(CNN) – En una parada de campaña en New Hampshire el jueves por la noche, el exvicepresidente Mike Pence defendió sus acciones del 6 de enero y, en el proceso, bien puede haber arruinado (o al menos obstaculizado) sus posibilidades de emerger como el candidato presidencial republicano en 2024.”El 6 de enero fue un día oscuro en la historia de nuestro Capitolio”, dijo Pence. “Ese mismo día volvimos a convocar el Congreso y cumplimos con nuestro deber. Saben, el presidente Trump y yo hemos hablado varias veces desde que dejamos el cargo y no sé si alguna vez coincidiremos respecto a ese día”.
Pence, por supuesto, tiene razón. La violenta insurrección en el Capitolio de Estados Unidos, que dejó más de 100 policías heridos y cinco personas muertas, fue un cataclismo como pocas veces ha visto la democracia estadounidense.
Y Pence, como vicepresidente ese día, no tenía más papel que uno ceremonial: supervisar la certificación formal del recuento de votos electorales que dio la victoria a Joe Biden en las elecciones de 2020.
Sin embargo, ninguno de esos hechos lo protegerá de la ira de Donald Trump y de la base que lidera el expresidente.
En las últimas semanas, Trump ha descendido cada vez más a la locura de las teorías conspirativas que sugieren que volverá a ser presidente en algún momento próximo tras los recuentos y auditorías de parte de los votos en Arizona y Georgia.
También, según Maggie Haberman, de The New York Times, “ha echado pestes de Pence a varias personas, y a los donantes del Comité Nacional Republicano (RNC), por no haber excedido su autoridad legal ese día, aumentando el tono después de que se anunciara el acuerdo del libro de Pence”. (Pence firmó un contrato multimillonario de dos libros en abril).
Lo que ha hecho Trump es convertir el reconocimiento de la verdad de lo que ocurrió el 6 de enero, y su papel en ello, en una especie de prueba de lealtad para los republicanos ambiciosos. Si dices la verdad sobre ese día, corres el riesgo de convertirte en la próxima Liz Cheney, expulsada de su puesto de liderazgo republicano. Si mientes sobre ese día, o tratas de restar importancia al peligro real que supusieron los disturbios para los legisladores, mantendrás tu puesto, al estilo de Kevin McCarthy.
Pence parece estar poniéndose, a propósito, en la primera categoría. Lo cual es una táctica muy interesante dado que, hasta la fecha, hay cero pruebas de que los republicanos que rompan con Trump sobre el 6 de enero tengan algún tipo de futuro político dentro del partido.
Después de todo, la base republicana, o al menos una mayoría de ella, está convencida de que las mentiras de Trump sobre las elecciones son ciertas.
Considera las siguientes cifras de una reciente encuesta nacional de Reuters/Ipsos:
- Un 53% de los republicanos encuestados dijo que Donald Trump era el “verdadero” presidente, mientras que el 47% dijo que Joe Biden, que es el verdadero presidente.
- Otro 56% de los republicanos dice que los resultados de las elecciones de 2020 fueron “el resultado de una votación ilegal o un fraude electoral”.
- Más de 6 de cada 10 republicanos están “muy” (39%) o “algo” (22%) de acuerdo con la afirmación de que las elecciones de 2020 “fueron robadas a Donald Trump”.
Los votantes de base tienden a tener una opinión desmesurada en la elección del candidato presidencial. Y los votantes republicanos de base, al menos hasta la fecha, creen que a Trump le arrebataron las elecciones. Y Trump, con la complicidad de muchos líderes republicanos en el Congreso, está tratando de reescribir lo que sucedió el 6 de enero.
Pence no está leyendo ese guión. Lo cual, a su manera, es admirable. Pero, a menos que las opiniones del Partido Republicano sobre Trump cambien radicalmente de aquí a 2024 (¡siempre es posible!), la posición de Pence el 6 de enero bien podría descartar su consideración por parte de los votantes de las primarias republicanas.
Qué mundo.