(CNN) – Ambas se mueven nerviosamente mientras hablan, como lo haría cualquier adolescente al ser interrogado frente a múltiples cámaras. Una bromea sobre su manicura imperfecta. La otra se ajusta su collar que dice “Misery”.”El baile de graduación es el día de mi cumpleaños”, dice Lauren Hogg. “Creo que va a ser genial. En mi 18º cumpleaños, ¡qué divertido!” De nuevo… como actuaría cualquier adolescente.
Pero entonces, cuando se les pide que cuenten sobre lo que seguramente más les cuesta hablar, su inquietud se detiene.
“Yo estaba en el edificio 1200, que es donde ocurrió el tiroteo”, dice Brooke Harrison. “Y Alaina, Alyssa y Alex murieron en mi salón de clases y ocho personas en total resultaron heridas de bala en mi salón. Todos los que estaban a mi alrededor, donde decidí tratar de esconderme, recibieron disparos o murieron”.
Ese fue el momento en que sus vidas cambiaron para siempre. El día en que se convirtieron en dos de las supervivientes más jóvenes de uno de los peores tiroteos escolares de la historia de Estados Unidos.
Hogg y Harrison eran estudiantes de primer año en el instituto Marjory Stoneman Douglas de Parkland, en Florida, en febrero de 2018, cuando un exalumno perpetró la masacre que dejó 17 muertos. Eso fue hace tres años. Ahora, este martes, estas jóvenes supervivientes se gradúan.
“Realmente solo el primer semestre de mi primer año fue normal, y luego el resto simplemente fue lo que fue”, dice Harrison. “El segundo año fue probablemente el peor para mí, en cuanto a salud mental, porque todavía me estaba recuperando de todo lo que presencié, de estar en el edificio”.
Ese fue el año en que Hogg y su familia decidieron que tenían que dejar Parkland. Se mudaron a Washington, un cambio que ella describe como algo que la salvó, pero que no disminuyó su dolor.
“Han pasado tantas cosas que parece que he estado viviendo en años de perros. Se siente como si hubiera estado en la preparatoria durante 20 años, y se lo digo a la gente todo el tiempo cuando me preguntan cómo me siento al graduarme”, dice Hogg.
En esos años, Hogg, Harrison y un ejército de sus compañeros de clase, entre ellos David Hogg, el hermano mayor de Lauren, que se dio a conocer como activista a raíz de los tiroteos, convirtieron ese trauma en acción, convirtiéndose en francos activistas contra la violencia armada, yendo desde el Capitolio del estado de Florida hasta los pasillos del Congreso para tratar de provocar un cambio e iniciando lo que se ha convertido en un movimiento mundial con March For Our Lives, un movimiento liderado por estudiantes centrado en la prevención de la violencia armada. Pero se han enfrentado a una de las luchas políticas más intrincadas de Estados Unidos y, tres años después, su frustración es palpable.
“Durante los dos años siguientes al tiroteo, pensé que la razón por la que estas cosas seguían ocurriendo era que simplemente necesitaban escuchar una historia más. Los políticos solo necesitan escuchar una voz más”, dice Hogg. “Y así, de niña, intenté hacerlo. Y luego me hice mayor y trabajé más y me di cuenta de que no es que no sepan qué hacer: deciden no hacerlo”.
Estos adolescentes cargan con una sabiduría y una seriedad que no han elegido. Se han cansado de los políticos y de las excusas vacías, y se erizan ante lo que oyen como halagos vacíos de los adultos.
“Creo que es un poco insultante cuando dicen: ‘Eres un alma vieja’. Sí, soy un alma vieja por la cantidad de traumas causados por tu inacción”, dice Hogg.
“Es lo mismo cuando la gente dice: ‘Oh, estás aquí por una razón’. Sé que lo dicen con buena intención, pero también se siente incómodo”, dice Harrison. “Se siente como si dijeran que yo estoy aquí por una razón y (los que murieron) no. Y yo digo: ‘No, porque ellos también merecen estar aquí. Merecen tener su graduación’”.
