(CNN Español) – Las autoridades de México confirmaron el martes la identificación de restos de uno de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, estado al sur del país.
Los restos pertenecen a Jhosivani Guerrero de la Cruz. Fue identificado mediante un análisis de ADN nuclear que realizó este año la Universidad de Innsbruck, en Austria, y que tiene 99,9% de coincidencia, señaló el martes Omar Gómez Trejo, titular de la Unidad Especial de Investigación y Litigación para el Caso Ayotzinapa, de la Fiscalía General de la República (FGR) de México.
Gómez Trejo recordó que, en 2015, la entonces Procuraduría General de la República (PGR) había confirmado la identificación de Jhosivani, pero lo hizo mediante un análisis de ADN mitocondrial, “el cual reflejaba menor certeza y con un resultado únicamente del 17% de coincidencia”.
“Fue muy bajo. Se hicieron las reiteraciones y recomendaciones necesarias. Aun así, las autoridades de la PGR de aquel entonces decidieron salir a dar a conocer un resultado que resultaba dudoso”, criticó el titular de la Unidad.
Asimismo, el funcionario indicó que, también en los análisis de este año, la Universidad de Innsbruck reiteró la identificación de restos de Christian Alfonso Rodríguez Telumbre.
En julio de 2020, la FGR informó sobre la identificación de Christian Alfonso luego de los análisis de piezas óseas que llevó a cabo la Universidad de Innsbruck. Esa identificación fue ratificada en los análisis que esa misma institución hizo este año.
El primero de los normalistas identificado fue Alexander Mora Venancio, según confirmaron a CNN los abogados de los familiares de las víctimas en diciembre de 2014.
Alexander Mora
De acuerdo con el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, Alexander, de 21 años en 2014, tenía el firme deseo de ser maestro, y es así como lo recuerda su familia.
Alexander acudió a la Escuela Normal Rural Isidro Burgos cuando tenía 19 años. Entonces, aprobó sus exámenes y se le asignó un cuarto que tenía que compartir con sus compañeros, dice una publicación en la página web del Centro, que dio difusión a la campaña Marchando con letras.
Además de ser maestro, una de sus más mayores ilusiones era convertirse en futbolista profesional. Se le describe como el “crack” del Juventus Pericón, equipo amateur en el que jugaba con familiares en Guerrero.
“Según dicen familiares y amigos, Alexander desea ser maestro por una vocación de ayuda, pero su más grande ilusión, desde siempre, ha sido el futbol. Anhela jugar con los Pumas de la UNAM”, agrega la publicación.
Christian Alfonso
Tenía apenas 19 años cuando desaparecieron los 43 normalistas de Ayotzinapa.
“Es el único hijo varón de Clemente Rodríguez y Luz María Telumbre y tiene tres hermanas que añoran su regreso. Creció en el barrio de Santiago, en Tixtla, Guerrero”, menciona una publicación en el sitio del Centro, también de la campaña Marchando con letras.
Quería ser maestro para forjarse un futuro y poder ayudar a su familia, pero lo que más le entusiasmaba era la danza folclórica, que practicaba desde que era niño.
“Él bailaba en el grupo de danza folclórica Xochiquetzal y sus compañeros de baile lo recuerdan cuando llegaba a los ensayos comiendo un elote y con su mochila beige de asa larga cruzada al pecho. Ahí cargaba sus botines de baile. Le decían Clark, apodo ganado por sus anteojos negros de pasta gruesa, similares a los del periodista que se convertía en Superman, Clark Kent”, agrega la publicación.
Jhosivani Guerrero
Fue víctima de desaparición junto a sus otros 42 compañeros normalistas cuando tenía 20 años.
Quería ser veterinario y decidió estudiar con los recursos que tenía su familia. Se negó a seguir el sueño americano por el que sí optaron su padre y sus hermanos.
“Un sueño por el que murió uno de ellos y por el que su papá no estuvo con él durante nueve años de su vida”, cuenta una publicación del Centro, que de igual forma enmarca la campaña Marchando con letras.
Jhosivani descubrió que era un líder cuando se unió a la Casa del Activista. Antes solía comprar tenis caros, pero prefirió dejar eso con el fin de ayudar a los demás, a su comunidad.
“Eligió ser la posibilidad para su gente y hacer viajes para acarrear agua justo en los meses más calurosos, de ganar dinero para mantener sus estudios (…). Hablar de Jhosivani es hablar de un hombre que flaquea cuando algo no sale como lo espera, pero que no se deja caer; que descubrió que puede usar su voz y hacer la diferencia en su sociedad”, añade la publicación.