(CNN) – Los elefantes que conocemos y amamos tal vez sean los últimos supervivientes. Si bien ahora solo hay tres especies de elefantes —que están en peligro de extinción y se pueden encontrar en África y Asia—, alguna vez pertenecieron a un grupo llamado proboscídeos que incluía 185 especies que vivían en todo el mundo.
En el pasado, investigadores habían culpado a los humanos por haber cazado a estos animales hasta la extinción hace miles de años. Sin embargo, una nueva investigación sugiere que el cambio climático probablemente es el culpable de la desaparición de los mamuts prehistóricos, mastodontes y los primeros elefantes, en lugar de la caza excesiva por parte de los primeros humanos al final de la última Edad de Hielo.
Las oleadas de cambios extremos en el clima hicieron que losproboscídeos fueran mermando a lo largo del tiempo y, en última instancia, que la mayoría se extinguiera en distintas partes del mundo en un período entre dos millones y aproximadamente 75.000 años atrás, dijeron los investigadores.
El estudio fue publicado el jueves en la revista Nature Ecology & Evolution.
Un grupo internacional de paleontólogos creó un conjunto de datos detallados que analiza el ascenso, la evolución y la caída de las 185 diferentes especies de proboscídeos. Este proceso tuvo lugar en el transcurso de 60 millones de años y comenzó en el norte de África. Para rastrear a estos elefantes y sus antecesores, los investigadores estudiaron colecciones mundiales de fósiles y se centraron en rasgos como el tamaño del cuerpo, la forma del cráneo, los colmillos y los dientes.
“Sorprendentemente, durante 30 millones de años, la primera mitad de la evolución proboscídea, solo dos de los ocho grupos evolucionaron”, dijo en un comunicado Zhang Hanwen, coautor del estudio e investigador asociado honorario de la Escuela de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Bristol.
“Durante este tiempo, la mayoría de los proboscídeos eran herbívoros sin ninguna característica distintiva cuyos tamaños iban desde el de un pug hasta el de un jabalí. Unas pocas especies llegaron a ser tan grandes como un hipopótamo. Sin embargo, estos linajes fueron callejones sin salida evolutivos. Todos se parecían poco a los elefantes”, explicó.
Todo eso cambió hace 20 millones de años, cuando un corredor migratorio que se abrió en la placa tectónica africana-arábiga se adentró en el continente euroasiático. Esto permitió que los elefantes y sus predecesores vivieran en nuevos ambientes, primero en Eurasia y luego en América del Norte al cruzar el puente de Beringia, una franja de tierra que alguna vez unió Asia y América del Norte.
Salid de África expuso a los elefantes a hábitats, climas cambiantes y la necesidad de adaptarse.
“La clave del juego en este período de auge de la evolución de los proboscídeos era ‘adaptarse o morir’”, dijo Zhang. “Las perturbaciones del hábitat eran incesantes, relacionadas con un clima global en cambio constante, y promovían continuamente nuevas soluciones de adaptación, mientras que a los proboscídeos que no seguían el ritmo literalmente se los daba por muertos”. Los mastodontes, antaño muy diversos y extendidos, eventualmente se redujeron a menos de un puñado de especies en las Américas, incluido el popular mastodonte americano de la Edad de Hielo”, explicó.
A medida que la Tierra experimentaba períodos glaciales, los elefantes tenían que adaptarse: el mamut lanudo, por ejemplo, tenía colmillos gigantes que podía enterrar bajo la nieve para buscar comida y un pelaje grueso.
¿Cuándo comenzó a disminuir la diversidad?
“Descubrimos que la diversidad ecológica de los proboscídeos aumentó de manera drástica cuando se dispersaron desde África hacia Eurasia hace 20 millones de años y a América del Norte hace 16 millones de años, cuando se formaron conexiones terrestres entre estos continentes”, dijo Juha Saarinen, coautora del estudio e investigadora postdoctoral en el departamento de Geociencias y Geografía de la Universidad de Helsinki.
Aunque la diversidad inicialmente aumentó después de estos eventos, comenzó a disminuir entre 3 y 6 millones de años atrás a medida que el clima global se enfriaba.
“Los proboscídeos más versátiles desde el punto de vista ecológico sobrevivieron, mayoritariamente elefantes verdaderos que estaban adaptados a consumir diversos recursos vegetales”, dijo Saarinen.
Los picos de extinción de los proboscídeos comenzaron hace unos 2,4 millones, 160.000 y 75.000 años en África, Eurasia y las Américas, respectivamente, según los investigadores.
“Es importante tener en cuenta que estas edades no demarcan el momento preciso de las extinciones, sino que indican los puntos en el tiempo en los que los proboscídeos en los respectivos continentes pasaron a estar sujetos a un mayor riesgo de extinción”, dijo Juan Cantalapiedra, autor principal del estudio y cecario de Investigación de la Universidad de Alcalá en España.
Estas épocas no coinciden con los momentos en que los primeros humanos comenzaron a ramificarse y cazar herbívoros gigantes, porque en gran medida es anterior a esos avances.
“No anticipábamos este resultado”, dijo Zhang. “Nuestros datos refutan algunas afirmaciones recientes sobre el papel de los humanos arcaicos en la eliminación de los elefantes prehistóricos desde que la caza mayor se convirtió en una parte crucial de la estrategia de subsistencia de nuestros ancestros hace alrededor de 1,5 millones de años”, explicó.
Chris Widga, paleontólogo y curador principal del Sitio y Museo de Fósiles Gray de la Universidad Estatal de East Tennessee, cree que esta investigación señala cuán importante es rastrear la historia evolutiva de los grupos de animales en dimensiones de tiempo más largas. Widga no estuvo involucrado en el estudio.
“Los que estudiamos las extinciones solemos estar más preocupados por cuándo y dónde desaparece el último ejemplar de una determinada especie”, dijo Widga. “Para entender si la extinción final de algunos de estos grupos de proboscídeos fue significativa, necesitamos saber algo sobre las tasas de extinción ‘de fondo’ que suceden en respuesta a los cambios ecológicos y climáticos globales. Esta investigación muestra cómo respondieron los proboscídeos a los cambios climáticos de gran escala y cómo se diversificaron ecológicamente para ocupar nuevos nichos. Y debido a que los proboscídeos tienen un impacto tan grande en su entorno, esto es un tema importante”.
¿Qué papel jugó la caza?
Esta investigación también sugiere que, si bien se han identificado 185 especies de proboscídeos diferentes con más de 2.000 localizaciones de fósiles en todo el mundo, puede haber más.
“Como si necesitáramos más estímulo para encontrar y describir más proboscidios fósiles”, dijo Widga.
Los autores del estudio señalan que la caza excesiva por parte de los humanos “puede haber servido como un doble riesgo final” luego de que los proboscídeos ya sufrieran mucho antes por los climas duros y cambiantes.
“Esto no quiere decir que hayamos refutado de manera concluyente cualquier participación humana”, dijo Zhang. “En nuestro escenario, los humanos modernos se asentaron en cada masa de tierra luego de que el riesgo de extinción de los proboscídeos ya había escalado. Un depredador social ingenioso y altamente adaptable como nuestra especie podría ser el cisne negro perfecto para dar el golpe de gracia”.