral de Trump durante semanas, han respondido al malestar por el ataque al Capitolio de la semana pasada quejándose de que al impulsar el juicio político, los demócratas están fracturando la unidad nacional. Es como si los últimos cuatro años nunca hubieran sucedido.
También hay dudas sobre si los republicanos comprenden la seriedad de los eventos de la semana pasada. Los comentarios del senador de Missouri Roy Blunt todavía resuenan en el Capitolio.
“Mi opinión personal es que el presidente tocó la estufa caliente el miércoles y es poco probable que la vuelva a tocar”, dijo Blunt en “Face the Nation” de CBS.
Su comentario recordó inquietantemente las racionalizaciones de los republicanos que se negaron a condenar a Trump en su primer juicio político después de que tratara de que Ucrania interfiriera en las elecciones para dañar a Biden.
Estados Unidos ha emergido de muchos períodos oscuros desde la Guerra Civil. El país quedó desgarrado por la resistencia al movimiento de derechos civiles. Y la guerra de Vietnam puso a generaciones frente a frente. Pero el hecho de que millones de personas ahora parezcan desconfiar profundamente del sistema electoral, que es la base de la democracia estadounidense, significa que la cohesión política interna del país ahora está siendo puesta a prueba como rara vez lo ha estado en el último siglo y medio.
Y la indulgencia republicana ante el repetido incendio político por parte del presidente ha revelado un enorme punto ciego constitucional. Cuando los legisladores de un partido son cautivos de un líder fuerte, pronto olvidan su deber de garantizar controles y equilibrios para restringir el poder presidencial.
Trump resurgirá
Trump no ha aparecido en público durante días. Y la suspensión de sus cuentas en las redes sociales en medio de la preocupación de que pudiera provocar más violencia significa que el país no ha podido evaluar su estado de ánimo.
Pero el presidente hará un viaje para visitar el muro fronterizo que dijo que México pagaría, pero en cambio cargó la factura a los contribuyentes. Fuentes de la Casa Blanca dijeron que el presidente está decidido a pasar su última semana completa en el cargo promocionando sus logros y se espera que anuncie otra ronda de polémicos indultos. CNN informó el lunes que el exsecretario de Justicia William Barr y el abogado de la Casa Blanca Pat Cipollone le aconsejaron al presidente que no trate de hacer lo que sería otro abuso de poder épico: un intento de perdonarse a sí mismo.
Mientras tanto, el virus corre desenfrenado. Once estados y Washington, la capital, acaban de registrar su promedio más alto en siete días de nuevos casos de covid-19 desde que comenzó la pandemia. Por primera vez, el país tiene un promedio de más de 3.000 muertes diarias por la pandemia. El director saliente de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Trump, el Dr. Robert Redfield, advirtió en una entrevista reciente con los periódicos de la organización McClatchy que la pandemia empeoraría durante el resto de enero y parte de febrero y que el país podría sufrir 5.000 muertes al día.
Y las esperanzas de que la nación pueda mostrar avances pronto se ven atenuadas por los fallos en el lanzamiento de la vacunación. Al igual que en las primeras etapas de la crisis, la mala coordinación entre las autoridades federales, locales y estatales y la falta general de un plan de distribución más amplio están obstaculizando el esfuerzo.
Como todo lo demás, dependerá de Biden arreglarlo.