Nota del editor: Gene Seymour es un crítico de cine que ha escrito sobre música, películas y cultura para The New York Times, Newsday, Entertainment Weekly y The Washington Post. Puedes seguirlo en Twitter @GeneSeymour. Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente del autor. Puedes encontrar más artículos de opinión en CNNe.com/opinion.
(CNN) – El covid-19 no fue la única razón por la que la ceremonia número 93 de los Premios de la Academia se sintió diferente a las anteriores. El evento me hizo preguntarme si todavía importan nuestras expectativas de lo que es o no es una película.
O, para el caso, si la noche de los Oscar —junto a todo lo demás en nuestro paisaje cultural antaño familiar— volverá a ser la misma, incluso después de que tengamos la señal de “todo despejado” para volver a los cines.
FOTOS | La alfombra roja de la ceremonia de los Oscar 2021
Los premios más importantes entregados el domingo por la noche mandaron mensajes contradictorios de familiaridad y transformación: Anthony Hopkins y Frances McDormand fueron ganadores repetidos de los Oscar a mejor actor y actriz, respectivamente.
Hopkins ganó por segunda vez, en lo que muchos consideran un logro que corona su carrera, por su papel como paciente de Azheimer en “The Father”. McDormand, mientras tanto, ganó su tercer Oscar a mejor actriz como trabajadora de una fábrica desplazada que deambula por el país en busca de trabajo y refugio temporal en “Nomadland”.
Esta última película también ganó el Oscar a mejor película y le valió a Chloé Zhao la estatuilla a mejor director. Zhao, nacida en Beijing, es la primera mujer de color en ganar el premio (y la segunda mujer en la historia).
Aunque fue muy aclamada, la actuación de Hopkins no estaba considerada como la favorita al principio. En términos generales, esa posición se había cedido al difunto Chadwick Boseman por su interpretación de un trompetista de jazz lleno de amargura en “Ma Rainey’s Black Bottom”. (Boseman murió el pasado agosto de cáncer de colon a los 43 años).
Incluso cuando “Nomadland” llegaba a la noche de los Oscar como favorita en varias categorías, a McDormand, quien previamente había ganado como mejor actriz por “Fargo” en 1996 y por “Three Billboards Outside Ebbing Missouri” en 2018, los expertos la consideraban una posibilidad remota. Esto, dada la competencia tan formidable que tenía de Viola Davis en el papel principal de “Ma Rainey’s Black Bottom” y Carey Mulligan como una vengadora feminista en “Promising Young Woman”.
Esos resultados generaron desconcierto e indignación en las redes sociales, tal como la ceremonia en sí misma. Pero quejarse de los Oscar es un pasatiempo nacional tanto como simplemente mirarlos, sin importar qué tipo de año sea.
Algunos de los que se quejaron dijeron que los discursos de aceptación se alargaron más de lo habitual. Esto dio pie a tuits que hablaban sobre cómo se extrañó a la orquesta que sacaba a la gente del escenario. Otros echaron de menos los chistes, y sugirieron que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas podría considerar la posibilidad de traer de nuevo a uno o dos comediantes para la ceremonia del próximo año.
Si la institución está buscando un anfitrión para el futuro, simplemente le podría ceder el acto a Glenn Close, quien perdió por octava vez, pero se ganó la noche sacudiéndose con su vestido de lentejuelas al ritmo de “Da Butt” del grupo Experience Unlimited (Close señaló correctamente, al ser interrogada por el actor-comediante Lil ‘Rel Howery como parte de un interludio orquestado por el DJ de la noche, Questlove, que la canción fue completamente ignorada para las nominaciones al Oscar). Tal vez Close podría convertir su racha de derrotas en un chiste recurrente como presentadora de los Oscar. A Bob Hope le funcionó durante décadas… en otra época lejana.
Aquella época pertenecía a una era del cine y, en realidad, de un entretenimiento que estaba en vías de desaparecer, incluso antes de que covid-19 cerrara los complejos y los teatros de repertorio. Las streamings y las nubes de almacenamiento ya no son complementos de las pantallas grandes en salas oscuras. Son la nueva realidad. Y casi todas las películas nominadas en casi todas las categorías este año se emitieron principalmente a través de Netflix, Hulu, Amazon Prime y otros servicios de streaming.
