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Conocido del sospechoso del tiroteo en Boulder habla con CNN
01:11 - Fuente: CNN

(CNN Español) – Los estadounidenses llevan un año diciendo que quieren volver a la normalidad. No obstante, de una manera trágica, ese deseo se está cumpliendo.

Con el regreso gradual a los lugares públicos surge un problema que el país estaba más que dispuesto a dejar de lado mientras lidiaba con una pandemia capaz de matar a miles de estadounidenses al día. Los tiroteos masivos comienzan a ser noticia nuevamente, y aunque su regreso es muy desagradable, demuestra ser una parte inextricable de la vida en Estados Unidos.

El más reciente tiroteo masivo dejó 10 muertos en un supermercado. Durante los últimos 12 meses, los estadounidenses han sido cautos en las tiendas de comestibles para evitar el contagio del virus. Los asesinatos del lunes en Boulder, Colorado, recordaron que incluso con la esperanza en el horizonte de superar de la pandemia, deben permanecer atentos por una razón diferente.

Los estadounidenses no deberían tener que preocuparse por morir en un supermercado, en un spa o en cualquier otro lugar. Recibir una bala debería ser un pensamiento lejano, pero con el regreso a la normalidad llega la realidad de que cualquiera podría morir por nada, prácticamente en cualquier parte.

Siete tiroteos masivos en siete días

Justo cuando el país parece vencer una nueva pandemia, una vieja y familiar epidemia regresa. La última semana ha sido un presagio de lo que significa “volver a la normalidad” para Estados Unidos.

La más reciente ola de violencia sin sentido con armas de fuego comenzó el 16 de marzo cuando un tirador mató a ocho personas en tres spas de Atlanta. Al día siguiente, un vehículo en Stockton, California, hirió a cinco personas que se habían reunido para una vigilia.

Cuatro personas fueron hospitalizadas el jueves luego de un tiroteo en Gresham, Oregon. El sábado, un par de tiroteos en clubes de Dallas y Houston dejaron a una joven muerta y 12 personas heridas. Poco después, un tirador abrió fuego contra lo que la policía de Filadelfia denominó una fiesta ilegal, matando a un hombre e hiriendo a cinco más.

Y ahora, Boulder marcó la séptima en siete días. Cuando cesaron los disparos en King Soopers, diez personas estaban muertas, incluido el heroico agente Eric Talley, el primer policía en la escena. Su esposa y sus siete hijos pagarán una deuda astronómica por la valentía de su padre.

“Banderas a media asta después del trágico tiroteo en Atlanta que cobró ocho vidas y ahora la tragedia aquí, cerca de casa, en una tienda de comestibles que podría ser cualquiera de las tiendas de nuestro vecindario”, dijo el martes el gobernador de Colorado, Jared Polis.

El King Soopers donde ocurrió el incidente es uno de los aproximadamente 1.000 proveedores en Colorado que trabajan para repeler al mortal covid-19.

El yerno de Steven McHugh había hecho cola para recibir una dosis de la vacuna contra el virus, como más de un millón de habitantes de Colorado. Él era el tercero en la fila y sus hijas charlaron con su abuela por teléfono mientras esperaba, dijo McHugh.

Cuando estallaron los disparos, una bala impactó a una mujer que se encontraba en el frente de la fila. Su condición no está clara, como gran parte de lo ocurrido ese lunes ahí. Las autoridades no han divulgado un motivo, pero la historia nos dice que no tendrá sentido.

El yerno de McHugh huyó con las niñas, una en séptimo grado, la otra en octavo, a un área de personal en el piso de arriba sobre la farmacia y se escondió en un armario. Sonaron decenas de disparos más, dijo McHugh, citando a su yerno.

Fue “extraordinariamente aterrador”, contó el abuelo a CNN, “y, por supuesto, el pequeño dijo: ‘Los abrigos no eran lo suficientemente largos para ocultar nuestros pies’, ya que estaban parados detrás de los abrigos en el armario”.

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Así suena un AR-15, el rifle utilizado en la masacre de Boulder, Colorado
02:15 - Fuente: CNN

‘Una normalidad que ya no podemos permitirnos’

El gobierno de EE.UU. no tiene una base de datos centralizada para rastrear tiroteos masivos, pero los hechos indican que se redujeron durante la pandemia mientras se alentó a los estadounidenses a quedarse en casa y muchos de sus lugares de reunión favoritos fueron cerrados.

El expresidente Barack Obama llamó a la acción el martes, expresando su incredulidad de que solo el covid-19 pueda sofocar la violencia armada que el país ha soportado durante mucho tiempo.

“La única pandemia en un siglo no puede ser lo único que frene los tiroteos masivos en este país”, dijo. “No deberíamos tener que elegir entre un tipo de tragedia y otro. Es hora de que los líderes de todos lados escuchen al pueblo estadounidense cuando dicen que ya es suficiente, porque esto es algo normal que ya no podemos permitirnos”.

