(CNN) – Es posible que el expresidente Donald Trump se haya ido de la Casa Blanca, pero su legado de desconfianza catastrófica está envenenando a Washington, atenuando las esperanzas de un esfuerzo unificado para aplastar la pandemia antes de que arraiguen las mutaciones de nuevas cepas.
Nueve días después de que el recién juramentado presidente Joe Biden le dijera a Estados Unidos que “todo desacuerdo no tiene por qué ser causa de una guerra total”, las recriminaciones entre partidos y el colapso republicano están consumiendo al Congreso.
Ahora está claro que el ataque de la turba del 6 de enero en el Capitolio, aunque fracasó en su intento de revertir la derrota electoral de Trump, ha fracturado por completo el nivel básico de confianza necesario para que funcione un sistema político, en un momento nacional crítico.
En el cuarto de siglo de amargas batallas políticas desde la revolución republicana del expresidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich, Washington nunca ha estado tan inflamado.
A veces, el jueves, parecía que todo el Congreso estaba obsesionado con sus propias guerras civiles, aislado tras su alta valla de hierro de la realidad del invierno moderno más oscuro de Estados Unidos.
Y con más de 432.000 estadounidenses muertos por covid-19 y la economía en ruinas, las esperanzas se desvanecen –en medio de la acritud– de un esfuerzo bipartidista para reforzar la campaña crucial de vacunación.
La magnitud de ese número de muertos tiene mucho que ver con la negligencia de Trump cuando estaba en el cargo. Las tumultuosas fuerzas que ahora sacuden el Capitolio están, en la mayoría de los casos, vinculadas a Trump o al extremismo de sus acólitos que han comprado plenamente su realidad alternativa que rechaza la verdad y la democracia misma.
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En un comentario extraordinario el jueves, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, advirtió sobre el enemigo “interno” en una aparente referencia a algunos republicanos pro-Trump.
“Tenemos miembros del Congreso que quieren llevar armas a la plenaria y han amenazado con violencia contra otros miembros del Congreso”, dijo Pelosi.
Dada la urgencia de que todos los estadounidenses, independientemente de su partido, reciban una vacuna antes de que la pandemia provoque otra ola mortal, era de esperar que el líder republicano de la Cámara de Representantes estuviera enfrascado en negociaciones.
Pero Kevin McCarthy estaba en Florida, rindiendo homenaje al expresidente, allanando el camino para el regreso político de Trump y lanzando efectivamente la campaña electoral de mitad de período de 2022.
La sesión de recuperación significa que McCarthy está depositando sus esperanzas de ganar la mayoría de la Cámara el próximo año entre la base de Trump y en un esfuerzo político agresivo del expresidente. Lejos de ser condenado al ostracismo por intentar destruir la democracia, Trump vuelve a dictar su futuro.
Trump sigue siendo un héroe para su base, pero dado que acaba de perder por completo una elección nacional, McCarthy se está arriesgando. A corto plazo, su genuflexión significa que con el Partido Republicano de la Cámara esclavizado por el expresidente y sus instintos vengativos, los republicanos estarán aún menos dispuestos a trabajar con Biden en los esfuerzos críticos para responder a la pandemia.
‘Casi haces que me maten’
Añadiendo a la sensación de alboroto desencadenado, el Partido Republicano se está comiendo lo suyo. El protegido de Trump, el representante Matt Gaetz de Florida, viajó a Wyoming el jueves para liderar una revuelta contra la líder republicana de la Cámara No. 3, Liz Cheney, quien, en un voto de conciencia, votó para impugnar al expresidente por el asalto de la turba.
Es extraordinario que el único republicano de alto rango en peligro de ser derrocada por la insurrección que ha sido olvidada o excusada por muchos líderes republicanos sea Cheney, una auténtica conservadora de toda la vida.
Los demócratas de base, mientras tanto, están presionando un intento de expulsar a la representante recientemente electa Marjorie Taylor Greene, quien ha apoyado al movimiento de conspiración marginal QAnon, luego de un informe de KFile de CNN que antes de postularse para el cargo apoyó los llamados en redes sociales de asesinar líderes demócratas.
Greene, una republicana de Georgia, es una partidaria entusiasta de Trump y en una reunión de foro el jueves por la noche repitió mentiras de que la elección le fue robada al expresidente que la ha respaldado en varias ocasiones.
