WASHINGTON, DC - JUNE 24: Activists rally against the legislative filibuster outside of the Supreme Court on June 24, 2021 in Washington, DC.
Filibusterismo, ¿por qué esta antigua arma legislativa bloquea la agenda de Biden?
04:10 - Fuente: CNN

(CNN) – Tanto la premisa y la promesa de la presidencia de Joe Biden como un posible breve control demócrata sobre Washington están de repente en juego, a medida que el legado de las pasadas decepciones electorales y las duras realidades del poder convergen repentinamente.
Este es el peor de los tiempos para los demócratas en los siete meses de mandato de Biden. Un eclipse de último minuto del derecho constitucional al aborto en Texas –que conmocionó a los liberales–, una nueva amenaza del senador demócrata moderado, Joe Manchin, a la vasta agenda de Biden en el Congreso, y los propios tropiezos del presidente en Afganistán, arrastraron a esta Casa Blanca a su momento más bajo.

El viernes trajo su propia serie de malas noticias para el presidente en forma de un decepcionante informe sobre el empleo en agosto: solo se añadieron 235.000 puestos de trabajo a la economía el mes pasado, muy lejos de las estimaciones de 728.000 o más y el anuncio de General Motors de que va a cerrar la producción en la mayoría de sus plantas en Estados Unidos durante una o dos semanas, a medida que la escasez de microchips se convierte en una crisis.

Si añadimos el creciente asalto del Partido Republicano al derecho de voto y la inminente lucha por el aumento de los niveles de endeudamiento del Gobierno, los demócratas se enfrentan a dificultades para recuperar la fe de sus electores de 2020. Y eso sin contar con las horrendas pruebas de una pandemia que vuelve a llenar los hospitales, que tiene como blanco a los estadounidenses no vacunados incluyendo, cada vez más, a los niños que siguen a la espera de los reguladores, y que parece probable que persiga a la Casa Blanca hasta bien entrado el año de las elecciones intermedias.

Cada una de estas crisis está sometiendo el liderazgo de Biden a un examen extremo y, en varios casos, exponiendo su incapacidad para cambiar de forma significativa la dinámica imperante debido a las divisiones en su propio partido y al poder de obstrucción de los republicanos.

El presidente ha hecho demandas conmovedoras e incluso airadas para que se actúe sobre el derecho al voto y el derecho al aborto. Pero un Senado 50-50 y una nueva mayoría conservadora en la Corte Suprema limitan drásticamente sus opciones, a menos que esté dispuesto a aceptar los terremotos políticos que supondrían la abolición de las normas de obstruccionismo del Senado y la ampliación del máximo tribunal del país, algo para lo que no tiene ni la mayoría política ni la inclinación personal, con el consiguiente descontento de los progresistas.

Los retos a los que se enfrenta Biden también ponen de relieve una cuestión más general sobre su filosofía de gobierno. ¿Cómo puede lograr un presidente dedicado a restaurar y utilizar los métodos tradicionales de Washington que se apruebe un programa masivo cuando se enfrenta a un Partido Republicano, que ya se ha mostrado dispuesto a destrozar el orden regular para ganar y recuperar el poder?

Del triunfo al desastre potencial

Las nuevas dificultades se producen después de tres semanas que empezaron con un triunfo, cuando Biden consiguió que el Senado aprobara un proyecto de ley bipartidista sobre infraestructuras y un plan de gastos de US$ 3,5 billones. Pero la secuencia de dramas posteriores ha puesto a prueba a la Casa Blanca, ha expuesto los límites de las escasas mayorías demócratas y, en el caso de la caótica retirada de Kabul, ha mostrado la capacidad de los acontecimientos externos para desestabilizar las presidencias en cualquier momento.

Una cosa es que el ala progresista del partido exija una acción presidencial radical para imponer sus prioridades de forma inmediata. Pero el Partido Demócrata no es un monolito ideológico. Su liderazgo en el Congreso, que debe ser consciente del carril moderado que Biden recorrió hasta llegar a la Casa Blanca, no parece tener ni la unidad interna ni las agallas para ejercer el poder despiadadamente a la manera de los republicanos que rompen las reglas del filibusterismo y del alto tribunal.

