(CNN) – En lo que constituyó su último espectáculo divisivo antes de dejar la Oficina Oval, Donald J. Trump es en el primer presidente en la historia moderna de Estados Unidos en renunciar a la tradición de asistir a la toma de posesión de su sucesor. En cambio, Trump —un magnate acostumbrado a llamar la atención que llegó a la presidencia— optó por una ceremonia de salida que lo mostró empequeñecido y tan solo como siempre.
Con la pompa y circunstancia que se le asegura a un líder extranjero cuando visita la capital de la nación, la ceremonia para Trump financiada por los contribuyentes le dio al presidente una banda militar que tocaba “Hail to the Chief” mientras los sonidos ensordecedores de una salva de 21 cañonazos resonaban en la base conjunta Andrews, justo en las afueras de la ciudad de Washington. La naturaleza artificial de los festejos, preparados para rivalizar con la toma de posesión del presidente Joe Biden, parecía más apropiada para un autócrata derrocado que se dirigía al exilio.
Hace cuatro años, Trump pronunciaba su discurso en la toma de posesión, en el que prometía el fin de lo que llamó una “Carnicería estadounidense”. Durante sus últimos comentarios como presidente, sin embargo, Trump parecía incapaz de escapar de su rol en la instigación a la violencia de la turba que asaltó el Capitolio el 6 de enero, un día que manchará para siempre su legado.
‘Volveremos de alguna forma’
“No fuimos una administración normal”, dijo Trump en un momento raro de honestidad.
Trump, que habló sin la ayuda de teleprompters, sonó distante y abatido al promocionar lo que percibe como sus logros. Citó la creación de la Fuerza Espacial y su éxito para colocar a tres jueces conservadores en la Corte Suprema. No mencionó el nombre de Biden ni una vez durante sus comentarios.
“Le deseo a la nueva administración mucha suerte y mucho éxito”, dijo Trump.
“Adiós. Los amamos. Volveremos de alguna forma”, continuó, y luego agregó “tengan una buena vida”.
La música que se escuchaba normalmente en los mítines de Trump resonó por los altavoces e incluyó uno de los temas favoritos del expresidente, “YMCA” de Village People. Solo que esta vez Trump no siguió la letra como solía hacer en sus mítines, agitando los puños para deleite de sus seguidores. Trump avanzó con pesadez por el escenario como un boxeador derrotado, escudriñando el lugar en busca de salidas.
Trump, obsesionado con el tamaño de las multitudes, esperaba una ceremonia de salida grandiosa antes de su último vuelo presidencial, repleta de admiradores con gorros de Make America Great Again, para culminar su última mañana en el poder. El evento permitía a los invitados llevar hasta cinco personas en un esfuerzo porque hubiera una gran participación. Pero la pequeña reunión de aproximadamente 200 personas presentes en la pista gélida palideció en comparación con los mítines de campaña mordaces de Trump, lo que le dio un ambiente frío y melancólico al escenario.
Los leales a Trump que participaron de la ceremonia
Algunos de los leales a Trump más conocidos se destacaron entre la multitud, incluido su último secretario general de la Casa Blanca, Mark Meadows. También estuvo el redactor de discursos Stephen Miller. Los hijos adultos del 45º presidente aplaudieron diligentemente, incluidos Donald Trump Jr., Ivanka Trump y su esposo, Jared Kushner. Miller le dio un abrazo a Ivanka con los ojos llorosos.
Después de que terminó de hablar, Trump comenzó a salir del escenario y luego dio la vuelta para estrecharle la mano a Meadows, el funcionario de rango más alto de la Casa Blanca que asistió a la ceremonia de salida más allá del presidente. El vicepresidente Mike Pence eligió honrar la tradición estadounidense de participar en el traspaso de poder que tenía lugar en Washington.
El vicepresidente tampoco se presentó para la partida del presidente en el Marine One desde el jardín sur de la Casa Blanca, una última señal de la relación fracturada entre Trump y Pence.
Mientras caminaba por una alfombra roja y pasaba junto a la escolta por última vez como comandante en jefe, el presidente y la primera dama se mantuvieron alejados de los reporteros reunidos bajo el ala del Air Force One.
“¿Tiene algún remordimiento por los eventos del 6 de enero?”, le preguntó este reportero a Trump. El presidente no respondió.
