(CNN)– Cuando el presidente Joe Biden dijo a los funcionarios esta primavera que quería reunirse pronto con su homólogo ruso para celebrar una cumbre, su equipo se puso manos a la obra de inmediato para hacerla realidad, aunque algunos se preguntaron qué era lo que realmente esperaba conseguir.Las dos últimas administraciones, incluida la de Biden como vicepresidente, intentaron y fracasaron en mejorar los lazos con Moscú. Los asesores experimentados en política exterior habían visto cómo el presidente de Rusia Vladimir Putin, se apoderaba de las reuniones con extravagancias. Se preguntaban qué podría ganar Biden en una reunión con él ahora, a menos de seis meses de su mandato.

La cumbre fue objeto de un debate interno, con una división entre partidarios y escépticos. Una serie de provocaciones, desde los ataques de ransomware lanzados por redes criminales dentro de Rusia hasta el tratamiento al líder de la oposición Alexey Navalny, llevaron a un nuevo debate sobre si era el momento adecuado para una reunión. El embajador de Biden en Rusia incluso advirtió en privado a los legisladores que la administración se arriesga a repetir los errores de sus predecesores si no aborda las relaciones con Putin con los ojos bien abiertos, según informó CNN este martes.

Sin embargo, tras dos llamadas telefónicas con Putin, Biden seguía convencido de que las conversaciones cara a cara eran el único lugar adecuado para entablar un verdadero diálogo con el notoriamente truculento líder.

Y tras más de 40 años observando cómo otros presidentes determinaban la política exterior de Estados Unidos, finalmente era su decisión.

Biden asume el protagonismo

En un momento en que su agenda doméstica se encuentra estancada en Washington, la llegada de Biden a Europa el miércoles, en su primer viaje presidencial al extranjero, es la culminación de décadas en las que ha estado en el centro de la política exterior de EE.UU., ayudando en algunos momentos a perfeccionar el papel del país en el extranjero, pero marginado en otros cuando sus opiniones eran ignoradas e incluso ridiculizadas.

Biden, que solía ser enviado para llevar a cabo una diplomacia desordenada o, en la mayoría de los casos, sin futuro, que se consideraba demasiado intratable para cualquier otra persona, experimentará esta semana algo muy diferente: hablará con los líderes extranjeros como su igual y no como el enviado de otra persona. Es la posición que ha anhelado durante mucho tiempo, pero que ahora viene con nuevos desafíos, incluyendo la pandemia y las decisiones críticas sobre la distribución de vacunas.

Su determinación de reunirse con Putin, incluso ante el escepticismo, refleja lo que los funcionarios dijeron que era una opinión muy arraigada de que cultivar una relación personal, incluso con el más autoritario de los líderes, es la única manera de tratar sin rodeos los principales problemas a los que se enfrenta actualmente el mundo. Putin, ha dicho Biden a su equipo, solo responderá a la fuerza y la honestidad.

“No existe un sustituto para el compromiso de líder a líder, particularmente para las relaciones complejas, pero con Putin esto es exponencialmente el caso”, dijo esta semana el asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan.

“Tiene un estilo muy personalizado en la toma de decisiones, por lo que es importante que el presidente Biden pueda sentarse con él cara a cara, para tener claro dónde estamos, para entender dónde está él, para intentar gestionar nuestras diferencias y para identificar aquellas áreas en las que podemos trabajar en beneficio de Estados Unidos para progresar”.

En opinión de Biden, lo que está en juego en su primer viaje al extranjero es nada menos que la propia democracia. Una coreografía altamente simbólica le llevará desde una reunión del Grupo de los 7 en la costa de Cornualles en Inglaterra hasta una cumbre con los aliados de la OTAN en Bruselas, Bélgica, antes de concluir con la cumbre con Putin en Ginebra, Suiza, cuya orilla del lago acogió las primeras conversaciones entre Ronald Reagan y Mijail Gorbachov hace 36 años.

Biden acude con la misión de demostrar, frente a las amenazas autoritarias, que la democracia aún puede funcionar, un mensaje que se complica por las tensiones históricas que sufre la democracia de Estados Unidos a nivel nacional. Biden planeó su viaje para destacar las alianzas tradicionales de Estados Unidos después de cuatro años de tensión bajo el presidente Donald Trump.

Cuando se le preguntó antes de su partida cuáles eran sus objetivos para el viaje, Biden dijo a los periodistas: “Dejar claro a Putin y a China que Europa y EE.UU. están unidos y que el G7 va a avanzar”.

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Joe Biden será el decimotercer presidente de EE.UU. en reunirse con la reina Isabel II
01:48 - Fuente: CNN

Diplomacia de las vacunas

Biden también tratará de tranquilizar a sus aliados sobre el papel de Estados Unidos en la distribución de la vacuna contra el coronavirus.

Se espera que el presidente haga un anuncio importante relacionado con la producción mundial durante la cumbre del G-7 el jueves, según dos personas. Como señal del papel que desempeñará la pandemia en el primer viaje de Biden, éste llevará consigo a uno de sus principales asesores en materia de coronavirus, Jeff Zients.

Al salir de la Base Conjunta Andrews, Biden dijo que tiene una estrategia de vacunación para el mundo que anunciará, pero no ofreció detalles.

La visita a Cornualles se produce en un momento en que los funcionarios del gobierno están cada vez más preocupados por la variante del virus altamente infeccioso conocido como Delta, que se detectó por primera vez en la India pero que ahora se considera dominante en el Reino Unido.

