(CNN) – La ola de calor en el noroeste del Pacífico, a finales de junio, fue un acontecimiento de víctimas masivas, según las autoridades. Es probable que cientos de personas hayan muerto durante los varios días de calor sin precedentes, y el número sigue elevándose.
Al menos 83 personas murieron por enfermedades relacionadas con el calor en Oregon, y las autoridades están investigando otras 32 muertes. En el estado de Washington, al menos 78 personas murieron. Al otro lado de la frontera, en la Columbia Británica, las autoridades canadienses contaron casi 800 muertes, entre el 25 de junio y el 1 de julio, 500 más de lo normal para ese periodo y que creen que están relacionadas con el calor, según Lisa Lapointe, jefa de los forenses de la provincia. En realidad, podrían pasar meses antes de conocer la cifra definitiva.
A pesar de las estadísticas alarmantes, no había una sensación evidente de urgencia en torno a la tragedia: nada parecido a un huracán que toca tierra, un atacante que abre fuego en un club nocturno o un incendio forestal que destruye una ciudad. Fueron cientos de muertes silenciosas por un desastre invisible: un calor sin precedentes, que decenas de científicos concluyeron que era “prácticamente imposible” sin el cambio climático.
Científicos y psicólogos dijeron a CNN que la respuesta tiene que ver con la forma en que los humanos ven las crisis.
“Cuando hay un incendio forestal o un huracán, es fácil que la gente vea la devastación delante de sus ojos”, dijo Aaron Bernstein, director interino del Centro para el Clima, la Salud y el Medio Ambiente Global de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan, de Harvard. “Nuestros cerebros están muy sintonizados con las imágenes de destrucción, porque no queremos que eso nos ocurra. Con las olas de calor, no suele haber una franja visible de destrucción”.
La ola de calor también se produjo con el telón de fondo de otra tragedia mortal: el derrumbe de un condominio en Miami, Florida. Hasta el lunes, 94 personas habían sido declaradas muertas y 22 más no se habían localizado. La ola de calor comenzó al día siguiente del derrumbe, pero solo uno de esos sucesos acaparó realmente la atención de la nación.
Bernstein señaló que la respuesta pública a una tragedia tiene que ver en parte con quién es el responsable. La gente quiere que se culpe a alguien, dijo, y en las catástrofes tangibles es fácil señalar a un dedo: en el caso del derrumbe de Surfside, a un propietario o a un ingeniero.
Pero es diferente cuando se trata de una crisis global como el cambio climático, que no mata a la gente directamente, sino que hace más probable que un evento sea mortal.
“No hay una sola persona a la que se pueda señalar con el dedo en el cambio climático”, dijo Bernstein. “Nuestros cerebros son mucho más propensos a prestar atención cuando hay una persona a la que señalar. Hay otras razones, pero todas ellas me dejan muy claro que tenemos que hacer que el cambio climático sea personal, realizable y urgente”.
Los seres humanos también tienden a conectar más con las tragedias a corto plazo que con los acontecimientos que parecen lejanos, como podría parecer el cambio climático, según Astrid Caldas, científica climática de la Union of Concerned Scientists.
“No podemos comparar realmente las tragedias y los sucesos, porque están separados y ambos fueron acontecimientos terribles”, dijo Caldas a CNN. “Pero hay todas estas construcciones complejas de la psique de la gente y cómo el comportamiento de los medios de comunicación contribuye a esa falta de la misma reacción”.
Según Kristie Ebi, investigadora sobre el clima y la salud de la Universidad de Washington, estas respuestas a las catástrofes provocadas por el cambio climático y el daño que está causando a la gente no son tan diferentes a las reacciones de la gente ante la pandemia del covid-19, a medida que la variante delta se extiende rápidamente.
“Más de 600.000 estadounidenses murieron [de covid-19] y, sin embargo, hubo una respuesta limitada en muchos sectores”, dijo Ebi a CNN. “Cuando observamos las olas de calor, a menudo no obtenemos el número total de muertes hasta meses después”, que suelen ser mucho más altas que las estimaciones iniciales.
Al igual que la pandemia, el calor extremo también mata de forma desproporcionada a las comunidades de bajos ingresos, a las personas de color y a las poblaciones de edad avanzada. Hasta el lunes, las autoridades sanitarias de Oregon informaron de que cerca de dos tercios de las muertes por la ola de calor eran personas de color.
Un análisis realizado en 2020 descubrió que el número de muertes relacionadas con el calor en EE.UU. cada año se ha subestimado, ya que los registros normalmente solo contemplan términos médicos como insolación, y dejan de lado otras causas de muerte potencialmente relacionadas con el calor, como los ataques cardíacos y otras afecciones subyacentes.
Ebi dijo que la mayoría de la gente, especialmente en una región típicamente templada como el noroeste del Pacífico, no percibe el calor como un riesgo para la salud.
“La gente generalmente no es consciente y no piensa en los riesgos asociados a estas altas temperaturas”, dijo. “Se han realizado una serie de esfuerzos para intentar aumentar esa concienciación y, sin embargo, casi no hay investigaciones que respalden la eficacia de algún enfoque”.
Los investigadores afirman que es importante entender que el cambio climático ya está afectando a nuestras vidas hoy en día: que a menos que se pongan en marcha planes de resiliencia climática o de acción contra el calor, sobre todo en comunidades históricamente marginadas, muchas personas sufrirán y morirán a causa del calor extremo a medida que el cambio climático se acelere.
“Si no se hace nada, y la gente sigue siendo vulnerable, yo diría que, por lógica, el número de personas afectadas aumentará”, dijo Caldas. “Tenemos que saber qué podría ocurrir si no actuamos. Se trata de intentar prevenir lo que puede ocurrir, si no tomamos ninguna medida”.
– Brisa Colón, de CNN, contribuyó con este reportaje.