(CNN) – Kamala Harris viajó a Guatemala y México en busca de una estrategia seria para frenar la migración desde el Triángulo Norte, pero sus esfuerzos se vieron rápidamente eclipsados por su respuesta a la ligera sobre por qué no ha visitado la frontera entre Estados Unidos y México como vicepresidenta.
Su respuesta defensiva a una pregunta que seguramente surgiría en su primer viaje al extranjero, desde que asumió el cargo, plantea nuevos cuestionamientos sobre su agilidad política, al tiempo que reacciona a los esfuerzos de la derecha por presentarla como el zar de la frontera de la administración, que no es la tarea que le encomendó Biden.
En sus escasos meses como vicepresidenta, Harris se ha convertido en un pararrayos para los republicanos, un útil foco de atención para el Partido Republicano cuando sus ataques al presidente Joe Biden no han dado resultado. Biden aumentó la presión sobre Harris al entregarle una cartera de temas de inmigración cuyo equivalente político es la dinamita en un momento en que sus críticos están analizando cada uno de sus movimientos, a menudo denostándola de la misma manera en que convirtieron a Nancy Pelosi y Alexandria Ocasio-Cortez en sus sparrings en ciclos electorales anteriores.
El primer viaje al extranjero de cualquier vicepresidente es una prueba de fuego, y Harris estaba sometida a más presión que la mayoría como potencial futura líder del partido y primera mujer de color en ocupar el cargo. Harris habló largo y tendido sobre las causas de la migración masiva, como la delincuencia, la corrupción y el cambio climático, y anunció millones de dólares en ayudas e inversiones durante su viaje. También lanzó una dura advertencia a los inmigrantes indocumentados para que no vengan a la frontera.
Pero sus errores políticos eclipsaron los avances políticos de su viaje.
La vicepresidenta nunca ha sido especialmente hábil cuando se enfrenta a preguntas que no le gustan o que no quiere responder, como demostró durante las primarias de 2020, cuando esquivó y torció repetidamente las preguntas sobre su plan de salud. En este caso, desvió una pregunta directa de Lester Holt, de la NBC, sobre por qué no ha visitado la frontera, riéndose y afirmando que tampoco ha estado en Europa, añadiendo que no entendía lo que decía Holt, aunque todos los demás sí lo entendían.
Fue una respuesta torpe que resultó poco convincente, dado que la situación en la frontera entre Estados Unidos y México es uno de los problemas más preocupantes a los que se enfrenta la administración Biden. Encontrar una solución para frenar la migración desde Centroamérica es un problema que ha eludido a múltiples administraciones durante décadas, pero incluso algunos funcionarios de la Casa Blanca, que quieren que ella tenga éxito en esta difícil tarea, quedaron perplejos.
El intercambio con Holt reflejó la frustración que Harris y su equipo han sentido durante semanas mientras trabajaban para dejar claro que Biden le encargó la gestión de los esfuerzos diplomáticos para frenar la migración desde el Triángulo Norte, no para resolver el problema en la frontera entre Estados Unidos y México. Si bien es cierto que muchas otras agencias gubernamentales son responsables de manejar la frontera, esa postura ha sido una aguja difícil de enhebrar para ella, dado que cualquier persona con experiencia en la región le dirá que los dos temas están inextricablemente entrelazados.
Durante una conferencia de prensa en México, Harris aclaró sus comentarios comprometiéndose a visitar la frontera, lo que habría sido una forma sencilla de zanjar la cuestión la primera vez que se le preguntó.
Su titubeante manejo de la política en torno a la cuestión de la inmigración suscitó nuevos interrogantes sobre su destreza política, tanto como vicepresidenta como futura aspirante a la Casa Blanca, ya que el viaje de esta semana era su primera prueba en los niveles más altos de la diplomacia.
Los medios de comunicación de la derecha están tratando de presentar a Harris como una inepta sin remedio en lo que respecta a los asuntos de la frontera, y ella les dio una oportunidad al tratar de distanciarse de los problemas de la zona. La torpeza de su respuesta a Holt llegó a dominar la historia de su viaje, dando lugar a preguntas sobre su preparación y a críticas sexistas sobre su disposición a asumir estos retos. También eclipsó sus respuestas de fondo sobre la política en el Triángulo Norte y los esfuerzos intensos y prácticos que está realizando para profundizar en el tema mientras intenta dar forma a la estrategia para la región.