Lo lograron
Su tiempo en la preparatoria estuvo marcado por la tragedia, empezando por el tiroteo masivo y terminando con la interrupción por la pandemia de coronavirus. Jeff Foster ha sido testigo de ello. Él ha enseñado la asignatura de gobierno en la escuela preparatoria de Douglas durante años. También vivió el tiroteo con estos chicos y los ha visto superar la tormenta.
“Es casi inimaginable pensar cómo han sobrevivido estos cuatro años”, comenta mientras se encuentra junto a la valla de la escuela.
“Imagínate ir a ocho semestres de preparatoria y tener un semestre, entre comillas, normal de preparatoria. Todo lo demás estuvo marcado por algún tipo de evento o trauma o trastorno”.
Foster se muestra orgulloso cuando habla de esta clase de estudiantes de último año. Orgulloso de que, sencillamente, “lo han logrado”. La palabra que más le viene a la mente cuando piensa en estos estudiantes únicos: “Resiliencia”.
La pandemia presentó un nivel diferente de desafíos y trastornos en sus vidas. Tanto Hogg como Harrison pasaron la mayor parte de su último año aprendiendo desde casa y, al igual que los estudiantes de todo el país, tuvieron que enfrentarse a la dura decepción de la cancelación de las reuniones de bienvenida, de las visitas a la universidad y, en general, de la vida adolescente.
“No me tocó la típica experiencia del último año de preparatoria”, dice Hogg, bromeando a medias. “Ha sido horrible… con todo lo que está pasando en el mundo se ha agravado nuestro trauma”.
Pero, de una manera extraña, la pandemia también trajo consigo un poco de consuelo. Harrison dice que finalmente no estaban solos en su aislamiento.
“Definitivamente siento que me aislé mucho más, pero también me sentí extrañamente menos sola, porque casi todas las escuelas preparatorias del país se sentían exactamente igual que yo”, admite. “En mis otros años, con todo lo que ocurría en mi instituto, parecía que éramos los únicos”.
El covid-19 también supuso un extraño consuelo para Denise Harrison, la madre de Brooke. “Lo extraño de este último año y medio de covid es que ha estado en mi casa todo el tiempo. Así que en realidad eso ha sido muy bueno para mí”, dice. “Por mucho que se haya perdido tantas cosas, ha estado en casa a salvo”.
“Aguanta”
Ahora, dicen estas estudiantes de último año, que no pueden esperar a dejar atrás los años de la escuela preparatoria. Hogg ofrece este sabio consejo a su yo de 14 años del primer año: “Aguanta. Así de simple. Aguanta. Porque es salvaje, y eso es lo único que puedes hacer cuando no tienes control”.
Como artista en ciernes, habla de la universidad como un “lienzo en blanco” y espera que por fin signifique una oportunidad para pintar su propia narrativa y escribir su propia historia.
Harrison habla de este momento de forma muy parecida. “Es como cerrar un capítulo de mi vida y pasar a uno mejor”, dice.
Para Denise, la graduación es algo agridulce. Se le escapa una sonrisa cuando habla de las oportunidades que su hija tiene ahora por delante. “Realmente, te has convertido en una persona increíble”, le dice a su hija mientras se cogen de la mano.
Pero entonces Denise se da cuenta de lo que este y todos los hitos significan para las nueve familias de Parkland que deberían tener hijos que se gradúan esta semana, pero no los tienen. “Que estas otras familias… que sus hijos les fueron arrebatados”, dice entre lágrimas. “No podrán ver crecer a sus hijos. Todos ellos deberían haber podido graduarse e ir a la universidad y tener su primer amor y, ya sabes, todos los hitos. Así que es duro”.
Es duro como muchos momentos en la vida de estas jóvenes, pero aun así, miran hacia adelante.
Brooke Harrison espera estudiar periodismo cuando empiece la universidad en otoño. “Se siente como una oportunidad de tener una experiencia escolar casi normal”, dice.
Mientras Lauren Hogg mira hacia adelante, mantiene un ojo puesto en el pasado.
“Creo que la reflexión es necesaria para seguir adelante, porque creo que si siguiera adelante sin reflexionar sobre todo el trabajo que he hecho, todas las cosas por las que he pasado, sería desperdiciar todas esas experiencias. Y no puedo permitir que eso ocurra”.
–Meridith Edwards y Davide Cannaviccio contribuyeron a este reportaje.