Parados en lo alto de las escaleras que conducen a la cabina presidencial, los Trump miraron hacia atrás a la escena, con cara de piedra, antes de dar un último saludo a las cámaras y subir a bordo.
El presidente saliente abordó el Air Force One aproximadamente a las 9 a.m. ET para su último vuelo como comandante en jefe junto con un pequeño contingente de funcionarios y empleados de la Casa Blanca que planean trabajar para Trump durante su pospresidencia. Volar durante las horas previas a la juramentación oficial de Biden le brindó a Trump una última oportunidad para disfrutar del avión presidencial y todos sus adornos sin tener que pedir permiso.
Durante el vuelo a West Palm Beach, Trump se negó a visitar a miembros de la prensa, lo que sigue con la determinación del presidente saliente de evadir preguntas sobre su papel en la insurrección del Capitolio.
En cambio, una luchadora solitaria de la Casa Blanca que trabajará para el expresidente, Margo Martin, luchó por contener las lágrimas mientras agradecía a los reporteros y fotógrafos por su trabajo cubriendo el Gobierno.
“Ha sido un viaje increíble, chicos”, dijo Martin.
Desde la renuncia de Richard Nixon ningún presidente dejó el cargo en circunstancias tan vergonzosas. Sin embargo, debido a sus propias acciones, puede que Trump se hunda hasta el final de la lista que tienen los historiadores para medir los legados de los ex comandantes en jefe.
“Donald Trump es el peor presidente que Estados Unidos ha tenido jamás”, escribió el historiador presidencial Tim Naftali en The Atlantic esta semana.
El asalto al Capitolio, un punto de inflexión en la valoración de Trump
La incitación de Trump a una turba violenta de partidarios que irrumpieron en el Capitolio y amenazaron la vida de los miembros del Congreso había sido denunciada rotundamente como un intento de provocar una insurrección contra el Gobierno de Estados Unidos. Durante las semanas previas al asedio del 6 de enero, Trump apuntó a teorías de conspiración fraudulentas para afirmar falsamente que lo habían estafado en la contienda por un segundo mandato. Esas acusaciones nunca fueron justificadas en un tribunal federal.
Tras la violencia en el Capitolio, los líderes republicanos buscaron distanciarse de Trump y de otros legisladores del partido que avivaron la hostilidad que se estaba gestando dentro de la base política del presidente.
“Fueron provocados por el presidente y otras personas poderosas”, dijo el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, sobre los agitadores.
La red de aliados y socios de Trump se vio sacudida por el intento de insurrección en el Capitolio. Varios exfuncionarios de la administración y exasesores de la Casa Blanca dijeron que se negaron a asistir a la ceremonia de salida de Trump por disgusto con el presidente saliente.
“Mandar a la turba fue (cruzar) una línea roja”, dijo un asesor.
“Ha destrozado su legado”, dijo otro exasesor.
Otro asesor de la Casa Blanca predijo que el tiempo de Trump en el cargo servirá como advertencia para las generaciones futuras sobre la deshonestidad presidencial.
“No termines como Trump por tus mentiras”, dijo el asesor.
El presidente que caracterizaba a los periodistas como “enemigos del pueblo” y hablaba de fake news (noticias falsas) finalmente se había dado cuenta de los costos de su deshonestidad patológica.
“Al final, todo se vino abajo porque nunca pudo decir la verdad”, dijo el asesor.
Trump, atacado por sus críticos como un aspirante a dictador, siempre se había visto más como un “monarca”, me dijo un asesor de Trump de larga data.
La llegada a Florida, también sin respuestas
Después de intentar presionar a Pence para que quebrantara la constitución durante el conteo oficial de los votos electorales el 6 de enero, Trump nunca verá un trono instalado en la Casa Blanca. En cambio, tendrá que conformarse con los alrededores dorados de Mar-a-Lago, que servirá como el hogar pospresidencial inicial de Trump.
Martin dijo a los periodistas que Trump no tiene planes establecidos para sus primeras semanas fuera del cargo. Sobre todo jugará al golf, dijo.
“No es bueno quedándose quieto”, dijo Martin sobre Trump.
Tras la llegada de Trump a Florida, los periodistas hicieron un último intento de plantear sus preguntas durante los últimos minutos del expresidente en el cargo.
“¿Algún remordimiento por los eventos del 6 de enero?”, preguntó de nuevo este reportero.
No hubo respuesta.