(CNN) – La lista de desafíos a los que se enfrenta el próximo presidente de Irán confundiría al más capaz de los líderes.Irán está en negociaciones con Estados Unidos sobre cómo revivir el acuerdo nuclear de 2015, y en conversaciones con su némesis regional, Arabia Saudita. El país se encuentra sumido en una crisis económica y está sometido a una creciente presión para realizar reformas. Y cada vez hay más dudas sobre los planes de sucesión del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, de 82 años.
En medio de estas mareas de cambio, la élite política iraní ha decidido que el próximo rostro de la República Islámica debe ser una figura impregnada de sus raíces conservadoras y directamente vinculada a algunos de los capítulos más oscuros de su historia.
Ebrahim Raisi, actual jefe del poder judicial de línea dura con un historial brutal en materia de derechos humanos, se presenta prácticamente sin oposición a las elecciones presidenciales de esta semana, después de que los gobernantes clericales de Irán excluyeran a la mayoría de sus rivales de la carrera para sustituir al saliente Hassan Rouhani.
Si bien el resultado de la votación parece ser una conclusión inevitable, lo que su elección significará para el país no está nada claro. Los analistas afirman que la elección de Raisi, un estrecho aliado de Jamenei, podría significar una represión de la disidencia a nivel nacional y el regreso a un Irán más cerrado a nivel mundial, en un momento crucial.
Raisi ha desempeñado un papel durante décadas en la sangrienta represión de los disidentes iraníes. El Centro de Derechos Humanos de Irán (CHRI, por sus siglas en inglés) lo ha acusado de crímenes contra la humanidad por formar parte de un “comité de la muerte” de cuatro hombres que supervisó la ejecución de hasta 5.000 presos políticos en 1988.
Raisi nunca ha comentado sobre estas acusaciones, pero se cree que rara vez sale de Irán por miedo a las represalias o a la justicia internacional por las ejecuciones.
Más recientemente, sus dos años como presidente del Tribunal Supremo de Irán estuvieron marcados por la intensificación de la represión de la disidencia y los abusos de los derechos humanos, según la CHRI. Entre las muchas medidas de línea dura de su mandato se encuentra la primera ejecución en décadas de un hombre por consumo de alcohol.
A finales del año pasado, un joven luchador fue ahorcado en lo que los grupos de derechos humanos han descrito como una “parodia de justicia” que se sospecha que está relacionada con su participación en las protestas antigubernamentales de 2018.
“Irán se está convirtiendo en un estado aún más represivo y con alguien que tiene las manos manchadas de sangre como Ebrahim Raisi [como presidente], las cosas podrían ir en una dirección más oscura de lo que hemos visto en la memoria reciente”, dijo Holly Dagres, experta en Irán y miembro senior no residente del Atlantic Council.
“Irán se dirige hacia un aislamiento similar al de Corea del Norte”, añadió. “Irán solo tiene dos amigos en la comunidad internacional [Rusia y China] y el camino que está eligiendo es enclaustrar a una población con mucho talento y formación”.
¿Selección o elección?
Si bien Raisi ha provocado la ira de los activistas iraníes, también influye la forma en que se ha perfilado como el probable próximo presidente.
El Consejo de Guardianes del país, un influyente organismo que supervisa las elecciones, descalificó el mes pasado a todos los principales aspirantes reformistas y centristas, mientras que los principales conservadores se retiraron para aumentar las posibilidades de que Raisi ganara.
El proceso ha sido ampliamente criticado, incluso por Jamenei, que dijo que las descalificaciones eran “injustas”. Las declaraciones fueron desestimadas por muchos como un intento del líder supremo, árbitro final del país en todos los asuntos de Estado, de hacer de “policía bueno” en un descarado intento de manipular la carrera.
“Las elecciones en Irán nunca han sido libres ni justas, pero han tendido a ser competitivas y bastante decisivas”, dijo Trita Parsi, vicepresidenta ejecutiva del Instituto Quincy. “Esta vez, sin embargo, el grado en que el Consejo de Guardianes ha reducido el espectro de opciones aceptables va más allá de lo que hemos visto en el pasado”.
“Como resultado, tenemos voces desde dentro del propio sistema que instan a boicotear la votación. Es un escenario completamente nuevo”, añadió Parsi.
En las redes sociales, los debates entre los activistas recuerdan al Movimiento Verde de 2009, cuando los manifestantes salieron a la calle para oponerse a la reelección del expresidente Mahmud Ahmadineyad en unas elecciones que se consideraron fraudulentas.
