(CNN) – Estados Unidos registró su incomprensible muerte número 500.000 por covid-19, paradójicamente, en un momento de inusual esperanza durante la pandemia. Sin embargo, el trágico hito ocurrirá con una Casa Blanca reacia a predecir cuándo se aliviará la crisis, mientras pone en la balanza riesgos políticos y epidemiológicos críticos.

Una advertencia del Dr. Anthony Fauci en CNN el domingo de que los estadounidenses podrían usar mascarillas hasta 2022 se produjo mientras las principales asociaciones médicas pedían mayor vigilancia a las personas ya agotadas por meses de autoaislamiento y el impacto económico de la peor calamidad de salud pública en 100 años. Pero la dicotomía nacional entre miedo y esperanza se puso en claro con el anuncio de que se están enviando más vacunas que nunca a los estados y con una rápida disminución de nuevos casos de coronavirus en la mayor parte del país.

El poder simbólico de la cifra de medio millón subraya el horror de la pesadilla que se apoderó del país hace un año. El 23 de febrero de 2020, el entonces presidente Donald Trump alardeó diciendo que “lo tenemos bajo control” y “no hemos tenido muertes”, revelando su falta de preparación para el desastre que estaba a punto de desarrollarse durante su mandato.

En contraste con el expresidente, quien rara vez cargó con el dolor colectivo de la nación, el presidente Joe Biden y la primera dama Jill Biden planean conmemorar el fallecimiento por covid-19 en EE.UU. número 500.000 con una ceremonia de encendido de velas en la Casa Blanca el lunes. Esta incluirá a la vicepresidenta Kamala Harris y su esposo Doug Emhoff.

El número actual de muertos, de casi 499.000, es equivalente a más de seis estadios promedio de la NFL llenos de víctimas –en los días en que las multitudes aún podían llenar los eventos deportivos masivos. Cada uno es un abuelo, padre, hijo, hija o hermano que forma parte de una horrenda cifra de muertos –la peor del mundo en la pandemia– casi equivalente a las pérdidas combinadas de Estados Unidos en dos guerras mundiales.

“Es terrible, es realmente horrible”, dijo Fauci, el principal especialista en enfermedades infecciosas del gobierno, a Dana Bash de CNN en “State of the Union”.

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00:25 - Fuente: CNN

“En las próximas décadas, la gente va a hablar de esto como un hito terriblemente histórico en la historia de este país, el que tantas personas hayan muerto de una infección respiratoria”, dijo Fauci.

Motivos de esperanza y nuevas señales de advertencia

La crisis se llevó a un presidente –que no dio suficiente prioridad a la salud de su nación sobre sus propias perspectivas políticas– y ahora pone a prueba a otro, quien promete estar “enfocado” esta semana en un paquete de ayuda por el covid de 1,9 billones de dólares, diseñado para acelerar el fin de la pandemia y aliviar sus terribles consecuencias económicas.

Quizás más que en cualquier momento previo de la crisis actual, hay razones para el optimismo de que incluso si faltan meses para volver a la normalidad, la desesperanza producida por el invierno más oscuro de la historia moderna de Estados Unidos puede estar desvaneciéndose.

Los nuevos casos de covid-19 están cayendo drásticamente en todo el país, sorprendentemente hasta en un cuarto al comparar semana a semana. Las muertes, un indicador rezagado, también están comenzando a disminuir. El esfuerzo de vacunación está aumentando y es probable que supere una desaceleración causada por una tormenta de clima invernal a mediados de la semana. Se han administrado más de 63 millones de dosis de vacunas y Biden dice que habrá suficientes vacunas disponibles para todos los estadounidenses para finales de julio. Más estudios sugieren que las vacunas de Moderna y Pfizer, autorizadas en EE.UU., también pueden prevenir la infección y no solo la enfermedad sintomática, un factor clave para poner fin a la pandemia. La llegada de la primavera en unas pocas semanas y el clima más cálido que dificulta la propagación del virus pueden generar una mayor sensación de renovación este año.

