(CNN) – El presidente Joe Biden debe definir la política de este otoño antes de que lo defina a él, mientras busca restablecer la autoridad de una administración que a menudo parecía superada por un implacable verano lleno de desafíos.

Las semanas siguientes al Día del Trabajo revelarán respuestas que prepararán el escenario para las elecciones del Congreso del próximo año. También ayudarán a decidir si Biden tiene el potencial para una presidencia históricamente significativa o si se ve abrumado por las crisis por conquistar para las que fue elegido.

Una avalancha de desafíos y batallas políticas está dominada por una pandemia que Biden esperaba que ahora fuera historia. Pero la crisis comienza a parecer interminable y, a medida que golpea la moral nacional, está minando su posición política. Mientras tanto, las consecuencias de una salida caótica de Afganistán que encapsuló la ignominia de una derrota de Estados Unidos está planteando preguntas sobre la promesa central de competencia de Biden. La lucha interna del Partido Demócrata entre progresistas y moderados está destacando la gran apuesta de la presidencia de Biden: que, en un momento de crisis nacional, los votantes quieren un asalto multimillonario contra el cambio climático y la reestructuración de la red de seguridad social.

Aún resuenan las reverberaciones de la decisión conservadora de la Corte Suprema de no bloquear la erradicación efectiva del derecho constitucional de la mujer al aborto en Texas, que promete múltiples consecuencias políticas. El giro radical del Partido Republicano de la Cámara hacia el autoritarismo pro Donald Trump también subraya el profundo peligro que aún enfrenta la democracia estadounidense.

Los meses críticos de Biden se desarrollarán con su presidencia puesta a prueba como nunca antes. Su índice de aprobación bajó en un agosto brutal y, a menudo, parecía obstinado e impaciente ante las críticas a su actuación. Pero tiene las herramientas de un rebote político a mano. Ha sido subestimado casi toda su carrera, incluso durante una campaña para la nominación demócrata de 2020 que solo su familia cercana y sus colaboradores más leales creían que podía ganar. Si bien todos los presidentes soportan momentos difíciles, solo los más exitosos salen de las recesiones políticas.

Drama en el Capitolio

La historia evalúa a los presidentes según los proyectos de ley transformadores que aprobaron. Por lo tanto, el legado de Biden está en juego tan pronto como esta semana, ya que la batalla se reanuda por un proyecto de ley de infraestructura bipartidista y el plan de gasto complementario de US$ 3,5 billones que transformaría el clima, la atención social y la política de atención médica. El éxito en ambos permitirá a Biden reclamar uno de los legados más importantes de cualquier presidente demócrata en medio siglo.

Cada proyecto de ley es fundamental para todo su sistema de creencias políticas al dar prioridad a los estadounidenses trabajadores y de clase media. Están destinados a mostrar que el gobierno aún puede funcionar para los ciudadanos comunes y responder al desprecio por la democracia de Washington que sienten muchos estadounidenses de cuello azul que fueron cortejados por el nacionalismo populista de Trump y su habilidad para acorralar el resentimiento de millones de estadounidenses contra élites distantes.

Biden está avivando su propio sentimiento populista mientras pide a los más pudientes que financien las facturas con impuestos más altos.

“Para aquellas grandes corporaciones que no quieren que las cosas cambien, mi mensaje es este: es hora de que las familias trabajadoras, las personas que construyeron este país, tengan recortes de impuestos”, dijo Biden el viernes. “Y esos intereses corporativos que hacen todo lo posible para encontrar aliados en el Congreso para evitar que eso suceda, déjenme ser, como dice la antigua expresión, perfectamente claro: me voy a encargar de ellos”.

El ambicioso plan de gasto social de Biden es el precio progresivo en la demanda de la Cámara de votar por el proyecto de ley de infraestructura para reparar carreteras, puentes y ferrocarriles que cumplirían otra promesa de Biden: promover la unidad política en Washington amargamente dividido. Pero el senador moderado de Virginia Occidental Joe Manchin, un voto demócrata crítico en el Senado 50-50, quiere frenar el proyecto de ley de gastos.

Su posición podría desentrañar toda la coreografía de la agenda doméstica de Biden y resalta el filo de la navaja entre progresistas y moderados en el que se encuentra su presidencia. La confrontación también subraya la enorme apuesta que está haciendo Biden con la ingeniería social más ambiciosa en décadas. Si no logra concretar reformas fundamentales, podría desmoralizar a los votantes demócratas y disminuir su participación el próximo año.

Pero el año pasado los votantes no entregaron a los demócratas el mandato claro del Congreso que haría de este un esfuerzo libre de riesgos y los republicanos disfrutan la idea de una campaña electoral de mitad de período dirigida contra el despilfarro liberal. Hay dos posibilidades: es muy posible que los demócratas pierdan la Cámara y el Senado el próximo año si no aprueban estos proyectos de ley. Pero si los republicanos tienen razón, también podrían perder el control del Congreso porque haberlos aprobado.