En las plataformas de Internet se escucharon comentarios sobre la “selección”, en lugar de la elección, del próximo presidente de Irán.
“Se trata de una institución clerical a la que ya no le importa lo que piensen los iraníes porque está dispuesta a no celebrar ni siquiera unas elecciones competitivas”, dijo Dagres. “Lo que vemos ahora mismo es una carrera de un solo caballo”.
Mientras que el cántico popular del Movimiento Verde era “¿Dónde está mi voto?”, ahora los iraníes toman plataformas como Clubhouse para decir “¿Dónde está mi candidato?”, dijo Dagres.
El pueblo de Irán ha salido repetidamente a las calles en los últimos meses para protestar por la grave situación económica, agravada por las aplastantes sanciones de Estados Unidos y la corrupción del gobierno, que se considera generalizada. En un aparente intento de apaciguar estas frustraciones, Raisi se presenta con una plataforma anticorrupción, aunque como jefe de la judicatura su ofensiva contra la corrupción se ha centrado en gran medida en sus rivales políticos, según los activistas y los expertos.
Un viejo candidato para nuevos tiempos
Muchos expertos consideran que esta elección es uno de los subproductos de la campaña de máxima presión del expresidente Donald Trump contra Irán, cuando Estados Unidos se retiró del acuerdo nuclear a pesar de que Teherán había cumplido con los términos del pacto.
A partir de 2018, Trump desató un torrente de sanciones que paralizó la economía iraní y envalentonó a los partidarios de línea dura. La diminuta ventana de oportunidad concedida por la clase clerical al gobierno moderado del presidente Hassan Rouhani para relacionarse con Estados Unidos y Europa comenzó a cerrarse rápidamente.
Trump había demostrado que el escepticismo de los partidarios más duros respecto a Occidente era correcto, dijeron repetidamente los conservadores de Irán. El bando reformista del país fue socavado y los conservadores arrasaron en las elecciones parlamentarias de 2020. Si Raisi gana las elecciones, y con los partidarios de la línea dura profundamente atrincherados en el poder judicial, los conservadores de Irán podrían controlar los tres poderes del Estado.
Sin embargo, no se espera que las elecciones tengan un impacto en las negociaciones en curso con la administración de Biden y las potencias mundiales sobre la reactivación del acuerdo nuclear; según se informa, las conversaciones están en su fase final. Tampoco es probable que el diálogo con Riad se vea afectado por la presidencia de Raisi, ya que las decisiones estratégicas no dependen en gran medida del presidente, sino del líder supremo.
Sin embargo, los expertos afirman que es poco probable que Irán se comprometa con Occidente más allá de ese punto, contentándose con reforzar las relaciones con Rusia y China. También es posible que abandone cualquier pretensión de democracia al ser menos susceptible a las críticas occidentales sobre sus abusos de derechos tras el posible restablecimiento del acuerdo nuclear.
Es una apuesta que puede favorecer al clero a corto plazo, según los expertos, que señalan la baja participación de los votantes en las elecciones parlamentarias del año pasado. También se espera que los índices de participación sean históricamente bajos en estas elecciones presidenciales.
“(El sistema) no quiere sorpresas. Simplemente quieren gestionar el resultado. No se trata de Raisi ni de nadie en particular”, dijo Mohammad Ali Shabani, académico iraní radicado en Londres y editor de Amwaj.media.
“El círculo de poder se ha reducido mucho. Observamos esta misma dinámica en 2009… dejas a mucha gente fuera del proceso y eso conlleva inestabilidad de forma inherente”.
La apuesta de los clérigos también llega en un momento crítico. Históricamente, la mayoría de los presidentes de Irán tienen dos mandatos de cuatro años, y es posible que el mandato de Raisi no sobreviva a Jamenei, que cumple 82 años el mes que viene. Si el ayatolá muere o queda incapacitado, los expertos afirman que esto podría preparar el camino para que Raisi, su hombre de confianza desde hace mucho tiempo, asuma el papel de líder supremo de Irán.
Este periodo, según los expertos, es probable que esté aún más cargado de peticiones de reforma constitucional en relación con la sucesión del liderazgo.
“Cuando Jamenei muera, ¿qué pasará entonces? ¿Se derrumbará todo? ¿Va a haber una transición ordenada hacia el siguiente líder? ¿Va a haber reformas constitucionales?”, dijo Shabani.
“Esto no se trata solo de un presidente. Se trata del futuro del sistema político”.