Hong Kong (CNN) – El líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, tiene mayores problemas en este momento, más allá de lidiar con Estados Unidos: necesita alimentar a su gente y sus opciones no son buenas.
El gobernante de la secreta dictadura comunista hereditaria inauguró el martes una importante reunión política reconociendo la terrible situación que enfrenta su país. El suministro de alimentos de Corea del Norte está restringido y “se está poniendo tenso”, dijo Kim, según el servicio de noticias estatal del país, KCNA.
El sector agrícola todavía se está recuperando de los daños causados por las tormentas del año pasado. Reemplazar los suministros de alimentos nacionales con importaciones probablemente será difícil porque las fronteras permanecen cerradas en su mayoría debido a las restricciones por el covid-19.
En la capital, Pyongyang, los precios de algunos productos básicos se están disparando. Los expertos dicen que los precios del arroz y el combustible se mantienen relativamente estables, pero los precios de los productos básicos importados como el azúcar, el aceite de soya y la harina han subido.
Los costos asociados con algunos alimentos básicos producidos localmente también se han disparado en los últimos meses. Los precios de la papa se han triplicado en el conocido mercado de Tongil, donde tanto los locales como los extranjeros pueden comprar, dijeron residentes de Pyongyang.
Los residentes también revelaron que los artículos no básicos, como un pequeño paquete de té negro, pueden venderse por alrededor de US$ 70, mientras que un paquete de café puede costar más de US$ 100.
Kim no reveló la magnitud de la escasez, pero la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estimó recientemente que a Corea del Norte le faltan aproximadamente 860.000 toneladas de alimentos, o el equivalente a poco más de dos meses de suministros nacionales.
La situación fue lo suficientemente grave en abril como para que Kim instara a los norcoreanos a emprender otra “ardua marcha”, el término utilizado para referirse a la devastadora hambruna en Corea del Norte en la década de 1990 que mató a cientos de miles de personas.
La admisión de que la economía de planificación centralizada del Estado ni siquiera puede alimentar a su gente puede parecer fuera de lugar para un líder cuya familia es descrita en la propaganda como infalible y casi divina.
Pero, a diferencia de su padre y predecesor, Kim no ha tenido miedo de admitir errores o fracasos, o incluso llorar frente a su gente.
Kim ha moldeado su imagen doméstica como un hombre del pueblo, un líder que se reúne constantemente con el público y se dedica a mejorar la vida cotidiana de uno de los países más empobrecidos del planeta. Su objetivo declarado desde que asumió el poder en 2011 era mejorar la vida de la mayoría de los norcoreanos.
Sin embargo, salvo alterar drásticamente la ineficiente economía de planificación centralizada de Corea del Norte, liberar a los casi 120.000 prisioneros políticos que se cree están retenidos en gulags o retirar su programa de armas nucleares, los expertos creen que Pyongyang tendrá dificultades para lograr el objetivo de Kim.
Las relaciones con Washington y las negociaciones sobre el alivio de las sanciones parecen ser una preocupación lejana, al menos por ahora. Kim no mencionó conversaciones con Estados Unidos hasta el jueves, tercer día de la importante reunión política de esta semana y punto cuatro de la agenda.
Según los medios estatales, Kim analizó la política sobre Corea del Norte del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y ahora cree que Pyongyang necesita “prepararse tanto para el diálogo como para la confrontación”.
Aunque no es precisamente tranquilizadora, la actitud de Kim hacia los Estados Unidos fue menos hostil que la serie de declaraciones provocadoras publicadas por KCNA el mes pasado, una de las cuales advirtió sobre una “crisis fuera de control”. Kim también se refirió a Estados Unidos como el mayor enemigo de Corea del Norte en enero.
De hecho, la declaración puede abrir la puerta a conversaciones con Washington, que intentó en vano acercarse a Pyongyang a principios de este año.
Después de que las dos partes no lograron llegar a un acuerdo en la cumbre del expresidente Donald Trump con Kim en Hanoi en 2019, la propaganda norcoreana señaló repetidamente que el país no estaba interesado en más conversaciones a menos que Washington cambiara su llamada “política hostil” hacia Pyongyang.
La administración Biden ha dejado en claro que Corea del Norte, su programa nuclear y las acusaciones de abusos de derechos humanos a gran escala en el país son una parte importante de su agenda de política exterior.
A finales de abril, la Casa Blanca completó una revisión de políticas de un mes de duración, mientras que el primer ministro de Japón, Yoshihide Suga, y el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, aliados de Estados Unidos con intereses en el futuro de Corea del Norte, fueron los primeros dos líderes en visitar a Biden en EE.UU. Sung Kim, el nuevo representante especial de Estados Unidos para la política de Corea del Norte, viajará a Seúl el sábado para conversar con sus homólogos de Corea del Sur y Japón.
Aunque la Casa Blanca dice que planea seguir un “enfoque práctico y calibrado” que difiere de las estrategias empleadas por las administraciones de Trump y Obama, Corea del Norte sigue siendo el mismo problema de política exterior intratable que ha acosado a los predecesores recientes de Biden.
Y al igual que Kim, se podría decir que Biden tiene problemas más urgentes en este momento. La agenda legislativa del presidente parece estar estancada en un Congreso en punto muerto. También está presionando para que más estadounidenses se vacunen para evitar un resurgimiento del covid-19, especialmente dadas las preocupaciones sobre la propagación de nuevas variantes más transmisibles.
Yoonjung Seo y Gawon Bae de CNN contribuyeron con el reportaje.