Aún así, hay muchas razones para ser cauteloso. La llegada a EE.UU. de variantes virales detectadas primero en Reino Unido y Sudáfrica subraya que el país está en una carrera contra el tiempo para vacunar antes de que el virus siga mutando. Nuevos datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC, por sus siglas en inglés) mostraban el domingo 1.700 casos en EE.UU. de las variantes de rápida propagación, que los expertos temen que puedan dominar las infecciones locales en semanas. Y la lucha por abrir las escuelas después de que muchos niños se hayan quedado atrapados en casi un año de aprendizaje en línea es una lección de lo difícil que será lograr que la economía y el país vuelvan a abrirse de manera completa y segura.

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Dichas complicaciones, y el deseo de preparar al país para el largo plazo si es necesario, son muestra de un enfoque extremadamente cauteloso de Biden, que en sí mismo contrasta con el optimismo fuera de lugar de la Casa Blanca anterior.

“Si Dios quiere, esta Navidad será diferente a la anterior”, dijo el presidente en Michigan el viernes, ampliando un comentario que había hecho primero en un foro de CNN en Wisconsin a principios de la semana.

“Pero no puedo comprometerme con ustedes. Hay otras variantes del virus. No sabemos qué podría suceder en términos de tasas de producción (de vacunas). Las cosas pueden cambiar. Pero estamos haciendo todo lo que la ciencia ha indicado que deberíamos hacer y la gente está dando un paso al frente”.

Sin proyecciones

Fauci explicó las precauciones de Biden en el programa “State of the Union” cuando señaló que el presidente había advertido en contra de hacer proyecciones.

“Estas son solo proyecciones que son estimaciones y pueden suceder muchas cosas que lo modifiquen. Y esa es la razón por la que debemos tener cuidado, porque hay variantes con las que se debe lidiar. Hay muchas otras cosas que harían que una proyección que les doy hoy, este domingo, sea distinta dentro de seis meses”, dijo Fauci.

Esta incertidumbre es una de las razones por las que Fauci dijo que era “posible” que el uso de mascarillas aún fuera necesario en 2022, dependiendo del nivel de virus que permanezca en la comunidad durante el próximo año o más.

“Cuando baje mucho y la inmensa mayoría de las personas de la población estén vacunadas, entonces me sentiría cómodo al decir: tenemos que quitarnos las máscaras, no necesitamos llevar máscaras”, dijo Fauci.

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La rápida disminución de los casos de covid-19, que refleja la desaceleración del aumento de la temporada navideña, aumentará inevitablemente la presión para un regreso más rápido a la normalidad. De hecho, algunos estados ya han aliviado significativamente las restricciones a los restaurantes y las industrias minoristas. La dinámica cambiante provocará un creciente dolor de cabeza político al presidente si lo que busca es un ritmo deliberado para la reapertura. La lección de las apresuradas demandas de Trump para volver a la normalidad el verano pasado, lo que ayudó a provocar una desastrosa oleada de infecciones, es que declarar la victoria demasiado rápido no es prudente y podría crear las condiciones para que las mutaciones existentes y en evolución del virus encuentren un punto de apoyo y alarguen la pandemia.

Tres asociaciones médicas influyentes emitieron el domingo una advertencia de que, a pesar de las señales de esperanza, los desafíos por el covid-19 siguen siendo graves.

“Con las variantes nuevas y más contagiosas del virus que circulan por EE.UU., ahora no es el momento de bajar la guardia y reducir las medidas que sabemos que funcionarán para prevenir más enfermedades y muertes”, dijeron la Asociación Médica Estadounidense, la Asociación Estadounidense de Hospitales y la Asociación Estadounidense de Enfermeras en un comunicado.

Es un mensaje que refleja el de la Casa Blanca: un optimismo cauteloso pero a sabiendas que la naturaleza perniciosa de esta pandemia mortal, que constantemente ha superado el número de decesos proyectados y podría cobrar decenas de miles de vidas más, quiere decir que no se puede dar nada por hecho.

Arlette Saenz y Jessica Firger de CNN contribuyeron a esta historia