Sin embargo, entre los europeos abunda el escepticismo de que otro presidente, potencialmente el propio Trump, pueda revertir cualquier cosa que haga o diga Biden. También se enfrentará a las nuevas tensiones hacia Estados Unidos, que se han disparado tras la pandemia, después de haber empezado a compartir lentamente las vacunas con el mundo.

“La alianza transatlántica ha vuelto”, dijo Biden a sus aliados en un discurso pronunciado poco después de asumir el cargo. “Y no estamos mirando hacia atrás. Estamos mirando hacia adelante, juntos”.

Biden parte en un momento frágil para su agenda doméstica, dado el colapso de las conversaciones bipartidistas sobre infraestructuras y otras prioridades legislativas, como el derecho al voto, parecen estar bajo seria duda. El jefe de gabinete de la Casa Blanca, Ron Klain, un veterano ayudante de Biden, se queda en Washington para ocuparse de esas prioridades.

Biden tiene más experiencia en la escena mundial que los últimos cuatro presidentes de Estados Unidos juntos. Y aunque en los primeros meses de su presidencia se ha centrado directamente en resolver los problemas dentro de las fronteras de Estados Unidos, principalmente la pandemia y su crisis económica actual, la política exterior sigue siendo su “primer amor”, según sus ayudantes.

Cuando Biden era vicepresidente, viajó a más de 50 países; los 1,2 millones de millas aéreas que recorrió equivalen a 48 vueltas a la circunferencia de la Tierra. Se hizo tan conocido en el aeropuerto de Shannon, una pista de aterrizaje en el oeste de Irlanda donde los aviones estadounidenses suelen reabastecerse en su regreso al oeste, que el personal organizó una vez una misa especial para él en un día festivo.

Aunque será uno de los miembros más nuevos de la mesa del G7, que se celebrará el fin de semana en Inglaterra, también será el más veterano. Cuando se convierta en el decimotercer presidente estadounidense en reunirse con la reina Isabel II el domingo en el Castillo de Windsor, podrán comparar notas sobre los ocho que él mismo ha conocido.

Y aunque su reunión de la semana que viene en Ginebra con Putin será la primera entre iguales, no será el primer encuentro de Biden con el hombre al que una vez afirmó haberle dicho, a centímetros de su nariz, que no tenía alma.

La sombra de Trump persiste

Con el dramático aumento de los recientes ciberataques a Estados Unidos, lo que está en juego es mucho más importante para la reunión con Putin que cualquier resultado tangible probable. Pero los funcionarios de la administración dicen que una de las mayores razones para seguir adelante con la cumbre es definir audazmente el contraste con la muy ridiculizada sesión de Trump con Putin en Helsinki hace tres años.

Cuando los funcionarios de Estados Unidos comenzaron a planificar la cumbre con Putin, sabían que las conversaciones requerirían la mayor parte de un día. Las dos llamadas telefónicas anteriores de Biden con Putin, descritas por los funcionarios como respetuosas pero cándidas, se alargaron mientras los dos hombres iban y venían sobre la larga lista de disputas diplomáticas, a menudo prolongadas por la costumbre de Putin de plantear los acontecimientos que se desarrollan en Estados Unidos como ejemplos de hipocresía cuando se le cuestiona sobre los derechos humanos.

“He estado en la sala con Putin muchas veces cuando trabajaba para el presidente Obama. Y el recurso de “whataboutism” es siempre una característica de estas reuniones en la cumbre”, dijo Ben Rhodes, ex asesor adjunto de seguridad nacional de Obama. [El “whataboutism” es una falacia lógica que puede traducirse como ‘tú también’]

“La intención de ese whataboutism es engendrar cinismo, que nada importa realmente, que no vale la pena ni siquiera desafiar esto, que todo el mundo es tan corrupto como los demás. Y creo que le corresponde a Joe Biden establecer las claras distinciones entre lo que Estados Unidos representa en el mundo y lo que Vladimir Putin ha estado haciendo durante la mayor parte de las dos últimas décadas”.

No está claro qué espera ganar el presidente con la reunión, algo que el propio Biden reconoce. Cuando los periodistas le preguntaron antes de su partida si sería capaz de llegar a un entendimiento con Putin sobre los ciberataques procedentes de Rusia, Biden dijo: “¿Quién sabe?”.

“Va a ser un tema de nuestra discusión”, dijo Biden.

Los funcionarios de la administración también dijeron que estaban atentos a evitar cualquier comparación con Trump, empezando por descartar Helsinki como lugar, a pesar de la oferta de Finlandia de acogerlo como hizo hace tres veranos. Cuando se le preguntó si Biden tenía previsto reunirse a solas con Putin sin la presencia de ningún ayudante, como hizo Trump, Sullivan dijo que aún se estaban ultimando los detalles.

Y luego está el propio Trump, cuyas infundadas afirmaciones de fraude electoral han inundado el Partido Republicano y han hecho que la misma democracia que Biden pretende defender en Europa parezca pender de un hilo.

“¿Demostrarán las alianzas e instituciones democráticas que dieron forma a gran parte del siglo pasado su capacidad contra las amenazas y adversarios de hoy en día?” escribió Biden en un artículo de opinión publicado el fin de semana en The Washington Post. “Creo que la respuesta es sí. Y esta semana, en Europa, tenemos la oportunidad de demostrarlo”.