CNNE 959276 - patria y vida

Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continuada en su profesión hasta la fecha. Tiene posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Sociales, así como estudios superiores posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Actualmente, Dávila Miguel es columnista de El Nuevo Herald, en la cadena McClatchy y analista político y columnista en CNN en Español. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Mira más en cnne.com/opinion

(CNN Español) – El gobierno de Cuba se encuentra en una situación muy especial. Por un lado la pandemia, que redujo en 2020 un 11% de su ya magro Producto Interno Bruto (PIB). Por otro, el esperado cambio de política de Washington, para el que el presidente de Estados Unidos Joe Biden no tiene mucho apuro ni definidos horizontes y, en el medio, un pertinaz descontento interno, representado últimamente por una canción de protesta perteneciente al raro subgénero musical del cubatón (variante cubana del reguetón, proveniente a su vez del reggae y el hip hop estadounidense).

Patria y vida” califica a la perfección como una canción de protesta cubana. No será la primera, pero sí merece ser la primera en relevancia, porque dos de sus intérpretes —que son seis— Maykel Osorbo (Castillo) y Eliécer “El Funky” Márquez Duany residen en Cuba, y por la amplia difusión conseguida. Además, la combativa respuesta del gobierno cubano le garantiza ese lugar.

Les molesta. Y como molesta tanto, le han dado mucha publicidad denunciándola como anexionista, como un panfleto musical y como “una estrategia”. La respuesta gubernamental abona la curiosidad pública por saber lo que dice la canción. Resultado: publicidad y relevancia gratuita.

Pero, ¿por qué no los detienen y los condenan? ¿Será porque su propia Constitución, aprobada hace apenas dos años, garantiza en su artículo 54 la libertad de expresión? Por eso, técnicamente, un gobierno no debe encarcelar a ninguno de sus ciudadanos. Los amenazan, los asustan, los golpearán, los apresan y los sueltan, pero todos están, hasta ahora, libres. Así es desde el allanamiento policial del Movimiento San Isidro el 26 de noviembre de 2020, las manifestaciones ante el Ministerio de Cultura de Cuba —cuyo gran error fue no entrar a la reunión pactada del 27 de enero de 2021, a la que el viceministro de Cultura Fernando Rojas los invitó repetidamente ante las cámaras— y, ahora, con los creadores de la rabiosamente anticomunista canción “Patria y vida”. Todos han retado claramente al gobierno cubano.

Pero es que Washington va a proceder con mucha cautela en la reapertura de las relaciones con Cuba, y meter presos a jóvenes por el solo delito de hablar contra el gobierno es un muy mal ejemplo de civilidad. Hay que ser pacientes y calculadores frente a la esperada benevolencia de Biden, que parece ser la única opción que Cuba tiene. Porque ya no hay Rusia ni Venezuela que ayuden, y se necesita la esperanzadora amistad del “imperio del mal”.

Hay que reconocer que el gobierno cubano es experto en situaciones especiales, porque casi siempre ha estado en una, al igual que en situaciones difíciles, como ahora.

Y salir de esta situación sería muy sencillo: lograr el éxito económico. Que las reformas que instrumentan fueran efectivas. No solo calculadas para mantener el poder de una burocracia que lastra a la nación. Que la economía sea todo lo verdaderamente soberana que puede ser. Sin depender de la benevolencia de nadie. ¿Será posible? Para eso sería necesaria la valentía política del Gobierno cubano, para acometer los cambios económicos realmente necesarios.

En apenas dos meses tendrá lugar el VIII Congreso del Partido de Cuba. Diez años después de que se planteara la necesidad de reformar la economía, y catorce desde que Raúl Castro expresara su total convicción de que era vital “introducir los cambios estructurales y conceptos que resulten necesarios (…) con sentido crítico y creador sin anquilosamientos”. Algo parecido dijo Fidel Castro con aquello de “cambiar lo que deba ser cambiado…”. Sin embargo, no sucede, todo es incertidumbre. Grandes actos con elegantes palabras que no se concretan, solo se posponen en una nueva esperanza y otra y otra.

Por eso surge “Patria y vida”, con su ritmo pegajoso y su letra clara. ¿Tendrá algún efecto en los destinos de Cuba? El gobierno cubano, acostumbrado a lo grandioso, dice que todas estas manifestaciones de jóvenes rebeldes no son otra cosa que parte de un “golpe blando” organizado desde Estados Unidos. Es la última y frágil versión de los hechos. ¿Utilizarán ese argumento para encarcelarlos? ¿Y aceptarán la negociación con un gobierno que quiere sacarlos del poder? Son las a veces tontas y siempre amargas contradicciones en que a menudo se encuentra la realidad sociopolítica de la dulce Cuba.