Nota del editor: David Bittan Obadia es abogado, escritor, analista de temas políticos e internacionales, columnista del diario El Universal de Venezuela y colaborador en otros medios de comunicación. Como conferencista, participó en el Congreso Judío Mundial y fue presidente de la comunidad judía de Venezuela. Su cuenta de Twitter es @davidbittano. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor. Puedes leer más artículos como este en cnne.com/opinión.
(CNN Español) – La semana pasada culminó el segundo juicio político a Donald Trump, quien pasará a la historia por haber sido el único presidente de Estados Unidos de ser sometido a dos juicios políticos en un mandato y salir absuelto las dos veces.
Recordemos que el primero de los juicios políticos en contra de Trump se inició en 2019, y culminó el 5 de febrero de 2020. En ese momento, los cargos fueron abuso de poder y obstrucción del Congreso por el episodio de Ucrania.
Este segundo proceso, que recién termina con Trump como expresidente, ha sido presentado por presumir que hubo “incitación a la insurrección” en relación con el ataque al Congreso del 6 de enero, dos semanas antes de la toma de posesión del presidente Joe Biden.
Desde que surgió la idea de llevar a cabo un segundo proceso, los abogados de Trump sostuvieron que no era constitucional pues ya Trump no era presidente; los demócratas alegaban que los hechos ocurrieron durante su presidencia. Sin embargo, el resultado no podía haber sido la destitución de un presidente, quién ya no estaba en funciones. Esta discusión hubiese terminado seguramente en la Corte Suprema de Justicia de EE.UU.
Los demócratas en esta oportunidad no lograron los 67 votos requeridos para obtener una resolución condenatoria, aunque una mayoría de 57 votos, incluidos siete republicanos, votaron para condenar a Trump. Desde mi punto de vista, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, tuvo una apuesta errónea, no solo por haber distraído y detenido la agenda del presidente Biden en sus primeros días, sino porque se apresuró —quizás estimulada por los resultados electorales, por haber visto algunos republicanos desmarcarse de aquel capítulo ocurrido en el Congreso, o motivada tal vez por una justificada animadversión contra Tump—. Sin embargo, en la política la teoría no es suficiente: no se puede subestimar a nadie y no existen cadáveres políticos.
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Con estos resultados, Trump demostró que todavía disfruta de algo de poder en el Senado y, sin tener mayoría, sale victorioso; al declararlo no culpable, ahora saca pecho y dice que su movimiento solo acaba de empezar, lo cual definitivamente lo reflota.
Este juicio ha sido visto por mucha gente y cada quien sacará sus propias conclusiones, pero hay una lectura evidente. Esta es una victoria de Trump; él mantiene aún el control sobre una buena parte del Partido Republicano y tiene millones de seguidores, por ende, su futuro político no está terminado.
El proceso, cuya única meta era la de inhabilitar políticamente a Trump, ha fracasado y deja una lección como bien lo reseña el analista político de CNN Chris Cilliza: “Pelosi se quedó con muy poco, entendiendo que, lo que estaba sosteniendo era, en una palabra, un desastre”