Y el poder acumulado del conservadurismo construido a lo largo de los años, incluso ahora con el bloqueo de los republicanos en el poder en Washington, está demostrando ser una fuerza política formidable. El líder de la minoría en el Senado, Mitch McConnell, un maestro de la obstrucción, despliega el filibusterismo con aplomo y disfruta acumulando presión sobre los demócratas moderados, cada uno de cuyos votos necesita el presidente. Y la mayoría conservadora de la Corte Suprema, al negarse a bloquear una prohibición casi total del aborto en Texas, hizo patente su poder para destruir los sueños liberales no solo ahora, sino en los años venideros.

Trauma por la decisión sobre aborto

Aparte quizás de la sorprendente victoria de Donald Trump en la noche electoral de 2016, la ley del aborto de Texas, que prohíbe el aborto a partir de las seis semanas de embarazo y no contiene excepciones por violación o incesto, puede ser el momento más traumático para los liberales en muchos años.

Era obvio que la nueva mayoría conservadora de la Corte Suprema iba a poner en peligro el caso Roe v. Wade. Pero la forma en que los jueces consintieron el despojo efectivo de los derechos constitucionales de las mujeres en Texas, en una decisión de 5 a 4, que no incluyó audiencias ni argumentos detallados, fue asombrosa. Como lo fue el hecho de que la ley de Texas, que permite a cualquier persona en Estados Unidos demandar a una persona, ya sea médico, familiar o conductor de Uber, por ejemplo, que ayude a otra a abortar, parece introducir una forma de justicia vigilante con graves implicaciones para otros derechos constitucionales. Durante décadas, se esperaba que la amenaza al aborto llegara en un ataque frontal a la decisión Roe de 1973.

Ahora, a menos que la Corte Suprema se retracte en una fecha posterior, los estados conservadores tienen una fórmula para eludir por completo la legislación histórica.

Biden reaccionó a la decisión de la Corte Suprema con una declaración enérgica y dio instrucciones a su administración para que examine qué opciones hay para garantizar el derecho de la mujer a elegir en Texas. El presidente denunció “un ataque sin precedentes a los derechos constitucionales de la mujer”. La vicepresidenta Kamala Harris prometió que el fallo no era la “última palabra” sobre el caso Roe vs. Wade.

El secretario de Justicia, Merrick Garland, dijo que el Departamento de Justicia estaba “profundamente preocupado” por la ley de aborto de Texas. La declaración de Garland fue especialmente irónica, ya que si McConnell no le hubiera dado la vuelta a la convención para negarle un puesto en la Corte Suprema en el último año de mandato del presidente Barack Obama, todo el resultado sobre el tema del aborto en Texas podría haberse invertido.

Pero en cualquier caso, es poco probable que las declaraciones contundentes cambien el ímpetu de este asunto, o satisfagan a los progresistas.

La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, se comprometió a presentar una medida que garantice la igualdad de acceso al aborto tan pronto como la Cámara regrese del receso, la próxima semana. Pelosi afirmó que la ley de Texas es “la prohibición del aborto más extrema y peligrosa en medio siglo, y su propósito es destruir [la jurisprudencia] Roe vs. Wade”.

Pero no hay, ni de lejos, los 60 votos necesarios en el Senado para aprobar una ley tan importante a la que se opondrían casi todos los republicanos. Para superar esa barrera, los demócratas tendrían que votar por mayoría simple para cambiar el obstruccionismo. Pero Manchin, varios otros senadores demócratas e incluso el propio Biden se han opuesto a esa medida, en parte por el temor a que un futuro Senado y una Casa Blanca republicanos sin restricciones puedan rehacer rápidamente Estados Unidos, tal vez a imagen y semejanza del Texas antiabortista y proarmas.

Otra opción respaldada por muchos progresistas durante la campaña electoral del año pasado era un plan para simplemente ampliar la Corte Suprema para contrarrestar lo que los demócratas consideran al menos dos nombramientos republicanos ilícitos.