En otra señal de que la toxicidad paraliza al Congreso, la representante demócrata de la Cámara de Representantes Alexandria Ocasio-Cortez de Nueva York arremetió contra el senador de Texas Ted Cruz, quien parecía estar de acuerdo con ella sobre la necesidad de una investigación sobre ell caos en Wall Street.
La demócrata de Nueva York, que ha dicho que sintió que su vida estaba en peligro durante la insurrección, tuiteó: “casi haces que me maten”. Justo antes de que una turba pro-Trump irrumpiera en el Capitolio, Cruz se había opuesto a la certificación de los votos electorales de Arizona, abrazando las acusaciones infundadas de Trump de una elección impropia.
El estado de ánimo ácido en el Congreso también es causado por el abismo sobre si castigar al expresidente por incitar a los disturbios.
El desinterés republicano en responsabilizar al expresidente por la insurrección en su juicio político a partir del próximo mes está erosionando la ya débil efectividad del Senado 50-50.
Y en una sugerencia previamente impensable, el jefe interino de la Policía del Capitolio propuso una cerca permanente alrededor del Capitolio. Ni siquiera los ataques terroristas del 11 de septiembre dieron lugar a propuestas de medidas de seguridad tan draconianas.
La calma reina en la Casa Blanca
El pandemonio en el Capitolio contrasta con la calma metódica que ahora prevalece en el 1600 de Pennsylvania Avenue, poco más de una semana después de que comenzó la presidencia de Biden.
El presidente siguió adelante tenazmente con su esfuerzo por hacer retroceder el programa político de Trump el jueves, firmando un decreto que ampliará el acceso a Obamacare, la ley de atención médica que Trump intentó destruir.
Increíblemente, dadas las circunstancias, Biden todavía cree que puede lograr que republicanos y demócratas se unan a su proyecto de ley de rescate ante la pandemia, aunque ha señalado que puede estar listo para negociar el precio de US$ 1,9 billones.
“Él sigue creyendo que esto puede ser, debe ser y será un proyecto de ley bipartidista… y está conversando y escuchando a líderes y miembros de ambos partidos para asegurar que lleguemos exactamente a ese lugar”, dijo la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki.
Pero hay cada vez más indicios de impaciencia entre los líderes demócratas en el Capitolio, lo que sugiere que el tiempo se puede estar acabando rápidamente para que el nuevo presidente dé un barniz bipartidista al proyecto de ley.
“Queremos trabajar con nuestros colegas republicanos para promover esta legislación de manera bipartidista, pero el trabajo debe avanzar, preferiblemente con nuestros colegas republicanos, pero sin ellos si es necesario”, dijo el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer.
Pelosi también señaló que estaba lista para usar un dispositivo de procedimiento conocido como reconciliación para aprobar rápidamente un proyecto de ley para aumentar los suministros de vacunas, aliviar la crisis de la vivienda y extender los beneficios de desempleo si los republicanos no firmaban.
El presidente ha anunciado un ambicioso intento de reformar por completo el vacilante esfuerzo de distribución de vacunas que dejó la administración anterior. Pero el plan depende de un gran aumento de la financiación que solo el Congreso puede proporcionar.
Si bien las hospitalizaciones y los nuevos casos de covid-19 han disminuido en todo el país, la línea de base sigue siendo muy elevada. A muchos expertos médicos les preocupa que las mutaciones del virus que son más transmisibles, un poco más mortales y que pueden ser más resistentes a las vacunas pronto puedan convertirse en dominantes y desencadenar otra ola de enfermedad y muerte.
Dos casos de una de esas variantes, detectada por primera vez en Sudáfrica, se encontraron en Carolina del Sur, dijeron las autoridades el jueves. El descubrimiento fue tan preocupante porque Biden dijo esta semana que serán finales del verano antes de que todos los estadounidenses reciban la vacuna.
El Dr. Michael Osterholm, director del Centro de Investigación y Política de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota y asesor informal del equipo de coronavirus de Biden, advirtió sobre “los días más oscuros que se avecinan”.
“Lo que podemos esperar ver en el transcurso de las próximas, creo, de seis a 14 semanas, es algo que ni siquiera hemos experimentado todavía”, dijo Osterholm en “New Day” de CNN.
Ese no es un mensaje que esté haciendo mella en el Capitolio.