Nota del editor: Mari Rodríguez Ichaso ha sido colaboradora de la revista Vanidades durante varias décadas. Especialista en moda, viajes, gastronomía, arte, arquitectura y entretenimiento. Productora de cine. Columnista de estilo de CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivamente suyas. Lee más artículos de opinión en cnne.com/opinion.
(CNN Español) – ¡Buenas noticias, las perlas están de nuevo muy de moda! Y no solamente las llevan las señoras elegantes -que siempre las han adorado- y políticas exitosas como la vicepresidenta de Estados Unidos Kamala Harris, igual que lo hacía Margaret Thatcher, la famosa “Dama de Hierro” del Reino Unido, sino mujeres jóvenes y muy “cool”, que encuentran en ellas el acompañante perfecto y el “look” del momento. Además es conocido que ¡los reflejos y la imagen de las perlas embellecen y rejuvenecen con gran elegancia!
Y (¡esto me encanta!) las perlas -por siglos y siglos- han sido fuente de todo tipo de historias románticas, igual que de momentos trágicos, grandes leyendas y fascinantes misterios. Con su rara belleza, desde la época de los romanos –¡quienes creían que las perlas eran las lágrimas de los dioses!- y de los griegos –quienes pensaban que se formaban en el mar cuando los dioses descargaban su energía y caían rayos y centellas– las perlas han seducido a mujeres tan diversas como la reina María del Reino Unido, la emperatriz Eugenia de Montijo de Francia, la reina Isabel II de Inglaterra, la creadora Coco Chanel, quien adoraba las perlas más que nadie, la icónica Jackie Kennedy Onassis, la actriz Audrey Hepburn (recuerden el look en su película “Desayuno en Tiffany” ¡y¿ a qué mujer no le encantaría lucir como ella?!), las diseñadoras Carolina Herrera y Paloma Picasso, la princesa Grace de Mónaco y su hija, la también princesa Carolina de Mónaco y… ¡otra princesa! Diana de Gales, entre muchas otras.
Haciendo investigación hace unos años en los archivos de Tiffany & Co comprobé que el presidente Abraham Lincoln compró allí un collar de perlas para su esposa. Elizabeth Taylor era otra amante de las perlas y tenía infinidad de joyas y collares con perlas, incluyendo La Peregrina con más de 500 años de trágica historia.
Es fascinante recordar que algo tan sencillo – que comenzó a formarse dentro de moluscos en el fondo del mar hace siglos– se haya convertido en una de las joyas más bellas que existen. ¡Y una fuente de fantasía para todos!
OPINIÓN | A pesar de todo ¡seguimos “queriéndonos” y cuidándonos! Y eso es bueno…
Revisando esas perlas de la abuela
Muchas hemos heredado perlas de nuestras madres y nuestras abuelas -y probablemente ahora tengan un lustre mucho más bonito, más ‘perlado’, que hace años. Y es posible que se les note más el famoso ‘oriente’ que reflejan cuando están en contacto con nuestra piel. Según las creencias populares, cada mujer ‘da calor’ a sus perlas y estas ‘responden’ con cambios de tonos y un brillo muy especial.
¡Yo lo creo porque en mi madre las perlas de mi abuela se veían regias y en sus hermanas no! Los gemólogos expertos en perlas naturales o de cultivo –las que debemos recordar son de origen orgánico- explican que el ‘oriente’ de las perlas es el efecto producido por la luz en las distintas capas nacaradas que forman la perla y mientras más capas nacaradas tiene una perla ¡más bello su lustre y su oriente!
El mundo de las perlas es fascinante pues se trata de la única joya de origen orgánico que no necesita de la mano del hombre para lucir bella. Desde el momento en que se sacan de la ostra, las perlas naturales se ven tan bellas como cuando forman parte de un collar. Y en una ocasión vi algunas recién sacadas del mar en Japón -y al instante comprobé su belleza.
¿Y qué hace a una perla valiosa?
Según expertos de Tiffany & Co. no podemos apreciar el valor de una perla a simple vista, porque no podemos ver el grosor del nácar (lo más importante para determinar la calidad) y se requiere usar una máquina de rayos X para saber cuántas capas de nácar tiene una perla –¡muy curioso!– y la cantidad de años que pasó la ostra bajo el agua, y mientras más capas tenga, significa que el molusco pasó más tiempo en el mar. Una perla de menos valor posiblemente pasó tan solo un año en el agua -y su escasez de nácar provocará que se rompa con más facilidad. Por ejemplo, las perlas de de agua fresca pasan hasta 5 años bajo el agua.
Muy pocas personas saben estos detalles ¡y son interesantísimos! Igual que la forma de la perla determina mucho su valor. Hace años entrevisté en Nueva York al magnate llamado “Rey de las Perlas” –el famoso joyero Salvador Assael –(que me presentó nuestro amigo Oscar de la Renta, para quien había creado unos botones de perlas para unos ‘suits’ preciosos que causaron sensación) –y me explicó que la perla redonda es más valiosa, pero pueden existir variantes muy bonitas.
El brillo es también muy importante. Mientras más brillo tiene una perla, más valiosa es. Y este se logra gracias a las capas de nácar y a una superficie lisa y sin impurezas. Hay perlas de muchos colores, como la perla Akoya, de una tonalidad rosa, preciosa, que gustan mucho. Existen otras con tonos dorados y plateados, propios de las perlas que vienen de los océanos Índico y Pacífico –mientras que muchas de las famosas perlas de Tahití tienen tonos grises y negros. ¡Y mientras más grande sea la perla, pues más fina y más rara! Las perlas que vienen de los mares del sur son las de mayor tamaño y las más deslumbrantes de todas. Pueden alcanzar hasta 24 centímetros de diámetro y son tan valiosas que vienen montadas en platino y diamantes para realzar su valor.
¿Su origen?
Curiosamente, la mayoría de las perlas que se venden hoy en día son cultivadas, porque las naturales están casi extintas y hay muy pocas en el mundo. En el pasado a la ostra le entraba un parásito- ¡algo que era causado por la naturaleza sin intervención humana!- y cuando se sentía ‘irritada’ segregaba nácar para envolverlo, convirtiéndolo en un cuerpo que no le molestaba -¡y de este proceso tan increíble surgían las perlas naturales! Las perlas cultivadas nacieron cuando hace más de cien años un japonés llamado Mikimoto se dio cuenta de que al meter una pequeña cuenta en el lugar apropiado de la ostra, esta se siente igual de irritada ¡segrega nácar y forma una perla!