Para los tiroteos masivos que ocurrieron en medio de la pandemia, sus ubicaciones eran terriblemente familiares: una clínica de salud de Buffalo, Minnesota; una bolera en Rockford, Illinois; un centro comercial de Wauwatosa, Wisconsin; fiestas en Rochester, Nueva York y Washington, DC; y una fábrica de cerveza en Milwaukee donde, según se enterarían más tarde las autoridades, el pistolero había sido un empleado.

La violencia con armas de fuego no es un fenómeno exclusivamente estadounidense, pero parte del rico tapiz estadounidense de maldad y violencia: personas (casi siempre hombres) que usan armas (a menudo armas de fuego) para acabar con inocentes. A veces son enfermos mentales, pero más a menudo simplemente están enojados o son viciosos.

Los motivos -cuando por lo menos existen– no proporciona un cierre. La indignación surge invariablemente después de cada masacre. Un lado exige una regulación más estricta de las armas. Los tildan de antiestadounidenses. Quienes se oponen promulgan la Segunda Enmienda. Son catalogados de insensibles. Entonces se produce un punto muerto hasta la próxima matanza, y luego esto se repite.

Una hora después de los asesinatos en Boulder, la Asociación Nacional del Rifle tuiteó la Segunda Enmienda. Más tarde la retuiteó. Nada más.

No debería sorprender a nadie que este grupo de interés especial defienda la Segunda Enmienda. La enmienda es una promesa para todos los estadounidenses, pero 15 años antes de su ratificación, la Declaración de Independencia trajo otras promesas de derechos considerados “inalienables”.

El agente Talley, Tralona Bartkowiak, Suzanne Fountain, Teri Leiker, Kevin Mahoney, Lynn Murray, Rikki Olds, Neven Stanisic, Denny Strong, Jody Waters, nunca lograrán las garantías plenas de “vida, libertad y la búsqueda de la felicidad”, o cualquiera de las miles de víctimas que cayeron antes del lunes en Boulder.

‘Parte de la experiencia estadounidense’

En muy probable que otra persona haya muerto por un arma de fuego mientras lees esto. A pesar del enorme enfoque de los medios de comunicación en los tiroteos masivos, la violencia con armas de fuego adopta innumerables y frecuentes formas.

Según cifras de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, el país tuvo 14.414 homicidios en 2019, aproximadamente uno cada 36 minutos, mientras que otras 23.941 personas se dispararon fatalmente contra sí mismas, aproximadamente una cada 22 minutos.

En su declaración, Obama nombró otros chivos expiatorios: el descontento, la misoginia, el odio. Estados Unidos no tiene exclusividad sobre ninguno de estos, pero tiene marcas especiales que pueden ser perniciosas.

Sandy Phillips, quien cofundó la organización Survivors Empowered para consolar y guiar a los sobrevivientes de la violencia armada, señaló a las víctimas que sufren en silencio, porque los asesinatos de sus seres queridos aparentemente no son lo suficientemente importantes para los periódicos o las noticias nocturnas.

¿Dudas de ella? Busca en Google los detalles sobre el tiroteo de la semana pasada en Stockton, California, una de las ciudades con mayor diversidad racial de la nación.

“Tenemos tiroteos masivos en cámara todos los días en este país, en otros vecindarios que nunca reciben la prensa, que nunca tienen la oportunidad de hablar sobre lo que sucede en sus comunidades, y tenemos que cambiar eso”, dijo Phillips a CNN, quien perdió a su hija Jessica Ghawi de 24 años en 2012 a causa de la violencia con armas de fuego en Aurora, Colorado.

Esos vecindarios a menudo pertenecen a minorías, que también han pasado por un momento particularmente difícil con la pandemia. Es otro axioma aplastante estadounidense que los males de la sociedad tienden a afectar a las personas de color, y esas víctimas deben gritar mucho más fuerte para ser escuchadas.

Habrá muchos gritos en los próximos días, quizás semanas. Obama tiene razón cuando dijo que los estadounidenses tienen la capacidad de “dificultar la compra de armas de guerra para quienes tienen odio en el corazón. Podemos vencer la oposición de los políticos cobardes y la presión de un lobby de armas que se opone a instalar cualquier límite a la capacidad de quienquiera para armar un arsenal”.

Sin embargo, los márgenes son delgados y se mostrará la complejidad de ese tapiz estadounidense. Una encuesta de Gallup de fines del año pasado mostró que el 42% de los estadounidenses tenían armas en sus hogares, un número que ha incrementado desde 2019. Otra consulta de Gallup indicó que el 57% de los estadounidenses quieren leyes de armas más estrictas, un porcentaje que disminuye.

El exsubdirector del FBI Andrew McCabe dijo que “absolutamente nada” detendrá el regreso del país a la violencia masiva prepandémica si los legisladores se niegan a restringir el acceso al armamento.

“Esto se ha convertido en parte de la experiencia estadounidense, y no lo olvidemos: es completamente exclusivo para nosotros”, le dijo a CNN. “No hay otro país similar en la Tierra que experimente el mismo número, la frecuencia de tiroteos masivos que nosotros, y es directamente atribuible a la profusión y la disponibilidad de armas, particularmente armas de estilo de asalto de alta potencia y la facilidad con la que cualquiera puede adquirirlas en este país”.