El senador Ted Cruz, de Texas, y otros líderes del Partido Republicano, muchos de los cuales han realizado viajes de alto perfil a la frontera sin lograr resolver el problema, se abalanzaron sobre lo que percibieron como una metedura de pata: “Kamala Harris no ha estado en Europa, no ha estado en Australia, pero no tenemos una crisis en la frontera australiana ni en la europea”, tuiteó Cruz. “Tenemos una crisis en la frontera sur. Ella debería venir a Texas y ver la crisis de primera mano. #BidenBorderCrisis”.
El líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, republicano de California, se sumó a las críticas al tuitear que “lo único que la vicepresidenta Kamala Harris logró en los últimos 3 días fue evitar ocuparse realmente de la crisis que empeora en la frontera de Estados Unidos”.
Está claro que algunas de las críticas a Harris, especialmente en los medios conservadores, son más agudas porque es la primera vicepresidenta negra. Por ejemplo, la comentarista de Fox News Katie Pavlich afirmó el martes que Harris fue elegida por Biden “basándose en el género y el color de la piel y no en el talento y la experiencia reales”, un comentario ofensivo que pasa por alto el historial y los logros de la exfiscal, que fue fiscal general de California y senadora de EE.UU.
Pero el éxito en la política depende de la capacidad de ser ágil tanto en casa como en la escena mundial, de entender cómo desviar las críticas o las preguntas inoportunas de forma que se conviertan en una ventaja. Harris siempre ha tenido problemas en ese sentido, incluso desde sus primeros días en la política de California, y sabe que ahora se enfrenta a un mayor escrutinio porque Biden dijo que se presentaba como una “figura de transición” y luego la eligió para ser la última persona en la sala cuando tomara decisiones importantes.
Precisamente porque se le considera la heredera potencial de Biden y una posible futura candidata demócrata, se enfrentará a una implacable campaña de años de la derecha para desacreditarla. Eso significa que la atención sobre ella será siempre intensa, y necesitará una operación política que esté siempre preparada para reaccionar. Las malas críticas de este primer viaje recuerdan algunos de los pasos en falso de una campaña de 2020 para la Casa Blanca que no estuvo a la altura de sus primeras promesas y la posibilidad de que haya aprendido de ellos.
Ella ha asumido dos grandes encargos de Biden: el freno a la migración del Triángulo Norte y la lucha por el derecho al voto, que están entre los temas más espinosos de la administración. Su primera incursión en el extranjero suscitó dudas sobre su preparación y sobre si Harris cuenta con el tipo de equipo político sólido que necesitan los vicepresidentes, especialmente aquellos que son relativamente novatos en la escena mundial y no están acostumbrados al constante escrutinio de la política de primera línea.
Estas cuestiones son especialmente importantes para alguien que podría ser la primera mujer presidenta y que está a un paso de ocupar el cargo más importante. A Harris le llevará tiempo desarrollar la seguridad política y la capacidad de esquivar las molestas preguntas de la prensa, como demostró, por ejemplo, Hillary Clinton durante su mandato como secretaria de Estado. Clinton, que estaba menos dotada que Harris para la política al por menor, tenía sin embargo la habilidad de los políticos globales más consumados de pensar en varias frases por adelantado mientras discutía con la prensa o con un funcionario extranjero, una habilidad que Harris todavía tiene que dominar.
Si bien no es culpa de Harris que la inmigración sea un tema intratable que ha desafiado a los presidentes durante décadas, la idea que su personal ha avanzado repetidamente de que su competencia se extiende únicamente a los aspectos internacionales y diplomáticos del problema resulta poco sincera.
Es fácil entender por qué sus ayudantes pueden ver los problemas fronterizos como un cáliz político envenenado. Pero los presidentes, y por extensión los vicepresidentes, no pueden elegir las áreas de responsabilidad a su antojo. A la Casa Blanca se le encomiendan todos los problemas que nadie más puede resolver.
Aun así, ninguno de los daños que sufrió Harris en su viaje es irreparable. Y si de lo que se trata es de meteduras de pata en un viaje al extranjero, sus deslices palidecen en comparación con el comportamiento del expresidente Donald Trump, cuyo viaje fue un desfile interminable de insultos a los amigos de Estados Unidos y afrentas a los valores democráticos. Trump, por ejemplo, aprovechó una cumbre en Helsinki con el presidente de Rusia, Vladimir Putin para insultar a las agencias de inteligencia de EE.UU. en la televisión en directo, mientras estaba al lado del antiguo oficial del KGB que había interferido en unas elecciones de EE.UU. para ayudarlo. Y se codeó con uno de los dictadores más crueles del mundo, Kim Jong Un de Corea del Norte.
Es seguro decir que Harris nunca repetiría esa conducta. Y aunque este primer viaje ha sido accidentado, le queda mucho tiempo para demostrar lo que vale.
–Stephen Collinson de CNN contribuyó con este reportaje.