Biden, un institucionalista de Washington, cuyo proyecto político se basa en forjar la unidad nacional a través de medidas bipartidistas como su proyecto de ley de infraestructuras, ha mostrado poco interés en una medida de este tipo que encendería una tormenta política. Biden formó una comisión para asesorarle sobre la reforma judicial. Pero se vio como una forma de evitar las demandas de la izquierda demócrata para la reorganización de los tribunales.

En última instancia, la ley del aborto de Texas y la negativa de la Corte Suprema a detenerla reflejan la resaca de una elección de 2016 que parece ser una cada vez más desastrosa para los demócratas con cada año que pasa. La derrota de Hillary Clinton allanó el camino para que Trump designara a tres nuevos magistrados: Neil Gorsuch, Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett, y la ley del aborto de Texas es solo el comienzo.

Cada voto cuenta

El bajo rendimiento de los demócratas en las elecciones al Congreso de 2020 está detrás de su otro gran problema político de esta semana.

Solo dos victorias en la segunda vuelta en Georgia permitieron a los demócratas tomar el control del Senado, en un resultado decepcionante ya que Biden tuvo un mucho mejor desempeño cuando desbancó a Trump. La mayoría 50-50 resultante en el Senado significa que necesitan cada voto para aprobar cualquier cosa por mayoría simple. Biden no puede perder ni un solo demócrata.

Así que la nueva advertencia de Manchin de que no solo se siente incómodo con el tamaño del paquete de gastos de US$ 3,5 billones, sino también con el concepto y la idea de aprobarlo en el momento actual, amenazaba con un verdadero problema para el legado de Biden en el país.

“En lugar de apresurarse a gastar billones en nuevos programas gubernamentales y en fondos de estímulo adicionales, el Congreso debería hacer una pausa estratégica en la legislación de reconciliación presupuestaria”, escribió Manchin en el diario The Wall Street Journal.

“Una pausa está justificada porque proporcionará más claridad sobre la trayectoria de la pandemia, y nos permitirá determinar si la inflación es transitoria o no”.

Las habilidades legislativas de Biden hacen que sea demasiado pronto para asumir que no será capaz de convencer a Manchin. Ha habido otros momentos en los que las perspectivas de la legislación han parecido oscuras. Y la mayoría de los proyectos de ley parecen estar a punto de morir antes de ser aprobados.

Pero la compleja coreografía necesaria para esta medida en particular la hace especialmente vulnerable. Y también es justo preguntarse hasta dónde están dispuestos a llegar el presidente de la Comisión de Presupuestos del Senado, Bernie Sanders, y los progresistas de la Cámara de Representantes en cuanto al tamaño del paquete final y su momento de implementación.

No muy lejos, si hay que creer a la representante progresista clave de la Cámara, Alexandria Ocasio-Cortez.

“Tal vez pulsemos el botón de ‘cancelación’ de esta supuesta farsa ‘bipartidista’ de un proyecto de ley de infraestructuras redactado por el grupo de presión de Exxon, a menos que realmente aprobemos una ley que ayude a la vida de la gente con la expansión de la asistencia sanitaria, el cuidado de los niños, la acción climática, etc.”, escribió Ocasio-Cortez en Twitter.

Las dudas de Manchin no solo ponen en peligro una única prioridad demócrata. El proyecto de gasto es un monstruo que incluye prácticamente todas las principales prioridades de Biden en una medida que puede evadir el filibusterismo y pasar con un dispositivo limitado conocido como reconciliación.

Pero si los demócratas no consiguen el apoyo de Manchin, está condenado. Y también se trata de algo más que un proyecto de ley. El proyecto de ley de gastos es parte de una delicada danza diseñada para convencer a los progresistas, como Ocasio-Cortez, de que respalden la medida bipartidista de infraestructura que ella mencionó. Esa propuesta de ley sería un hito de la presidencia de Biden, pero se queda muy corta ante las esperanzas de los miembros más liberales.