Por tanto, estábamos confundidos. Este año, ¿necesitábamos ver “Nomadland”, “Promising Young Woman”, “The Trial of the Chicago 7”, “Ma Rainey’s Black Bottom”, “Minari” y otras nominadas al Oscar en los cines para considerarlas “películas” tal y como las conocíamos? ¿O es realmente así como va a ser a partir de ahora, con pandemia o sin pandemia? Y si ese es el caso… ¿deberían los Oscar seguir siendo los Oscar?
Ciertamente, el show que produjo el director ganador del Oscar Steven Soderbergh se veía muy diferente, con su escenario despojado pero aun así elegante en la Union Station de Los Ángeles y las localizaciones remotas de varios nominados en Europa y otros lugares. No es muy diferente de las transmisiones de los Oscar de los años 50, que a menudo iban de Hollywood a Nueva York. Sin embargo, Soderbergh y compañía organizaron el evento de manera más parecida a un programa de televisión íntimo que a las ceremonias al estilo al que los espectadores están acostumbrados.
Puede que hayan jugado un papel los protocolos por el covid-19. Pero la intimidad también reflejó la forma en que los consumidores de películas han asimilado el contenido durante el año pasado. Menos brillo, menos glamur, pero también menos de ese alboroto llamativo que a menudo da lugar a la vergüenza improvisada y las bromas dolorosas.
Y sin embargo, la prueba de que esa vergüenza todavía era posible en una estación de tren adaptada llena de celebridades con vestimenta formal llegó con el discurso de aceptación de Daniel Kaluuya como mejor actor de reparto. Al agradecer a sus padres, Kaluuya, quien ganó por interpretar al líder martirizado de las Panteras Negras Fred Hampton, soltó algo sobre lo “increíble” que fue que hubieran tenido sexo y lo crearan. Después admitió tímidamente que se había excedido un poco y que había decidido no usar su móvil por un rato, a la espera de una reacción poco complaciente de su madre.
Pero son exactamente esos momentos en los que captamos a los actores en su lado más humano los que nos hacen ver y recordar los premios Oscar. Por tanto, hubo algo reconfortante en la metedura de pata de Kaluuya, que en el futuro probablemente será recordado como encantador, de una manera inexperta.
Yuh-jung Youn, quien ganó el Oscar a mejor actriz de reparto por su interpretación de la abuela subida de tono y de gran corazón en la saga familiar coreano-estadounidense “Minari”, también proporcionó un magnetismo encantador, incluso cautivador, en su discurso de aceptación divagante, coqueteando con el presentador Brad Pitt, compadeciéndose de la derrota de su competidora, Close, agradeciendo a nadie y a todos. En un momento, se vio a Amanda Seyfried, también nominada a actriz de reparto, pronunciando las palabras “tan encantadora”. Fue el tipo de elegancia que me aseguró que lo que sea que se quiera decir con “el viejo Hollywood” sigue vivo en estrellas más jóvenes como Seyfried.
Incluso así, a pesar de la súplica de McDormand al final de la ceremonia para que sus espectadores fueran a ver “Nomadland” y otras películas nominadas al Oscar a las pantallas grandes de los cines tan pronto como pudieran, el “viejo Hollywood” y todo lo que se le asocia parece estar desvaneciéndose a negro.
Por supuesto, eso no es del todo malo. Hay una mayor diversidad en contenido y talento tanto detrás como delante de las cámaras. Esto es lo suficiente como para sugerir que algunos de esos cambios son para mejor, tal vez incluso la mayoría.
En cuanto al resto… bueno, si algo permanece constante es lo que el fallecido guionista William Goldman siempre dijo que era la primera y única regla en el negocio de las películas: nadie sabe nada. Muchos de los expertos en los Oscar que creían tener resueltos de antemano los premios de este año probablemente estarán de acuerdo.