(CNN)– La destitución de la representante de Wyoming Liz Cheney de su papel como tercera republicana en el liderazgo de la Cámara ocurrió rápidamente en la mañana de este miércoles. Menos de media hora después de que los republicanos de la Cámara se reunieran, Cheney había sido destituida por voto de voz.
Pero los republicanos no se desharán tan fácilmente de Liz Cheney. Aunque ya no es miembro del liderazgo electo, algo que dijo en un discurso en la Cámara de Representantes el martes por la noche seguirá persiguiendo a su partido mientras intenta atraer a los votantes de todo el país en los próximos 18 meses.
“Permanecer en silencio e ignorar la mentira fortalece al mentiroso”, dijo Cheney. (Vale la pena señalar: Lo dijo ante una Cámara de Representantes casi vacía, ya que sus colegas estaban aparentemente desinteresados en sus palabras).
El miércoles por la mañana, después de la destitución de Cheney, salió a relucir el mentiroso.
“Liz Cheney es un ser humano amargado y horrible”, dijo el expresidente Donald Trump en un comunicado publicado momentos después de la votación. “La vi ayer y me di cuenta de lo mala que es para el Partido Republicano. No tiene personalidad ni nada bueno para la política ni para nuestro país”.
(Nota al margen: Annie Grayer de CNN, informó que LizCheney fue abucheada por sus comentarios críticos hacia Trump en la reunión de la conferencia del Partido Republicano justo antes de ser destituida).
Esa sencilla frase de Cheney, que cuando ignoramos la mentira, el mentiroso se vuelve más audaz, bien podría ser el epitafio de cualquier corriente del Partido Republicano que exista fuera del culto a la personalidad que ha surgido en torno a Trump y que devoró al Partido Republicano (casi) por completo en los últimos cinco años.
(Como ya he señalado muchas veces, Liz Cheney es a la vez más conservadora y más afín a las políticas de Trump que la mujer que se espera que la sustituya, la representante de Nueva York Elise Stefanik).
Porque lo que los republicanos hicieron el miércoles por la mañana es deshacerse de alguien cuyo único “crimen” fue decir que el presidente Joe Biden ganó las elecciones de 2020 limpiamente, y que la continua insistencia de Trump en lo contrario va en contra tanto de los hechos como de la Constitución.
Y al hacerlo, cimentaron la idea, por su falta de voluntad de decir la verdad sobre las elecciones, de que las ridículas afirmaciones de Trump sobre el fraude electoral son válidas.
Esto es una mentira. Simple y llanamente.
¿No me creen?
“Hasta la fecha, no hemos registrado un fraude a una escala que podría haber producido un resultado diferente en las elecciones”, dijo William Barr, secretario de Justicia de la administración de Trump a finales del año pasado.
Se espera que el ex secretario de Justicia interino Jeffrey Rosen declare el miércoles en el Capitolio lo siguiente:
“Durante mi mandato, el Departamento de Justicia mantuvo la posición anunciada públicamente con anterioridad de que no se le habían presentado pruebas de fraude electoral generalizado a una escala suficiente para cambiar el resultado de las elecciones de 2020, que no participaría en los desafíos legales de ninguna campaña o partido político a la certificación de los votos del Colegio Electoral, y que habría una transferencia de poder ordenada y pacífica bajo la Constitución”.
Trump y su equipo legal presentaron docenas de casos, en tribunales estatales y federales, alegando un fraude electoral generalizado. No obtuvieron ni una sola victoria significativa. La Corte Suprema rechazó una demanda para anular los resultados de Pensilvania y un esfuerzo más amplio liderado por el fiscal general de Texas, Ken Paxton, que pretendía invalidar los votos en varios estados clave que favorecieron a Biden.
Simplemente no hay nada allí. Lo único que queda a estas alturas es que Trump despotrique a diario sobre alguna oscura “noticia” promocionada por los medios de comunicación conservadores que él cree que de alguna manera valida su teoría de la conspiración. La última llegó el lunes: “El principal caso de fraude electoral en Michigan acaba de presentar un alegato bomba que afirma que los votos fueron cambiados intencionalmente del presidente Trump a Joe Biden. El número de votos es MASIVO y determinante. Esto se demostrará en otros numerosos Estados”. (Aquí están los datos del caso al que se refiere Trump).
Trump considerará, con razón, que la destitución de Cheney es una victoria para él, y para esta idea totalmente desacreditada de que le arrebataron la victoria en 2020.
Con la destitución de Liz Cheney, todos y cada uno de los republicanos de la Cámara de Representantes que alzaron la voz para llevar a cabo ese acto son ahora dueños de esa misma mentira. Porque hicieron algo peor que sentarse en silencio mientras Trump parloteaba sobre ello a cualquiera que quisiera escuchar. El miércoles, afirmaron la mentira y al mentiroso. Y ahora pasarán los próximos 18 meses (o más) cosechando lo que sembraron.