Biden desafiante sobre Afganistán

La política exterior de Biden, así como sus planes domésticos, están destinados a atraer a los trabajadores estadounidenses. Mientras los críticos de su retirada en Afganistán mal gestionada destacaron el caos, Biden dijo repetidamente que tenía razón al poner fin a una costosa guerra extranjera. Parecía estar hablando con votantes trabajadores cuyos hijos sufrieron la mayor parte de las bajas en las guerras en el extranjero provocadas por los ataques del 11 de septiembre, cuyo vigésimo aniversario el presidente conmemorará el sábado.

Sin embargo, la desordenada retirada resaltó algunos aspectos del carácter de Biden que no se habían observado previamente durante su presidencia. A menudo le faltaba franqueza y empatía por los afganos. Y la muerte de 13 miembros del personal del servicio estadounidense y de decenas de civiles en un ataque suicida en el aeropuerto de Kabul planteó interrogantes sobre la experiencia que él mismo describe en política exterior.

Los republicanos prometen no permitir que Biden gire para dedicarse a su agenda nacional, con alrededor de 100 estadounidenses todavía esperando ser rescatados en Afganistán y con potencialmente decenas de miles de afganos que ayudaron a las fuerzas y funcionarios estadounidenses durante 20 años después de la evacuación masiva de Estados Unidos.

“El presidente Biden quiere desesperadamente hablar de cualquier cosa menos de Afganistán”, dijo el senador republicano de Nebraska Ben Sasse en un comunicado. “Pero a los estadounidenses que se esconden de los talibanes, ISIS y la red Haqqani les importan un carajo los ciclos de noticias, los fines de semana largos y las encuestas, ellos quieren evacuar”.

La Casa Blanca parece estar convencida de que los estadounidenses ahora están listos para concentrarse en sus propios problemas. Pero si la conducta frágil de Biden y los pasos en falso destacados en el caos afgano se extienden a otras áreas políticas, habrá nuevas preguntas sobre su desempeño.

La ley de aborto de Texas enciende una nueva batalla

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La ley antiborto de Texas no tiene la base constitucional para ser efectiva, dice abogado
00:39 - Fuente: CNN

Otro acontecimiento político sorprendente al final de un verano turbulento estuvo contenido en el hecho de que la Corte Suprema de mayoría conservadora no bloqueó una ley estatal de Texas que prohibía el aborto después de aproximadamente seis semanas. La ley no solo socava la protección constitucional del aborto, sino que también está redactada de una manera que dificulta su impugnación en los tribunales.

Es probable que el episodio sobrealimente el entusiasmo de la base republicana, ya que es la culminación de un intento de décadas de los conservadores para rehacer el poder judicial federal. Pero también podría ofrecer una apertura a los demócratas, ya que puede movilizar a las votantes mujeres y de los suburbios, que han sido cruciales en las elecciones recientes, a su causa. Aún así, el poder de los jueces conservadores también podría renovar la frustración entre los progresistas por la negativa de Biden a respaldar la abolición del obstruccionismo del Senado que impide la reforma de la Corte Suprema y los derechos de voto.

Canalizando la furia liberal, Biden ha prometido una respuesta total del gobierno al conservadurismo incondicional de Texas Y el secretario de Justicia, Merrick Garland, se comprometió el lunes a utilizar la ley federal para proteger las clínicas de aborto en Texas.

La magnitud de la controversia de Texas solo está alimentando la sensación de que las próximas semanas no solo son críticas para Biden, sino que podrían definir el carácter de Estados Unidos en los años venideros.

Un estado de ánimo nacional desalentado

La peor realidad de la pandemia para Biden es que ya se utilizaron sus opciones para reprimirla. Durante meses suplicó a los escépticos de las vacunas, muchos de ellos republicanos, que se salvaran a sí mismos. Ahora, alrededor de 150.00 estadounidenses se infectan todos los días y 1.500 mueren, y el retroceso político lo está perjudicando. Se avecina un otoño desafiante a medida que los niños menores de 12 años, que aún no son elegibles para vacunarse, reanudan las clases presenciales. La sensación de agotamiento nacional es palpable y podría generar percepciones más amplias de que el país se dirige en la dirección equivocada, un sentimiento dañino para quien está a cargo.

La Casa Blanca de Biden tampoco ha estado libre de culpa. El reciente rechazo de los funcionarios médicos por un anuncio de la Casa Blanca de que las vacunas de refuerzo de covid-19 estarían listas para el 20 de septiembre puso en duda la promesa de Biden de poner siempre la ciencia antes que la política en cuestión.

Cuando asumió el cargo, después del desastroso manejo del virus por parte de Trump, a menudo se decía que la presidencia de Biden se juzgaría en función de si restablecía la normalidad. Ese sigue siendo el caso.

En un aparte revelador la semana pasada, Biden reflexionó: “Imagínense si el otro tipo estuviera aquí”. Se refería, por supuesto, a Trump y a la engañosa inclinación del expresidente por alentar los récords del mercado de valores como prueba de una economía equitativa.

Su comentario también reflejó la forma en que en sus primeros siete meses en el poder, la presidencia de Biden a menudo ha sido juzgada como un contraste con el tempestuoso mandato de Trump. Pero ha llegado el momento en que será evaluado no por la mala conducta de su predecesor, sino por sus propias promesas y decisiones.