Nota del editor: David Bittan Obadía es abogado, escritor, analista de temas políticos e internacionales, columnista del diario El Universal de Venezuela, y colaborador en otros medios de comunicación. Como conferencista, participó en el Congreso Judío Mundial y fue presidente de la comunidad judía de Venezuela. Su cuenta de Twitter es @davidbittano. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor. Puedes leer más artículos como este en cnne.com/opinión.
(CNN Español) – Afganistán es un Estado fallido, que lleva décadas sumergido en un conflicto en el que el grupo islamista de los talibanes ha luchado por hacerse con el control del país. Y ya lo lograron.
Los talibanes surgieron en los años 90, después de que los soviéticos abandonaron el país, y se dice que nacen de las escuelas religiosas promovidas por Arabia Saudita. Los talibanes han logrado instaurar un régimen islámico radical y “el objetivo del grupo es imponer su interpretación de la ley islámica en Afganistán y eliminar la influencia extranjera en el país”.
Cuando llegaron a controlar Afganistán en los años 90, los talibanes comenzaron a imponer castigos físicos, las mujeres no tenían ningún derecho y fueron obligadas a cubrirse íntegramente con la burka. Igualmente dejaron fuera del sistema educativo a las niñas y adolescentes y, finalmente, toda expresión cultural quedó prohibida. Ahora dicen que serán diferentes. Habrá que ver.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 generaron como consecuencia el ataque justificado, desde mi punto de vista, a Afganistán, donde se ocultaban los terroristas. Recordemos que Osama bin Laden tenía una sociedad con los talibanes. De hecho, el centro de sus operaciones se estima era la ciudad afgana de Kandahar.
Soviéticos, estadounidenses, europeos y la coalición de todos ellos ha pasado por ese país, dejándolo hoy abandonado en manos de los talibanes, quienes ya se pasean con armamento estadounidense en sus manos.
Los talibanes cuentan con mucho dinero; su financiación proviene del exterior, del cobro de chantajes a las empresas extranjeras; recordemos que entró mucho dinero para la reconstrucción de Afganistán, es decir, podría haber algunas empresas de origen de EE.UU. que a través de esta extorsión podrían estar financiando a sus verdugos. Igualmente, el dinero proveniente de la droga es muy importante: en Afganistán se produce el 84% del opio del mundo, según cifras del reporte de drogas de la ONU, en 2020. Esa industria tiene una fuerza laboral de casi 600.000 hogares, según estimaciones de 2019; la gran contradicción es que cultivar opio en Afganistán está sancionado con la pena de muerte.
Este es un conflicto costoso para Estados Unidos. En 2020 se promovieron conversaciones y se suscribieron acuerdos con los talibanes en cuatro puntos. Fue solo un primer paso.
En julio de 2021, las fuerzas estadounidenses empezaron a retirarse formalmente de Afganistán, con la salida de la base más importante y del centro de operaciones, algo que se hizo junto con los contingentes de la OTAN.
Hoy, en agosto de 2021, y como consecuencia de un mal cálculo de la inteligencia de EE.UU., los talibanes se hicieron del control total de Afganistán. Washington ha tenido que enviar en las pasadas horas un contingente de más de 6.000 militares para poder sacar a su personal, lo cual implica una presencia prácticamente mayor que al inicio de la retirada de sus tropas. Lo mismo están haciendo varios países de Europa.
Este tema ya no tiene nada que ver con republicanos y demócratas: se trata de la defensa de los intereses de un país y es en este momento en el que los estadounidenses tienen que estar en consenso para conseguir una solución a un verdadero dolor de cabeza.
Afganistán es una clara muestra de cómo ninguna de las potencias del mundo logró erradicar allí el terrorismo, y de que las estrategias al hablar de Medio Oriente tienen que ser distintas, asumiendo la perspectiva desde el plano de la lógica de los que están en esa zona y aceptando que se trata de un conflicto que tiene componentes religiosos y culturales, que no es un tema de territorios, que, para ellos, somos infieles.
Preocupa muchísimo ver con la rapidez en la que los talibanes se han hecho del poder de un país y de la capacidad militar logística y de movilización con la que cuentan. Ahora la pregunta es saber qué va a ocurrir con los vecinos, qué pasará con la emigración que inundará a los países de Europa y, sobre todo, quién controlará un territorio tan importante que se convierte en tierra fértil para cultivar un terrorismo con calidad de exportación.
Rusia y China son jugadores de importancia para poner algo de orden en Afganistán, cada uno con intereses particulares. Los dos ya mantienen contacto con los talibanes. Por otra parte, hay que reflexionar cómo Estados Unidos va perdiendo hegemonía en la región, que aparenta ser lejana, pero que la historia le ha mostrado que no es así.
Particularmente pienso que las Naciones Unidas deberían orientar parte de sus esfuerzos y velar por el tema de las niñas y las adolescentes cuyo destino no es otro que la de ser esclavizadas y sometidas a los talibanes.
Ahora no queda otra que sentarse a negociar con los talibanes y poner toda la presión para que el país sea gobernado por ambos bandos. Ignoro si este será el destino de todo Medio Oriente, donde los civiles dominan una parte y grupos extremistas la otra.
Habrá que ver qué papel juega Rusia ante la situación en Afganistán y cómo responderá EE.UU. ante eso.